No es que la necesitásemos, pero tener una excusa para ponerse en viaje le confiere a éste la seriedad de las cosas bien planificadas y hechas con cabeza. ¿Y qué mejor excusa en estos días que visitar la exposición de Las Edades del Hombre? Soria es una hermosa ciudad castellana que, sin necesidad de mayores justificaciones, es digna de una visita reposada. Apenas a tres horas de Madrid, en cuanto terminen la autovía que están abriendo desde Medinaceli, llegar a ella será un paseo.
Y, sí, visitamos las Edades del Hombre en la concatedral de S. Pedro. También fuimos a ver San Baudelio de Berlanga y la ermita de San Miguel en Gormaz, que forman parte de la exposición, con sus frescos románicos. Como no se trata aquí de marcar una guía turística, baste con dejar constancia de que aprovechamos unos días para recorrer estas tierras y recomendar vivamente una excursión a quien le gusten los áridos paisajes mesetarios, con sus vergeles en torno a los cursos de agua del Duero y sus afluentes, las enormes pinaradas por tierras de Urbión, los bosques de sabinas de Calatañazor, y las agrestes Tierras Altas.
Tierras Altas es una zona soriana que mira hacia tierras de Rioja y llega hasta la comarca de Cameros. Llegar allí es fácil, basta tomar la comarcal SO 615, que nace en Garray, al pie de la antigua Numancia, y seguir hacia el norte. Aquí la meseta se encrespa con un ramal montañoso del Sistema Ibérico, por encima de los 1000 m de altitud (el puerto de Oncala está a 1452 m.); una orografía muy trabajada por la erosión, de perfiles alomados y tierras calcáreas ayunas de bosques y vegetación frondosa. A los pies de la sierra de Cameros y junto al río Cidacos, Yanguas, una villa con historia.
Como único vestigio de su muralla, conserva una puerta medieval – la Puerta del Río – donde se cobraba el portazgo de las mercancías que entraban a la villa. Un privilegio de Alfonso XI, de 1347, eximía de pagar portazgos a comerciantes y arrieros yangüeses en casi toda Castilla y, quizás eso hizo que los habitantes del pueblo hiciesen oficio de la arriería durante siglos. Mientras subíamos por su calle mayor empinada, entre sólidos caserones construidos en mampostería, me vino a las mientes la desventurada aventura de don Quijote con unos desalmados arrieros yangüeses, quienes le apalearon a modo. Y todo porque al bueno de Rocinante se le alegraron las pajaritas al ver una manada de “hacas galicianas” y se puso un tantico rijoso. Aquellas hembras estaban más por pacer la hierba que por atender los requerimientos del rocín y le recibieron a coces y dentelladas. Los yangüeses, que veían peligrar la honra de sus yeguas, le dieron una somanta de palos y, a don Quijote y Sancho, por salir en defensa de Rocinante, también los molieron sin contemplaciones. –A lo que yo veo, amigo Sancho, éstos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea…– Gente dura y bronca, estos yangüeses, como correspondía a quienes se pasaban la vida trashumando.
En el arrabal del pueblo, aún sigue en pie un hermoso templo: la iglesia de Santa María, que parece abandonada a su suerte, con un precioso retablo barroco y, en el coro, un órgano que duerme el silencio del olvido. En el recinto de acceso, un guarda sestea en una hamaca con la oreja pegada a una radio de transistores y, atado a la verja de entrada, un trozo de cartón escrito a mano con letra desigual con una advertencia: “entrada 1 euro”. Nosotros entramos en la iglesia, admiramos su hechura, sus pasados esplendores, curioseamos, lamentamos el abandono en que se encuentra esta joya gótico renacentista y, al salir, el guarda adormilado sacude un poco la cabeza y nos mira somnoliento.
El euro no se lo dimos, no se lo había ganado.
Y, sí, visitamos las Edades del Hombre en la concatedral de S. Pedro. También fuimos a ver San Baudelio de Berlanga y la ermita de San Miguel en Gormaz, que forman parte de la exposición, con sus frescos románicos. Como no se trata aquí de marcar una guía turística, baste con dejar constancia de que aprovechamos unos días para recorrer estas tierras y recomendar vivamente una excursión a quien le gusten los áridos paisajes mesetarios, con sus vergeles en torno a los cursos de agua del Duero y sus afluentes, las enormes pinaradas por tierras de Urbión, los bosques de sabinas de Calatañazor, y las agrestes Tierras Altas.
