jueves, 30 de abril de 2009

Este miércoles, por la tarde.-

Teresa y yo hemos ido, ayer miércoles por la tarde, a ver una película en un cine de Callao y, a la salida, hemos bajado la Gran Vía dando un paseo. Al pasar junto al edificio de la Telefónica, vemos uno de esos bobos espectáculos urbanitas que llaman performances art: dos filas de gente joven, situadas a ambos lados de la acera, con sedas raquetas y haciendo como que golpean una imaginaria pelotita de tenis. Parecían lanzársela unos a otros por encima de la cabeza de los viandantes, a la vez que soltaban exclamaciones de esas que dice el juez pista en los torneos: ¡No!, ¡Out! Con la íntima satisfacción de saberse protagonistas de un espectáculo original, los participantes dan saltitos en un supuesto afán de alcanzar la inexistente pelotita con la raqueta, sueltan sus ¡No! ¡Out! y sonríen felices a la nada de su estúpida alegría de "performantes" callejeros.
Mientras los del performance ese se aplican en sus inútiles raquetazos al aire, la gente camina entre ambas filas de esforzados tenistas de atrezzo. Pasa entre el abaniqueo de raquetas, aparentando indiferente ante el espectáculo, como si un performance se lo encontrase uno todos los días dentro de la hamburguesa del McDonald.
Entiendo que esa indiferencia es también una pose, ya que cada urbanita, en la Gran Vía y a estas horas, es un espectáculo de sí mismo y representa, con la seriedad del mediocre, la comedia de su propia superficialidad. Los que hacen fotos del evento con sus cámaras y sus móviles también forman parte de este espectáculo un tanto guiñolesco y cumplen su papel de reporteros gráficos de lo insustancial.
Todo ello es un juego superfluo, efímero y muy cool, que roza las meninges sin mancharlas. A mí, apenas me ha dado para este comentario.
Y ya que estamos puestos, la película que hemos visto es Los abrazos rotos. No me ha convencido porque la historia es un tanto melodramática y sin excesiva originalidad, como de telenovela de sobremesa y sofá casero. Sus personajes son un poco acartonados y las razones del drama poco convincentes, e incluso tópicas. Creo que actores como Elsa Portillo, se merecían algo mejor para lucir sus habilidades de intérprete veterana. Sí que me ha llamado la atención el intenso colorido de los ambientes, porque, siendo tan “colorín neón” (no se me ocurre llamarlo de otra forma) y con una decoración un tanto kitsch, parecía no reñir con la historieta que allí se nos contaba. De cine no sé nada, pero creo que Almodóvar debe tener un sentido especial para la luz y los colores, ya que se queda un paso por detrás de lo cursi y chabacano, y logra no ofender con esa exuberancia colorista de maruja con vestido fiestero y maquillada como para boda de sábado por la tarde.
Y esto es lo que ha dado de sí la tarde del miércoles…

2 comentarios:

  1. Se veía venir. No has escatimado a la hora de "tomatear" a los nadales callejeros y, al final, se te acabaron las bayas para su auténtico merecedor...

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  2. Pues yo creo que don Juan José sí hace crítica de la película de Pedro Almodóvar. Se nota que, como amante del buen cine de Garci, distingue el gato de la liebre, y cuando no le gustan las sopas que le ofrecen no se las come. Vayya para usted mi aplauso, don Juan José.

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