Con las fechas que estamos, en cuanto nos descuidemos tendremos otra vez la navidad encima. Y, para que no se nos olvide, ya han empezado a recordárnosla en noviembre. No hay más que darse una vuelta por los súper del barrio, con toda la gama de turrones ocupando las estanterías e invitándonos a comprarlos y hacer acopio no sea que, si lo dejamos para más tarde, ya no queden existencias.
También el municipio, tan previsor, nos está advirtiendo que la navidad se aproxima. Basta con pasear por las calles céntricas y ver los adornos luminosos que está colgando. Solo que esta vez, por aquello de la recesión económica, ha sacado los diseños de años anteriores, para que se vea que no derrocha. Y, para dar ejemplo, los dineros recaudados con la tasa de residuos urbanos se aplicarán a la recogida de basuras producidas por los residuos de las mil chucherías que compraremos para la celebración. No hay más que pararse a pensar en los miles de toneladas de mierdas (reciclables o no) que vamos a producir en tan entrañables fechas, y eso cuesta una pasta.
Si no fuera por las grandes cadenas de distribución y por las luminarias municipales, a ver quién se acordaba de que estamos a un paso de las fiestas. Porque lo que es el clima, ése nos está despistando: luce el sol a diario, no bajan las temperaturas, no llueve ni nieva y parece empeñado en que vivamos una permanente y suave otoñada. Así no hay forma de ponerse en ambiente.
Pero sea como fuere, lo cierto es que en cuatro días tendremos los belenes montados y los espumillones cuajarán los arbolitos de plástico; los Papás Noel y las variopintas trinidades de Reyes Magos ya habrán hecho acopio de toda la producción de la industria juguetera china; las familias estarán sacando brillo a sus tarjetas de crédito y los políticos nos trasmitirán mensajes de bonanza económica para finales de 2010. Más o menos, como todos los años – salvo lo último –, lo que resulta francamente aburrido y reiterativo hasta el hastío.
Por esa razón va siendo hora de darle otro sentido a la navidad. La navidad consumista y de oropeles es previsible, vulgar en su reiteración y derrochona. Por eso, porque sabemos que los recursos del planeta son limitados, a pesar de la doctrina neoliberal depredadora, declaramos que otra navidad es posible. Lo único que nos falta es un poco de imaginación para buscar los medios que den sentido a nuestra felicidad en las próximas fiestas. Presuponiendo todo lo anterior, ahí van unas cuantas sugerencias:
Otra Navidad es Posible, opción: que el cambio climático no te pille con el culo al aire.-
Si a estas alturas alguien – salvo los ideólogos del sistema – no se cree que el cambio climático es irreversible, va dado. Es una lotería que nos va a tocar a todos, aunque no sabemos aún para cuándo será la pedrea. Como muestra, baste con seguir la evolución de la climatología y sus consecuencias: la desertización progresa, los glaciares de los polos van derritiéndose, las lluvias cada vez se resisten más a visitarnos y cuando lo hacen es en forma de inundaciones, y la temperatura ha subido un par de grados, y lo que te rondaré morena.
Cuando el Sahara salte el Estrecho, a los primeros que nos va a tocar será a nosotros. Las bonitas praderas de los campos de golf se convertirán en eriales, nuestros bosques habrán ardido en un multicolor muestrario de fuegos artificiales, las lujosas urbanizaciones de las playas quedarán anegadas por el ascenso del nivel de los mares, aparte otras noticias truculentas que los programas televisivos se encargarán de mostrarnos con todo lujo de detalles.
Viniendo así la cosa, las navidades son una excelente ocasión para desempolvar los buenos propósitos y ponerlos –esta vez, sí– en práctica. Para eso, no hay nada como inspirarse en los entrañables belenes domésticos. ¿Quién no tiene en su casa unos reyes magos caballeros en sus dromedarios? ¿O un rebaño de ovejas y cabritas de plástico junto al lago de papel de plata? Pues ese es el modelo a seguir.
Para cuando el Retiro sea un campo yermo, para cuando la arboleda del paseo de Recoletos no sea más que un recuerdo borroso y el césped de las urbanizaciones de la Moraleja se haya agostado definitivamente, hay que estar preparado. El día que por el Canal de Isabel II no corra una gota de agua ya será demasiado tarde.
