A mí, como a tantos otros, se me había ocurrido celebrar este día de los Inocentes escribiendo alguna de esas noticias inverosímiles, como suele ser habitual en los medios de prensa en esta fecha, y como lo ha hecho mi amiga Rosa María en su blog http://rosamariaartal.wordpress.com/
Antes de ponerme a la tarea, tuve la curiosidad de ver qué decían los evangelios respecto a los santos inocentes y me encuentro que sólo el evangelista Mateo habla de tal suceso. Dice: Tunc Herodes videns quoniam illusus esset a Magis, iratus est valde, et mittens occidit omnes pueros, qui erant in Bethlehem, et in omnibus finibus eius a bimatu et infra secundum tempus, quod exquisierat a Magis. (Mateo, II, 16). No traduzco el párrafo porque el episodio es de todos conocido. Ya se sabe, Herodes iratus est valde, se cabreó mogollón por el engaño de los Magos, que se volvieron a su tierra sin decirle dónde había nacido el niño-rey, así que mandó dar matarile a todos los niños de Belén y sus alrededores. La leyenda hagiográfica quiere que los sicarios del rey pasaron a cuchillo a millares de ellos (entre 3.000 y 15.000), lo que demostraría, en primer lugar, que el rey era bastante estúpido y un negado como estadista al aniquilar a tantos miles de potenciales contribuyentes y llevar a la ruina – por toda una generación – a toda una comarca que le proporcionaba ingresos en sus arcas y mano de obra barata.
Herodes I el Grande tenía mala prensa entre los judíos. No era judío, su educación era griega, propia de las elites de la época en Oriente y, dicho llanamente, era un mandado y un ejecutor de la política de los invasores romanos en la zona. Fue nombrado procurador de Judea por Julio César el 47 antes de nuestra era. Se hizo con el poder derrocando a la casa reinante de los Asmodeos, estos sí de estirpe judía, y consiguió de Marco Antonio el título de rey de Judea.
Si le dieron el título de “El Grande” no fue por casualidad. Mandó reconstruir el templo de Jerusalén el 21 a.n.e (para congraciarse con los judíos); construyó la ciudad portuaria de Cesarea, entre Tel Aviv y Haifa; y el año 25 (eran tiempos de hambruna) invirtió gran parte de su tesoro para comprar trigo a Egipto con el que alimentar a la población. Pero, eso sí, era un gentil y factotum de la política romana, razones más que suficientes para que los judíos le odiasen a muerte. Quizás por ahí habría que rastrear ese odio cerval hacia el personaje que el propio evangelio nos ha transmitido hasta el día de hoy.
Según el censo ordenado por el gobernador romano Quirino - motivo por el que José y María se trasladaron a Belén - en este pueblo no habría más allá de 800 habitantes, lo que daba un natalicio de unos 20 niños por año. Habida cuenta que la mortalidad infantil estaba en torno al 50 %, una cosa – burra, eso sí – es matar entre 10 y 20 niños y otra exterminar a 15.000, que a ojo de buen cubero, podría ser la natalidad de casi toda Judea en un año. Item más, Flavio Josefo, historiador judío que nació el 37 d.n.e., no dice nada de este episodio sangriento en su Antigüedades Judías, donde hace una mención de Jesús.
Pues eso, que la historia desmiente o, como poco, no corrobora lo que el evangelio de Mateo pretende. De ahí el sentido profano de las bromas de este día. Si una imputación calumniosa ha sobrevivido ya veinte siglos entre las gentes de Occidente, es una buena razón para que el personal se lo tome a cuchufleta y se ría en buen plan de sus semejantes, siquiera un día al año.
Pensándolo bien, para inocentada, la que los propietarios de Air Comet nos han hecho a los españoles. Montan una compañía aérea para ganar dinero, como manda la ortodoxia capitalista; como el negocio no funciona, dejan en tierra a unos miles de viajeros que ya han pagado sus billetes y el Estado español (todos nosotros, no se olvide) tiene que fletar aviones para que la gente viaje allí donde su billete les daba derecho. Y para que la broma sea más pesada, ningún responsable del latrocinio va a la cárcel.
Ya se sabe cómo funciona el invento: se capitalizan ganancias y se socializan pérdidas. Que “el pueblo cabrón” (como decía don Santos Banderas – el Tirano Banderas de Valle Inclán) pague la inocentada.
