Si tratara de explicar a los nietos de mi cuñada –pongo por caso– que, cuando yo tenía su edad no existía la tele, estoy seguro de que me mirarían como a un Cro-Magnón en traje de lagarterana: un absurdo anacrónico. Es imposible concebir, para las últimas generaciones, un mundo donde alguna vez no hubo tele.
Pero, si a la gente de mi edad le preguntásemos desde cuándo existe el periodismo, más de uno respondería que desde siempre. A ver, es lo que hemos visto desde que hacíamos las primeras letras en la escuela pública. La prensa escrita llegaba a los pueblos, aunque a veces con algún día de retraso. Aún conservo el recuerdo de niño, con mi padre leyendo La Vanguardia, no sé bien por qué, ya que en aquellos entonces vivíamos en Navarra y resultaba más próximo el carcunda El Pensamiento Navarro, o el omnipresente Arriba.
Me explico. Estos días estoy leyendo Los Avisos del Madrid de los Austria y otras noticias, editado por José Mª Díez Borque. En él se hace un estudio preliminar de la época del autor de los Avisos, Jerónimo de Barrionuevo, y se recoge la colección de avisos o noticias que éste envió a un deán de Zaragoza entre 1654-1658 (finales del reinado de Felipe IV).
Prensa periódica, propiamente hablando, en aquellos tiempos no había. Existían modalidades de prosa informativa bajo la forma de avisos, relatos de viajeros, cartas, gacetas; un conjunto de noticias y comentarios personales que no iban destinado a un público extenso, como el actual periodismo. Los Avisos eran noticias cotidianas que daban personas enteradas de los negocios de la Corte, por lo que, para estar al tanto de los asuntos que se cocían en ella, un personaje adinerado que viviera alejado de la Corte, alquilaba un corresponsal en Madrid y le pagaba en especies (vestidos, alimentos…) o en dineros. Así, con puntualidad, recibía información por la posta de los asuntos que se trataban en los círculos de poder y en los mentideros de la Villa.
Por lo que se conoce de Jerónimo de Barrionuevo se echa de ver enseguida que era hijo de su tiempo, como Góngora o Lope (escritor de comedias, clérigo y un tantico faldero). Fue granadino que estudió latines en Belmonte. Luego fue estudiante en Alcalá y en Salamanca, donde le encarcelaron unos días por unas cuchilladas que dio por cuestión de amores. Hizo carrera militar en Italia y vivió en Roma, de donde regresó a España para ejercer la carrera eclesiástica, como tesorero de la catedral de Sigüenza. Y, por lo que se ve, durante los años que envía los avisos desde la Corte, fue canónigo absentista (no ejercía, pero cobraba sus canonjías), un poco al modo de los parlamentarios actuales. Ya digo que su condición de canónigo – aparte de corresponsal en Corte – no le impidió su afición por las mujeres, por lo menos así lo declara en verso:
Las blancas y las morenas
Todas me parecen buenas,
Y en rigor
Ninguna mujer mejor
Que las mujeres ajenas.
La temática de sus avisos es muy variada: política, guerra, economía, religión, teatro y literatura, delincuencia y castigos, hechos portentosos, noticias de la vida corriente… Son cinco años anotando los sucesos de la Corte para informar a su patrocinador el deán de Zaragoza.
Y como estas notas que escribo no son más que comentarios de lector ocioso, copio aquí alguno de sus avisos. Por ejemplo, este de la preñez real (25-11-1654): Dícese tiene la Reina sospechas de preñada. Dios lo haga, y si ha de ser hija ¿para qué la queremos? Mejor será que no lo esté, que mujeres hay hartas. Eran otros tiempos.
Sorprende que estos Austrias, dueños de medio mundo, sufrieran penurias económicas en palacio hasta el punto de faltarles la comida en la mesa. Este Aviso de 25-10-1656 es muy ilustrativo al respecto: Dícese que gusta la Reina de acabar de comer con confites, y que habiéndole faltado dos o tres días, salió la dama que tiene cuidado de esto y dijo que cómo no los llevaban como solían. Respondiéronle que el confitero no los quería dar porque le debían mucho y no le pagaban nada. Quitóse entonces una sortija del dedo y dijo: “Vayan volando por ellos con esta prenda a cualquiera parte”. Hallóse Manuelillo de Gante, el bufón, presente, y dijo: “Torne vuestra merced a envainar en el dedo su prenda”, y sacó un real de a cuatro y diolo, diciendo: “Traigan luego los confites aprisa para que esta buena señora acabe con ellos de comer”. La pobre reina comió sus confites gracias al rumboso del bufón, al cual le faltaría talla, pero le sobraba caballerosidad.
Y puestos a comadrear, ahí va este aviso de 19-06-1655: Ayer prendieron un fraile carmelita descalzo, sacerdote de misa, junto al Noviciado, en la calle de San Bernardo, que vivía casado, en hábito de seglar, con una mujer hermosa de Getafe. Lo que no hiciera un fraile no lo hará el diablo.
Por si alguien está interesado en conocer el ambiente de la Villa y Corte a mediados del S. XVII, la lectura de este libro resulta muy interesante y amena. Dejo aquí los datos: Jerónimo de Barrionuevo. Avisos del Madrid de los Austrias y otras noticias. Edición de José Mª Díez Borque. Comunidad de Madrid, Editorial Castalia. Madrid: 1996.