Para cuando eso ocurra, qué mejor que ir pensando en montar un criadero de camélidos. Para aquel entonces un camello tendrá más valor que el más lujoso de los coches actuales, y será más útil y de más barato mantenimiento. El camello se alimenta con cualquier hierbajo y puede pasar una semana sin beber; puede transportar personas y mercancías y no hay que llevarlo al taller, ni pasar la ITV, ni cambiar de modelo cada tres años. Además, no está reglamentado que pague peaje en las autopistas. Todo son ventajas.
También habrá que prever la cría masiva de cápridos. Son animales muy autónomos y resistentes a las condiciones más adversas; se alimentan hasta de la cal de las paredes y, en caso de necesidad, rumian las espinas de las acacias y las hojas de los periódicos y hasta la ropa que nos sobra en el armario. Producen crías, leche, hueso y cuero, con todos los productos derivados de los mismos; por ejemplo: con sus huesos pueden hacerse agujas para coser y cucharas para tomar la sopa. Son suficientes para mantener la economía doméstica, fabricar zapatos y zamarras y son un motor económico no desdeñable, pues fomentan un elemental comercio alimentario y de materias primas.
Otra Navidad es Posible, opción: Los carburantes fósiles son un asco.-
Esta opción es complementaria, compatible e intercambiable con la opción anterior. Vuelven las navidades y vuelven los atascos por las calles del centro, los odiosos embotellamientos en la M 30, la M 40 y sucesivas eMes, además de la maraña de carreteras que enlazan la ciudad con su corona urbana. Y todo eso para ir a hacer las compras de última hora, para ver los colorines y cimbeles publicitarios de los grandes centros comerciales, para disfrutar de las opciones de ocio a precios inflados, que para eso es navidad y hay que hacer negocio. Los niveles de contaminación se ponen por las nubes y la gente se pone asmática perdida y es propensa a todo tipo de alergias, y ni las campañas antitabaco te limpian los pulmones. Y todo por culpa de los carburantes fósiles.
Las consecuencias ya las sabemos: lluvia ácida, deterioro de la capa de ozono, efecto invernadero y el coche con dos dedos de carbonilla en cuanto lo dejas a la puerta de casa un par de días. Además, con tanta contaminación, el traje se atufa, la corbata de diseño adquiere un colorcillo amarronado que desluce un montón, el modelito Cortefiel coge un sospechoso olor a residuos sulfurosos y desmerece en el cotillón de fin de año… Sin contar el precio de los carburantes, que siempre se dispara por estas fiestas. Por si fuera poco, nos vamos haciendo a la idea de que en pocos decenios se agotarán los pozos de petróleo y los yacimientos de gas. ¿Y entonces, qué? Pues eso, que ya va siendo hora de decir “¿Gasolineras? ¡No, gracias!” Otra navidad, sin carburantes, es posible.
Aprovechando que el municipio nos llena los barrios de carril bici, cambiemos, ahora que estamos a tiempo, el coche por la bici. Ésta viene a ser como el camello del que hablábamos en la opción anterior, solo que más esquemática. Tiene, sobre el camello, la ventaja de que te la puedes subir a casa para que no te la desguacen en la calle, aunque con una desventaja manifiesta: tienes que pedalear, para lo cual hace falta buen fuelle. Contaminados como estamos de monóxido de carbono por culpan de los carburantes fósiles, no es una opción al alcance de todos los pulmones, aunque sí utilizable por aquel segmento de la población más joven. Camello y bici serán vehículos complementarios.
Además, con los miles y miles de coches fuera de servicio, piénsese en los millones y millones de bicicletas que podrán hacerse a precios low cost, fomentando así la industria del reciclado. Y los garajes y estacionamientos subterráneos serán muy útiles para aparcar los camellos que, por razón del pequeño espacio de las viviendas, no se pueden subir a casa. Piénsese en las enormes posibilidades de negocio que habrá al alquilar plazas para estabular camélidos. Y en que el municipio duplicará los ingresos por zona azul: en una plaza de coche caben dos camellos. Y también los ciudadanos sacarán su parte de beneficio, ya que lo que la alcaldía recaude en aparcamientos camellares nos lo deducirá de la tasa de basuras. Mejorará la atmósfera de la ciudad, sus habitantes tendrán un respiro económico y el alcalde será reelegido hasta la consumación de los siglos.
