Cuenta Augusto Monterroso que su personaje Leopoldo Ralón era escritor de cuentos. Pasaba los días en la biblioteca pública documentándose para escribir el cuento perfecto. Durante días y días, y semanas y más semanas, tomaba notas de todo aquello que diera verosimilitud a su relato. El problema era que, pensando en escribir el cuento definitivo, las notas se amontonaban en sus cuadernos, pero la inspiración no acudía.
Tiene su ironía que Monterroso, el hombre que escribió el
microrrelato perfecto (Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí) nos
monte un relato tomando como personaje escribidor a un simple que tropieza a
cada paso con la ortografía. Y todo porque Ralón, que llevaba un libro a la
casa de empeños para sacarse unos centavos, se tropezó con don Jacinto. Éste,
al verle con un libro bajo el brazo, supuso que Ralón era literato y le
preguntó si escribía poesía o cuentos. Cuentos, replicó porque le dio vergüenza
decir que iba a empeñarlo; y añadió: Mañana voy a empesar a escribir un
cuento, es fácil sólo tengo que imaginar una cosa y escribirla. Y así nació
la vocación literaria.
Pensando en ello, se me ocurrió que podía recurrir a mis
diarios personales en busca de inspiración para mi bitácora en esta primera
entrada de este año de 2022. Ni corto ni perezoso, como Ralón en la biblioteca,
empecé a documentarme. Más bien auto documentarme, en un proceso de autofagia
literaria. O dicho llanamente – paciente lector –, una excusa para ir
embuchando texto sobre la pantalla en blanco del ordenador, de la misma forma
que los escribanos del XVI escribían en letra procesal encadenada, a tantos
maravedíes la línea.
¿Y qué mejor que empezar por el día 1 de enero de 2001? Ya el
subtítulo que presidía el diario de aquel año tiene su enjundia. Porque en
aquellos días se discutió si el siglo XXI había comenzado en el 2000, o éste
era el último año del S. XX, y dice así: Año 2001 (Y llegó el nuevo
milenio, para quedarse, me temo). Ni Leopoldo Ralón hubiera tenido esa
sutileza de pensamiento, y a este jubilata le salió así, por pura inspiración y
de corrido.
Le hago gracia al paciente lector de transcribir todos mis
diarios, que se iniciaron en 2000 y aún siguen en vigor. Obligarle a su lectura
sería ensañamiento. Sólo le dejaré este botón como muestra: 01.01.01. Los
primeros españolitos que han venido al mundo en estas tierras, que algunos
seguimos llamando España, han sido un niño peruano en Valencia y una niña
guineana en Madrid; eso sí, hija de una inmigrante clandestina. Y ese es el
signo de los tiempos: nuestras mujeres ya no paren criaturas y la “raza” tiene
que alimentarse de pueblos pobres, pero prolíficos. Vamos al mestizaje, mal que
pese a los profetas defensores de las esencias de algunos pueblos hispanos.
Y este otro botón, como muestra del último párrafo de las
últimas anotaciones del último día del mismo año: Aquí, ayer, el Hombrecito del
Bigote ha recibido de manos del presidente belga la bandera de la Comunidad
Europea y toca presidir la Comunidad durante los próximos seis meses. Aznarín
aprovecha para hablar del cerco al terrorismo y del cierre de sus fuentes de
suministros financieros; mientras, en el Parlamento vasco aprueban hoy los
presupuestos con ayuda de Batasuna y la ausencia del PSOE y PP. Favor que el PNV
tendrá que pagar, claro. Mañana comienza a funcionar el euro como moneda única…
Eppur si mouve. ¡Qué planeta, Miquelarena!
No se admiten reclamaciones. Como Pilatos, quod scripsi scripsi.
Post, pero que muy post, Sr.Viator, sin necesidad de nocturnidad hace Vd.uso de todos los fragmentos, cachos, retales que le dá la gana como un Roland Barthes cualquiera y no le da cosa de que a sus siguientes seguidores se les atragante en la garganta cuales golillas apretados en busca de la vida...¡¡¡Vaya!!!
ResponderEliminarQué buena idea, amigo. Te sugeriría que buscases los días que escribiste sobre las Manos de Guayasamín. O aquellos cuentos maravillosos que dedicaste a la mujer extremadamente fumadora y sobre todo a la que no quería envejecer como la madrastra de Blancanieves. Un beso.
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