Tierras Altas es una zona soriana que mira hacia tierras de Rioja y llega hasta la comarca de Cameros. Llegar allí es fácil, basta tomar la comarcal SO 615, que nace en Garray, al pie de la antigua Numancia, y seguir hacia el norte. Aquí la meseta se encrespa con un ramal montañoso del Sistema Ibérico, por encima de los 1000 m de altitud (el puerto de Oncala está a 1452 m.); una orografía muy trabajada por la erosión, de perfiles alomados y tierras calcáreas ayunas de bosques y vegetación frondosa. A los pies de la sierra de Cameros y junto al río Cidacos, Yanguas, una villa con historia.
Como único vestigio de su muralla, conserva una puerta medieval – la Puerta del Río – donde se cobraba el portazgo de las mercancías que entraban a la villa. Un privilegio de Alfonso XI, de 1347, eximía de pagar portazgos a comerciantes y arrieros yangüeses en casi toda Castilla y, quizás eso hizo que los habitantes del pueblo hiciesen oficio de la arriería durante siglos. Mientras subíamos por su calle mayor empinada, entre sólidos caserones construidos en mampostería, me vino a las mientes la desventurada aventura de don Quijote con unos desalmados arrieros yangüeses, quienes le apalearon a modo. Y todo porque al bueno de Rocinante se le alegraron las pajaritas al ver una manada de “hacas galicianas” y se puso un tantico rijoso. Aquellas hembras estaban más por pacer la hierba que por atender los requerimientos del rocín y le recibieron a coces y dentelladas. Los yangüeses, que veían peligrar la honra de sus yeguas, le dieron una somanta de palos y, a don Quijote y Sancho, por salir en defensa de Rocinante, también los molieron sin contemplaciones. –A lo que yo veo, amigo Sancho, éstos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea…– Gente dura y bronca, estos yangüeses, como correspondía a quienes se pasaban la vida trashumando.
En el arrabal del pueblo, aún sigue en pie un hermoso templo: la iglesia de Santa María, que parece abandonada a su suerte, con un precioso retablo barroco y, en el coro, un órgano que duerme el silencio del olvido. En el recinto de acceso, un guarda sestea en una hamaca con la oreja pegada a una radio de transistores y, atado a la verja de entrada, un trozo de cartón escrito a mano con letra desigual con una advertencia: “entrada 1 euro”. Nosotros entramos en la iglesia, admiramos su hechura, sus pasados esplendores, curioseamos, lamentamos el abandono en que se encuentra esta joya gótico renacentista y, al salir, el guarda adormilado sacude un poco la cabeza y nos mira somnoliento.
El euro no se lo dimos, no se lo había ganado.
Agradezco sus siempre interesantes comentarios y le garantizo, asumiendo la crítica vertida en su crónica de la visita a la iglesia de Santa María, que no se volverá a repetir el motivo de desaprobación que comenta: hemos procedido a amonestar y posteriormente a despedir al funcionario de puerta de monumento.
ResponderEliminarUn saludy ruego sepa disculpar la molestia causada.
Venancio Romera. Jefe del Servicio de Manutención de Monumentos y Enseres de la Delegación de Patrimonio Cultural Provincial de la Junta de Castilla y León.
Acogiéndome al derecho de réplica, según R.D.135/2001, de 29.02, digo a D. Venancio Romera: La Iglesia de Santa María de Yanguas depende del Patronato Monumental de la Comarca de Cameros, que yo dirijo. Por lo tanto, el Servicio de Manutención de Monumentos y Enseres no es competente en la materia para amonestar y despedir al funcionario de referencia. Además, se trata de mi primo.
ResponderEliminarDesde hace ocho años vengo manteniendo relaciones más o menos sentimentales con la hija de D. Venancio, siempre sin el consentimiento de éste. Sin entrar en detalles, considero que el desagrado que producía tal relación en mi futuro suegro ha sido la causa de varias discusiones que han desembocado en mi despido y posterior readmisión. No se preocupe nadie. Agradezco a D. Agustín Temprano que haya hecho honor a su apellido y rápidamente acudiera en mi apoyo y le aviso de paso de las intenciones de mi suegro de ponerlo "de patitas en la calle", ya que como bien sabe, el Patronato Monumental de la Comarca de Carneros depende directamente del Servicio de Manutención de Monumentos y Enseres.
ResponderEliminarManuel Puñalera. Funcionario monumental.