Otra Navidad es Posible, opción: Navidades republicanas.-
¿Alguna vez nos hemos parado a pensar en lo que nos cuestan los Reyes? Me refiero a los Reyes Magos, claro. Gran parte del presupuesto familiar navideño se destina a la compra de regalos para los pequeños de la casa. Y es sabido que los niños actuales no se conforman con cualquier cosa: consolas de última generación, teles de plasma, ordenadores, teléfonos móviles, calzado de marca y un inacabable etcétera que dejan la paga extra anémica. En cuanto a los Reyes para los mayores, nadie se conforma con menos de un crucero de lujo o una estancia en la rivera Maya. Y todo ¿Por culpa de quién? Por culpa de los dichosos Reyes Magos y de sus compinches Papá Noel y Santa Klaus, conchabados con la realeza oriental a la hora de exprimir el bolsillo familiar.
Unas navidades republicanas pondrían coto al derroche de juguetes y caprichos al que estamos acostumbrados. Pero, como la gente es muy conservadora y se resistiría a cambiar de costumbres de un día para otro, podríamos iniciar una campaña masiva de distribución de lacitos tricolores, al modesto precio de 50 céntimos de euro. Con lo recaudado, no habría más que montar una agresiva campaña publicitaria para convencer al pueblo soberano de que otra navidad sin derroche es posible y, si además republicana, más propicia al desarrollo sostenible.
Para ello habría que desterrar, previamente, a las figuritas de los Magos que se ponen en los belenes y sustituirlas por enanitos de esos que se ven en los jardines de los chalés, con su cara bonachona y su pico o pala en la mano. De todos es sabido que los tales enanitos vivían del producto de su trabajo y no llevaban un céntimo en el bolsillo, lo que supondría un mensaje subliminal al verlos en torno al portal de Belén: felices, trabajadores y sin gastar un duro. Si, además, en lugar de estrella sobre el portal, se pusiese el consabido lazo tricolor, mejor. Lo republicano no quita lo entrañable.
Desterrados los Reyes de centros comerciales, belenes y cabalgatas, todo el mundo ahorraría muchísimo porque nadie se acordaría de pedirles nada. El producto de esos ahorros iría a engrosar las cuentas de los bancos y así, en cuanto los nuevos Norman Brotherds, los Merry Linch y demás aventajados alumnos de Milton Friedman volviesen a desbaratar la economía mundial, todos, con espíritu republicano, arrimaríamos el hombro. Y, para simbolizar tan fraternal cooperación, podría colocarse una guillotina miniaturizada frente al palacio de Herodes con un angelito regordete que sostuviera un cartel destellante: “A la tercera va la vencida”, para general conocimiento.
Pero si eres de los que se ciscan en el catastrofismo ecologista, o de los que piensan que el mundo está bien como está, también hay opciones para disfrutar de unas navidades distintas. Unos breves ejemplos servirán:
Otra Navidad es Posible, opción: Esta Nochebuena sienta un político corrupto a tu mesa.-
Opción un tanto arriesgada, apta únicamente para familias con solvencia económica, ya que el político corrupto es voraz en extremo y la mesa ha de estar muy bien abastecida. Tiene la ventaja de que proporciona muy buenos contactos y te recalifica el belén en parcelitas a precio de amigo.
Otra Navidad es Posible, opción: El día de los Santos Inocentes descapitaliza un banco.-
Esta, por el contrario, no supone riesgo ninguno, ya que el Estado corre con los gastos, y resulta muy gratificante por aquello de las vacaciones en un paraíso fiscal a elección del interesado.
Otra Navidad es Posible, opción: Crucero en patera desde Gambia hasta las Canarias.-
Una navidad única y, si la patera naufraga, irrepetible. Pero, si llegas, tiene la gran ventaja de que te convences, de una vez por todas, de haber nacido en el lado bueno del mundo.
Como puede verse, las opciones son múltiples e intercambiables, sustituibles o acumulables sin restricción ninguna. Como se trata de hacer posibles otras navidades, las opciones quedan abiertas a la imaginación y cada cual puede elegirlas según su gusto o inventarse unas nuevas. Todo menos comer el turrón a plazo fijo.
¡Otra Navidad es posible, coño!
