martes, 15 de diciembre de 2009

Partir la cara.-

Hace un par de días, a Berlusconi, en Milán, un loco le ha roto literalmente la cara. He oído en tertulias varias que tal acción ha de ser reprobada sin ambages, que de ninguna manera puede justificarse tal agresión, ni siquiera en la persona de un político como el Berlusco. Eso es lo políticamente correcto. Pero un servidor tiene sus reservas respecto al bla-bla-bla cargado de sensatez de los tertulianos radiofónicos. Porque, siendo sinceros, ¿A qué ciudadano no le gustaría romperles la cara a sus políticos? A mí, sí. Otra cosa es que lo haga, ni aún teniendo la posibilidad, como el loco de Milán. Pero que se lo merecen y que ganas no nos faltan, sin lugar a dudas.
Ayer se reunieron en el Senado los presidentes de las comunidades autónomas. El gobierno de la nación trataba de colocarles el producto milagroso para salir de la crisis. Por supuesto, no llegaron a ningún acuerdo. No está el PP para hacer favores al Zapa, menos cuando la crisis económica y sus consecuencias sobre el paro ponen en evidencia que no saldremos del infierno recesionario tan fácilmente. Y ya se sabe la consigna: ¡ZP, culpable! En esas circunstancias, hay que ser un político muy torpe para echar una mano y que luego el ZP se lleve todas las alabanzas y, lo que es peor, salga reelegido.
Pero el ciudadano que patea el asfalto no comprende las sutilezas de los políticos. Lo que quiere es que, siquiera en asuntos como sacar al país de la recesión, se pongan de acuerdo y empujen todos del mismo lado del carro. Cuando lleguen las elecciones, ya decidiremos con nuestro voto quién nos parece mejor, si el gobierno que encarriló o la oposición que ayudó a salir del atolladero.
¡Ilusiones de jubitala ocioso! Se reunieron en el Senado y perdieron el tiempo y agotaron, una vez más, nuestra paciencia. Y luego se extrañarán que haya locos que rompan caras tan bien cuidadas como la berlusconiana.
El problema que yo veo en eso de romper caras de políticos, aparte lo que tiene de reprobable moralmente, es lo caro que nos iba a salir. Primero habría que comprar muchas, muchas réplicas de la Cibeles (lo del duomo de Milán quede para los locos de Italia) y luego perder una enormidad de tiempo yendo tras los políticos hasta poder chafarles la jeta, más el gasto público en cirujanos y odontólogos que remienden narices y dientes
rotos.
La cosa resultaría costosa (en tiempo y dinero) y antiestética, con nuestros políticos saliendo por la tele con la cara hecha un cristo. Yo propongo la solución más civilizada del periodista iraquí que le tiró los zapatos al Busch. ¿Quién no tiene por casa un par de zapatillas viejas? Pues eso serviría perfectamente. Zapatazo al don Tancredo político, que eso libera tensiones. Hasta el turrón nos iba a saber más dulce estas navidades.
(
La foto del Berlusco la he tomado prestada, con perdón, de un ejemplar del ADN)

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