sábado, 18 de abril de 2009

En paradero desconocido.-

Estos días, asuntos familiares me han tenido alejado de mi bitácora internautera, lo que ha provocado una gran inquietud entre los numerosos blogueadores que la visitan. Yo no lo sabía, pero resulta que esta bitácora, nacida de los ocios jubilares, se va haciendo popular entre los navegantes internáuticos y la visitan con más frecuencia de lo que yo suponía. Debe ser porque desde ella no se pretende cambiar el mundo (tampoco rezarle aménes acomodaticios), ni se imparte doctrina ideológica (política, religiosa o social) ni de otro cualquier tipo; o bien porque siempre llama la atención de los veteranos internautas que un jubilata-quasi-analfabeto-en-asuntos-de-informática sea capaz de sacarla adelante y hasta hacerla amena.
Cualquiera que sea la razón, lo cierto es que por ella recalan navegantes a la deriva que terminan siendo asiduos (algunos, no exageremos), como quien atraca en el puerto perdido de una isla que está fuera de las rutas turísticas pero que tiene el exotismo de lo intranscendente, donde uno no tiene que aparentar ser más de lo que es. Me explico: esta bitácora mía es el lugar donde uno puede pasear sus calles en chancletas y visitar sus lugares sin cita previa y sin el envaramiento de una corbata y traje. Es un lugar de andar por casa, como cosa de jubilado en zapatillas.
Pues, como decía, asuntos de salud –que parecen ir por buen camino– me han tenido alejado esta semana y no he hecho anotaciones en la bitácora. Lo cual ha sido motivo, como he dicho, de inquietud por parte de mis asiduos visitantes. En mi ausencia, parece que ha habido un conciliábulo del que ha surgido un representante, de nombre Antonio Moyano, comisionado para pesquisar mi paradero. Al señor Moyano no lo conozco personalmente, pero tengo de él las mejores referencias por terceras personas que sí le conocen a él y me lo han encomiado mucho. Además, sé que es uno de los asiduos lectores de mis bagatelas y, ocasionalmente, crítico ponderado de los comentarios que aparecen de tarde en tarde.
Lo cual me trae a otro asunto. Si los navegantes que hacen aguada en mi isla son ya tantos ¿Por qué ese temor a dejar comentarios? Leer una reflexión, un cuento, un comentario de noticia siempre estimula una respuesta, pero es poco frecuente que el lector deje constancia de su propio punto de vista. No sé si es por timidez, por despreocupación, por agrafía congénita, pero la verdad es que pocos navegantes dejan constancia escrita de su paso. Antonio Moyano, que parece tener tanta influencia entre los internautas aficionados a mi bitácora, debería hacer algo por animarles a la expresión escrita. Y, si se me permite una sugerencia, yo invitaría al señor Moyano a que lo propusiera en la próxima asamblea de visitantes. Espacio para los comentarios hay; censura, ninguna.
Así que ¡Adelante, señor Moyano! Anime usted a la gente a escribir. De lo que aquí quede constancia siempre podremos extraer un florilegio para ilustrar a futuras generaciones. O un compendio de sesudas reflexiones para guía de caminantes. O una antología del disparate para rechifla de lectores ociosos…

2 comentarios:

  1. Agradezco sus amables palabras, D. Juan José. Sabe usted poco de mí, y quizá yo poco de usted, pero su blog rezuma bonhomía y formalidad. En este aspecto quiero que sepa que, pese a la comodidad y el "andarporcasarismo" que alienta para el visionado de su blog, yo siempre utilizo mi traje de los domingos, corbata y gemelos incluidos, para deleitarme con sus comentarios en la pequeña pantalla, ésta culta, no como la tonta de su hermana mayor.

    ResponderEliminar
  2. Agostinho Pinheiro19 de abril de 2009, 14:06

    A mi me gusta disfrutar de su blog en calzoncillos y camiseta de tirantes. Nunca he creído que un blog sirva para sentar cátedra. Yo animo a la gente a salir a las terrazas, en calzoncilos con los portátiles y a disfrutar, ahora que viene el buen tiempo. No quiero polemizar con ese señor, pero el formalismo y el blog no son buenos compañeros de camino.
    Un saludo

    ResponderEliminar