También el municipio, tan previsor, nos está advirtiendo que la navidad se aproxima. Basta con pasear por las calles céntricas y ver los adornos luminosos que está colgando. Solo que esta vez, por aquello de la recesión económica, ha sacado los diseños de años anteriores, para que se vea que no derrocha. Y, para dar ejemplo, los dineros recaudados con la tasa de residuos urbanos se aplicarán a la recogida de basuras producidas por los residuos de las mil chucherías que compraremos para la celebración. No hay más que pararse a pensar en los miles de toneladas de mierdas (reciclables o no) que vamos a producir en tan entrañables fechas, y eso cuesta una pasta.
Si no fuera por las grandes cadenas de distribución y por las luminarias municipales, a ver quién se acordaba de que estamos a un paso de las fiestas. Porque lo que es el clima, ése nos está despistando: luce el sol a diario, no bajan las temperaturas, no llueve ni nieva y parece empeñado en que vivamos una permanente y suave otoñada. Así no hay forma de ponerse en ambiente.
Pero sea como fuere, lo cierto es que en cuatro días tendremos los belenes montados y los espumillones cuajarán los arbolitos de plástico; los Papás Noel y las variopintas trinidades de Reyes Magos ya habrán hecho acopio de toda la producción de la industria juguetera china; las familias estarán sacando brillo a sus tarjetas de crédito y los políticos nos trasmitirán mensajes de bonanza económica para finales de 2010. Más o menos, como todos los años – salvo lo último –, lo que resulta francamente aburrido y reiterativo hasta el hastío.
Por esa razón va siendo hora de darle otro sentido a la navidad. La navidad consumista y de oropeles es previsible, vulgar en su reiteración y derrochona. Por eso, porque sabemos que los recursos del planeta son limitados, a pesar de la doctrina neoliberal depredadora, declaramos que otra navidad es posible. Lo único que nos falta es un poco de imaginación para buscar los medios que den sentido a nuestra felicidad en las próximas fiestas. Presuponiendo todo lo anterior, ahí van unas cuantas sugerencias:
Otra Navidad es Posible, opción: que el cambio climático no te pille con el culo al aire.-
Si a estas alturas alguien – salvo los ideólogos del sistema – no se cree que el cambio climático es irreversible, va dado. Es una lotería que nos va a tocar a todos, aunque no sabemos aún para cuándo será la pedrea. Como muestra, baste con seguir la evolución de la climatología y sus consecuencias: la desertización progresa, los glaciares de los polos van derritiéndose, las lluvias cada vez se resisten más a visitarnos y cuando lo hacen es en forma de inundaciones, y la temperatura ha subido un par de grados, y lo que te rondaré morena.
Cuando el Sahara salte el Estrecho, a los primeros que nos va a tocar será a nosotros. Las bonitas praderas de los campos de golf se convertirán en eriales, nuestros bosques habrán ardido en un multicolor muestrario de fuegos artificiales, las lujosas urbanizaciones de las playas quedarán anegadas por el ascenso del nivel de los mares, aparte otras noticias truculentas que los programas televisivos se encargarán de mostrarnos con todo lujo de detalles.
Viniendo así la cosa, las navidades son una excelente ocasión para desempolvar los buenos propósitos y ponerlos –esta vez, sí– en práctica. Para eso, no hay nada como inspirarse en los entrañables belenes domésticos. ¿Quién no tiene en su casa unos reyes magos caballeros en sus dromedarios? ¿O un rebaño de ovejas y cabritas de plástico junto al lago de papel de plata? Pues ese es el modelo a seguir.
Para cuando el Retiro sea un campo yermo, para cuando la arboleda del paseo de Recoletos no sea más que un recuerdo borroso y el césped de las urbanizaciones de la Moraleja se haya agostado definitivamente, hay que estar preparado. El día que por el Canal de Isabel II no corra una gota de agua ya será demasiado tarde.
Para cuando eso ocurra, qué mejor que ir pensando en montar un criadero de camélidos. Para aquel entonces un camello tendrá más valor que el más lujoso de los coches actuales, y será más útil y de más barato mantenimiento. El camello se alimenta con cualquier hierbajo y puede pasar una semana sin beber; puede transportar personas y mercancías y no hay que llevarlo al taller, ni pasar la ITV, ni cambiar de modelo cada tres años. Además, no está reglamentado que pague peaje en las autopistas. Todo son ventajas.
