Andan los pensionistas soliviantados con eso del recorte de
pensiones desde los tiempos de la Báñez, esa impresentable ministra de Rajoy
que encomendaba la resolución de los problemas sociales a la virgen del Rocío
mientras nos subía las pensiones de cuartillo en cuartillo anual, y encima se
cachondeaba de nosotros con la carta que nos enviaba cada mes de enero
presumiendo de la subida.
En alguna de aquellas manifas participé yo más por desahogo
que por convicción de que aquello se arreglase. Que no se arregló, sino que
empeoró con aquella perniciosa ley de reforma laboral del malhadado Rajoy, que
Pedro Sánchez ha descafeinado un poquito para que todo siga igual. Pero, al
menos gritábamos nuestra frustración en la calle, que eso da como mucho alivio
a las tensiones sociales y uno regresa a la resignación de siempre con la
satisfacción del deber cumplido.
Pues eso, improbable y caro lector, que cumpliendo el refrán del animal que tropieza dos veces en la misma piedra, hoy día 12 de febrero, cuando escribo ésta que lees, he estado en la manifestación en defensa de las pensiones, convocada por la confederación de asociaciones de jubilados de todas las Españas aquende y allende las taifas autonómicas.
Muchos, muchos, no hemos sido, que calculo que todos cabíamos
en un tren del metro en hora punta. Un poco apretados, eso sí, y con mascarilla.
Ya se sabe que el jubilado en general, por cuestión de la edad provecta que nos
habita, la desgana artrítica que nos anquilosa y las obligaciones domésticas
paritarias que nos atan desde que abandonamos el machismo para aspirar a la
posmodernidad, hemos perdido la fe en la acción directa y creemos más en las
series del Netflix ese que adormece nuestras dendritas neuronales.
Aun así, un puñado de irreductibles pensionistas hemos ido a gallear un rato a Callao con la pretensión de llegar hasta el Congreso de los Diputados. Claro que los Padres Conscriptos de la Patria estaban muy enfrascados en lo suyo como para prestarnos atención, así que la policía, con buen criterio y para no entorpecer sus arduas deliberaciones, nos ha puesto barreras azules a 50 metros de la puerta de las Cortes. ¡Somos pensionistas, no terroristas! Hemos coreado, pero ni flores. No es que Sus Señorías no nos prestasen atención, es que, por norma, al Hemiciclo no llegan la voz de los ciudadanos. Ya nos ponen una urna cada cuatro años, para roamos el hueso.
Recortan sanidad, recortan las pensiones. A ver si se equivocan y se cortan los cojones, coreaba el personal con entusiasmo. Alguna vez algún filólogo debería hacer una tesis doctoral sobre el valor del ripio en las manifestaciones populares. El ripio es una forma espontánea de poesía popular que dice, de forma sentenciosa, aquello que el pueblo soberano siente y no sabe expresar como pensamiento complejo. Corear un ripio con una musiquilla elemental es una poderosa forma de cohesión social en toda manifa que se precie. Pensionista p’adelante, y al que no le guste, que se joda y que se aguante, o, No falta dinero para las pensiones, aquí lo que sobra son muchos ladrones, coreado con recochineo y convicción por una masa, es un aglutinante que compacta mucho. Y no es que un servidor quiera ponerse escatológico o faltón, sino que lo escribo aquí a modo de ilustración al lector.
Respecto a la organización, nada que objetar; todo estaba previsto y cada cosa en su lugar, empezando por un jubilado tullido que pusieron en silla de ruedas motorizada por delante de la pancarta de cabecera. Eso atrae mucho los buenos sentimientos de los curiosos que por allí pululaban y de las cámaras de las teles, siempre ansiosas de casquería sentimental con que cebar el morbo de sus adictos. Psicología de masas, deben llamar a eso…
El recorrido también estaba bien pensado, Gran Vía abajo, hasta Cibeles, pasando por el Banco de España, donde hubo un recuerdo para el continente (Ahí está la cueva Alí Babá) y el contenido, o sea, su Gobernador (Rescatas al banquero y jodes al obrero). De pasada, el despacho del alcalde a quien se dedicó un Hoya, hoya, hoya, Almeida cara… lo que sigue. En fin, uno no querría abundar en exabruptos rimados que terminan por desmerecer la intencionalidad de la convocatoria.
Por lo demás, bien. Esperando con ilusión la próxima mani para
tomarse un desahogo popular que, como ya se ha dicho, alivia mucho las
tensiones sociales del personal cabreado. Que no se diga que los jubilatas no
tenemos marcha: Menos banderas, más enfermeras, más si tenemos en cuenta
que, con nuestra senectud y a pesar del entusiasmo, estamos más para lo segundo
que para lo primero.
Muy bien Juanjo, pero como ta recortaron todo, ahora que se corten los cojones
ResponderEliminarQué risas más buenas y necesarias, mucho humor intelegente.
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