Antes de ponerme a la tarea, tuve la curiosidad de ver qué decían los evangelios respecto a los santos inocentes y me encuentro que sólo el evangelista Mateo habla de tal suceso. Dice: Tunc Herodes videns quoniam illusus esset a Magis, iratus est valde, et mittens occidit omnes pueros, qui erant in Bethlehem, et in omnibus finibus eius a bimatu et infra secundum tempus, quod exquisierat a Magis. (Mateo, II, 16). No traduzco el párrafo porque el episodio es de todos conocido. Ya se sabe, Herodes iratus est valde, se cabreó mogollón por el engaño de los Magos, que se volvieron a su tierra sin decirle dónde había nacido el niño-rey, así que mandó dar matarile a todos los niños de Belén y sus alrededores. La leyenda hagiográfica quiere que los sicarios del rey pasaron a cuchillo a millares de ellos (entre 3.000 y 15.000), lo que demostraría, en primer lugar, que el rey era bastante estúpido y un negado como estadista al aniquilar a tantos miles de potenciales contribuyentes y llevar a la ruina – por toda una generación – a toda una comarca que le proporcionaba ingresos en sus arcas y mano de obra barata.
Herodes I el Grande tenía mala prensa entre los judíos. No era judío, su educación era griega, propia de las elites de la época en Oriente y, dicho llanamente, era un mandado y un ejecutor de la política de los invasores romanos en la zona. Fue nombrado procurador de Judea por Julio César el 47 antes de nuestra era. Se hizo con el poder derrocando a la casa reinante de los Asmodeos, estos sí de estirpe judía, y consiguió de Marco Antonio el título de rey de Judea.
Si le dieron el título de “El Grande” no fue por casualidad. Mandó reconstruir el templo de Jerusalén el 21 a.n.e (para congraciarse con los judíos); construyó la ciudad portuaria de Cesarea, entre Tel Aviv y Haifa; y el año 25 (eran tiempos de hambruna) invirtió gran parte de su tesoro para comprar trigo a Egipto con el que alimentar a la población. Pero, eso sí, era un gentil y factotum de la política romana, razones más que suficientes para que los judíos le odiasen a muerte. Quizás por ahí habría que rastrear ese odio cerval hacia el personaje que el propio evangelio nos ha transmitido hasta el día de hoy.
Según el censo ordenado por el gobernador romano Quirino - motivo por el que José y María se trasladaron a Belén - en este pueblo no habría más allá de 800 habitantes, lo que daba un natalicio de unos 20 niños por año. Habida cuenta que la mortalidad infantil estaba en torno al 50 %, una cosa – burra, eso sí – es matar entre 10 y 20 niños y otra exterminar a 15.000, que a ojo de buen cubero, podría ser la natalidad de casi toda Judea en un año. Item más, Flavio Josefo, historiador judío que nació el 37 d.n.e., no dice nada de este episodio sangriento en su Antigüedades Judías, donde hace una mención de Jesús.
Pues eso, que la historia desmiente o, como poco, no corrobora lo que el evangelio de Mateo pretende. De ahí el sentido profano de las bromas de este día. Si una imputación calumniosa ha sobrevivido ya veinte siglos entre las gentes de Occidente, es una buena razón para que el personal se lo tome a cuchufleta y se ría en buen plan de sus semejantes, siquiera un día al año.
Pensándolo bien, para inocentada, la que los propietarios de Air Comet nos han hecho a los españoles. Montan una compañía aérea para ganar dinero, como manda la ortodoxia capitalista; como el negocio no funciona, dejan en tierra a unos miles de viajeros que ya han pagado sus billetes y el Estado español (todos nosotros, no se olvide) tiene que fletar aviones para que la gente viaje allí donde su billete les daba derecho. Y para que la broma sea más pesada, ningún responsable del latrocinio va a la cárcel.
Ya se sabe cómo funciona el invento: se capitalizan ganancias y se socializan pérdidas. Que “el pueblo cabrón” (como decía don Santos Banderas – el Tirano Banderas de Valle Inclán) pague la inocentada.
Nochebuena 2009. En la casa del tío Paco suena el teléfono pasadas las 11 de la noche. Se pone César. Una voz, al otro lado del hilo (o de las ondas, vamos) se oye: "Buenas noches. Se puede poner el dueño de la casa. Le llamo de Vodafone Empresas". Parece que estaban abriendo regalos. "Ahora... ahora no se puede poner", dice el joven. "Si lo prefiere, llamo mañana a la hora de la comida", dicen. "Sí, sí, mejor, mejor mañana", contesta amablemente.
ResponderEliminarTodo esto lo sé de buena tinta.
Buen chico ese César. Si llego a ser yo, le mando a tomar por retambufa.
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