También habrá que prever la cría masiva de cápridos. Son animales muy autónomos y resistentes a las condiciones más adversas; se alimentan hasta de la cal de las paredes y, en caso de necesidad, rumian las espinas de las acacias y las hojas de los periódicos y hasta la ropa que nos sobra en el armario. Producen crías, leche, hueso y cuero, con todos los productos derivados de los mismos; por ejemplo: con sus huesos pueden hacerse agujas para coser y cucharas para tomar la sopa. Son suficientes para mantener la economía doméstica, fabricar zapatos y zamarras y son un motor económico no desdeñable, pues fomentan un elemental comercio alimentario y de materias primas.
Otra Navidad es Posible, opción: Los carburantes fósiles son un asco.-
Esta opción es complementaria, compatible e intercambiable con la opción anterior. Vuelven las navidades y vuelven los atascos por las calles del centro, los odiosos embotellamientos en la M 30, la M 40 y sucesivas eMes, además de la maraña de carreteras que enlazan la ciudad con su corona urbana. Y todo eso para ir a hacer las compras de última hora, para ver los colorines y cimbeles publicitarios de los grandes centros comerciales, para disfrutar de las opciones de ocio a precios inflados, que para eso es navidad y hay que hacer negocio. Los niveles de contaminación se ponen por las nubes y la gente se pone asmática perdida y es propensa a todo tipo de alergias, y ni las campañas antitabaco te limpian los pulmones. Y todo por culpa de los carburantes fósiles.
Las consecuencias ya las sabemos: lluvia ácida, deterioro de la capa de ozono, efecto invernadero y el coche con dos dedos de carbonilla en cuanto lo dejas a la puerta de casa un par de días. Además, con tanta contaminación, el traje se atufa, la corbata de diseño adquiere un colorcillo amarronado que desluce un montón, el modelito Cortefiel coge un sospechoso olor a residuos sulfurosos y desmerece en el cotillón de fin de año… Sin contar el precio de los carburantes, que siempre se dispara por estas fiestas. Por si fuera poco, nos vamos haciendo a la idea de que en pocos decenios se agotarán los pozos de petróleo y los yacimientos de gas. ¿Y entonces, qué? Pues eso, que ya va siendo hora de decir “¿Gasolineras? ¡No, gracias!” Otra navidad, sin carburantes, es posible.
Aprovechando que el municipio nos llena los barrios de carril bici, cambiemos, ahora que estamos a tiempo, el coche por la bici. Ésta viene a ser como el camello del que hablábamos en la opción anterior, solo que más esquemática. Tiene, sobre el camello, la ventaja de que te la puedes subir a casa para que no te la desguacen en la calle, aunque con una desventaja manifiesta: tienes que pedalear, para lo cual hace falta buen fuelle. Contaminados como estamos de monóxido de carbono por culpan de los carburantes fósiles, no es una opción al alcance de todos los pulmones, aunque sí utilizable por aquel segmento de la población más joven. Camello y bici serán vehículos complementarios.
Además, con los miles y miles de coches fuera de servicio, piénsese en los millones y millones de bicicletas que podrán hacerse a precios low cost, fomentando así la industria del reciclado. Y los garajes y estacionamientos subterráneos serán muy útiles para aparcar los camellos que, por razón del pequeño espacio de las viviendas, no se pueden subir a casa. Piénsese en las enormes posibilidades de negocio que habrá al alquilar plazas para estabular camélidos. Y en que el municipio duplicará los ingresos por zona azul: en una plaza de coche caben dos camellos. Y también los ciudadanos sacarán su parte de beneficio, ya que lo que la alcaldía recaude en aparcamientos camellares nos lo deducirá de la tasa de basuras. Mejorará la atmósfera de la ciudad, sus habitantes tendrán un respiro económico y el alcalde será reelegido hasta la consumación de los siglos.
Otra Navidad es Posible, opción: Navidades republicanas.-
¿Alguna vez nos hemos parado a pensar en lo que nos cuestan los Reyes? Me refiero a los Reyes Magos, claro. Gran parte del presupuesto familiar navideño se destina a la compra de regalos para los pequeños de la casa. Y es sabido que los niños actuales no se conforman con cualquier cosa: consolas de última generación, teles de plasma, ordenadores, teléfonos móviles, calzado de marca y un inacabable etcétera que dejan la paga extra anémica. En cuanto a los Reyes para los mayores, nadie se conforma con menos de un crucero de lujo o una estancia en la rivera Maya. Y todo ¿Por culpa de quién? Por culpa de los dichosos Reyes Magos y de sus compinches Papá Noel y Santa Klaus, conchabados con la realeza oriental a la hora de exprimir el bolsillo familiar.