Pero, si a la gente de mi edad le preguntásemos desde cuándo existe el periodismo, más de uno respondería que desde siempre. A ver, es lo que hemos visto desde que hacíamos las primeras letras en la escuela pública. La prensa escrita llegaba a los pueblos, aunque a veces con algún día de retraso. Aún conservo el recuerdo de niño, con mi padre leyendo La Vanguardia, no sé bien por qué, ya que en aquellos entonces vivíamos en Navarra y resultaba más próximo el carcunda El Pensamiento Navarro, o el omnipresente Arriba.
Me explico. Estos días estoy leyendo Los Avisos del Madrid de los Austria y otras noticias, editado por José Mª Díez Borque. En él se hace un estudio preliminar de la época del autor de los Avisos, Jerónimo de Barrionuevo, y se recoge la colección de avisos o noticias que éste envió a un deán de Zaragoza entre 1654-1658 (finales del reinado de Felipe IV).
Prensa periódica, propiamente hablando, en aquellos tiempos no había. Existían modalidades de prosa informativa bajo la forma de avisos, relatos de viajeros, cartas, gacetas; un conjunto de noticias y comentarios personales que no iban destinado a un público extenso, como el actual periodismo. Los Avisos eran noticias cotidianas que daban personas enteradas de los negocios de la Corte, por lo que, para estar al tanto de los asuntos que se cocían en ella, un personaje adinerado que viviera alejado de la Corte, alquilaba un corresponsal en Madrid y le pagaba en especies (vestidos, alimentos…) o en dineros. Así, con puntualidad, recibía información por la posta de los asuntos que se trataban en los círculos de poder y en los mentideros de la Villa.
Por lo que se conoce de Jerónimo de Barrionuevo se echa de ver enseguida que era hijo de su tiempo, como Góngora o Lope (escritor de comedias, clérigo y un tantico faldero). Fue granadino que estudió latines en Belmonte. Luego fue estudiante en Alcalá y en Salamanca, donde le encarcelaron unos días por unas cuchilladas que dio por cuestión de amores. Hizo carrera militar en Italia y vivió en Roma, de donde regresó a España para ejercer la carrera eclesiástica, como tesorero de la catedral de Sigüenza. Y, por lo que se ve, durante los años que envía los avisos desde la Corte, fue canónigo absentista (no ejercía, pero cobraba sus canonjías), un poco al modo de los parlamentarios actuales. Ya digo que su condición de canónigo – aparte de corresponsal en Corte – no le impidió su afición por las mujeres, por lo menos así lo declara en verso:
Las blancas y las morenas
Todas me parecen buenas,
Y en rigor
Ninguna mujer mejor
Que las mujeres ajenas.
La temática de sus avisos es muy variada: política, guerra, economía, religión, teatro y literatura, delincuencia y castigos, hechos portentosos, noticias de la vida corriente… Son cinco años anotando los sucesos de la Corte para informar a su patrocinador el deán de Zaragoza.
Y como estas notas que escribo no son más que comentarios de lector ocioso, copio aquí alguno de sus avisos. Por ejemplo, este de la preñez real (25-11-1654): Dícese tiene la Reina sospechas de preñada. Dios lo haga, y si ha de ser hija ¿para qué la queremos? Mejor será que no lo esté, que mujeres hay hartas. Eran otros tiempos.
Sorprende que estos Austrias, dueños de medio mundo, sufrieran penurias económicas en palacio hasta el punto de faltarles la comida en la mesa. Este Aviso de 25-10-1656 es muy ilustrativo al respecto: Dícese que gusta la Reina de acabar de comer con confites, y que habiéndole faltado dos o tres días, salió la dama que tiene cuidado de esto y dijo que cómo no los llevaban como solían. Respondiéronle que el confitero no los quería dar porque le debían mucho y no le pagaban nada. Quitóse entonces una sortija del dedo y dijo: “Vayan volando por ellos con esta prenda a cualquiera parte”. Hallóse Manuelillo de Gante, el bufón, presente, y dijo: “Torne vuestra merced a envainar en el dedo su prenda”, y sacó un real de a cuatro y diolo, diciendo: “Traigan luego los confites aprisa para que esta buena señora acabe con ellos de comer”. La pobre reina comió sus confites gracias al rumboso del bufón, al cual le faltaría talla, pero le sobraba caballerosidad.
Y puestos a comadrear, ahí va este aviso de 19-06-1655: Ayer prendieron un fraile carmelita descalzo, sacerdote de misa, junto al Noviciado, en la calle de San Bernardo, que vivía casado, en hábito de seglar, con una mujer hermosa de Getafe. Lo que no hiciera un fraile no lo hará el diablo.
Por si alguien está interesado en conocer el ambiente de la Villa y Corte a mediados del S. XVII, la lectura de este libro resulta muy interesante y amena. Dejo aquí los datos: Jerónimo de Barrionuevo. Avisos del Madrid de los Austrias y otras noticias. Edición de José Mª Díez Borque. Comunidad de Madrid, Editorial Castalia. Madrid: 1996.
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ResponderEliminarMuy bueno este post. Si todos los avisos son así, es de lectura obligada.
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