Unas navidades republicanas pondrían coto al derroche de juguetes y caprichos al que estamos acostumbrados. Pero, como la gente es muy conservadora y se resistiría a cambiar de costumbres de un día para otro, podríamos iniciar una campaña masiva de distribución de lacitos tricolores, al modesto precio de 50 céntimos de euro. Con lo recaudado, no habría más que montar una agresiva campaña publicitaria para convencer al pueblo soberano de que otra navidad sin derroche es posible y, si además republicana, más propicia al desarrollo sostenible.
Para ello habría que desterrar, previamente, a las figuritas de los Magos que se ponen en los belenes y sustituirlas por enanitos de esos que se ven en los jardines de los chalés, con su cara bonachona y su pico o pala en la mano. De todos es sabido que los tales enanitos vivían del producto de su trabajo y no llevaban un céntimo en el bolsillo, lo que supondría un mensaje subliminal al verlos en torno al portal de Belén: felices, trabajadores y sin gastar un duro. Si, además, en lugar de estrella sobre el portal, se pusiese el consabido lazo tricolor, mejor. Lo republicano no quita lo entrañable.
Desterrados los Reyes de centros comerciales, belenes y cabalgatas, todo el mundo ahorraría muchísimo porque nadie se acordaría de pedirles nada. El producto de esos ahorros iría a engrosar las cuentas de los bancos y así, en cuanto los nuevos Norman Brotherds, los Merry Linch y demás aventajados alumnos de Milton Friedman volviesen a desbaratar la economía mundial, todos, con espíritu republicano, arrimaríamos el hombro. Y, para simbolizar tan fraternal cooperación, podría colocarse una guillotina miniaturizada frente al palacio de Herodes con un angelito regordete que sostuviera un cartel destellante: “A la tercera va la vencida”, para general conocimiento.
Pero si eres de los que se ciscan en el catastrofismo ecologista, o de los que piensan que el mundo está bien como está, también hay opciones para disfrutar de unas navidades distintas. Unos breves ejemplos servirán:
Otra Navidad es Posible, opción: Esta Nochebuena sienta un político corrupto a tu mesa.-
Opción un tanto arriesgada, apta únicamente para familias con solvencia económica, ya que el político corrupto es voraz en extremo y la mesa ha de estar muy bien abastecida. Tiene la ventaja de que proporciona muy buenos contactos y te recalifica el belén en parcelitas a precio de amigo.
Otra Navidad es Posible, opción: El día de los Santos Inocentes descapitaliza un banco.-
Esta, por el contrario, no supone riesgo ninguno, ya que el Estado corre con los gastos, y resulta muy gratificante por aquello de las vacaciones en un paraíso fiscal a elección del interesado.
Otra Navidad es Posible, opción: Crucero en patera desde Gambia hasta las Canarias.-
Una navidad única y, si la patera naufraga, irrepetible. Pero, si llegas, tiene la gran ventaja de que te convences, de una vez por todas, de haber nacido en el lado bueno del mundo.
Como puede verse, las opciones son múltiples e intercambiables, sustituibles o acumulables sin restricción ninguna. Como se trata de hacer posibles otras navidades, las opciones quedan abiertas a la imaginación y cada cual puede elegirlas según su gusto o inventarse unas nuevas. Todo menos comer el turrón a plazo fijo.
¡Otra Navidad es posible, coño!
Permítame, don Juan José, que le aconseje que no se deje llevar por el apocalipsis que pregonan los chupópteros del cambio climático. No le huele un poco mal todo eso. Si quiere nieve venga a La Robla. Si quiere una subvención, entonces sí, acuda a toda esa chanza... Usted tiene la misma idea que yo del tema. ¿Le parece ahora fiable gente como Al Gore?
ResponderEliminarQué bueno el símil de las navidades republicanas... Tienes toda la razón. Si no hubiera Reyes nos ahorraríamos un montón de dinero... que pasaríamos a gastar en Papa Noel o Santa Claus. ¡Qué bueno!
Saludos
Pues a mi me gustan la mayoría de las ideas que expone.
ResponderEliminarEnhorabuena Juan José