Creo que un día de estos me voy a hacer griego. Aunque sea por simple solidaridad con un pueblo denostado por sus socios ricos y abocado a la pobreza... y por tocar las narices a la Nomenklatura bruselense y sus acólitos.
La verdad es que no estoy muy seguro de si mi decisión -que estoy meditando- se deba más a mis simpatías por los desheredados del euro o a mi hartazgo por estos dirigentes europeos que se palpan la cartera y desconfían de las decisiones de los pueblos que dicen representar.
Durante las horas de insomnio que me sobrevienen a veces, me da por pensar en el Mito de la Caverna del que nos hablaba Platón en su República. Quizás el improbable lector piense que no tiene nada que ver con lo que trato de decir. Pero si uno hace una trasposición del mito o alegoría platónica a los tiempos actuales, no deja de encontrar paralelismos esclarecedores.
Para el filósofo griego, nuestros conocimientos son sólo sombras proyectadas sobre la pared de una cueva, percibidas por esclavos atados con cadenas de forma que no pueden más que mirar hacia el fondo de la misma. Otros hombres, situados a la entrada de la cueva, y con ayuda de la luz de una hoguera, sujetan en alto objetos cuyas sombras se reflejan en el fondo de la pared, de forma que los esclavos creen que las sombras reflejadas son la propia realidad.
Mismamente, mismamente, lo que están haciendo con nosotros. A la luz de la gran hoguera neoliberal -que consume los recursos de los ciudadanos-, financieros, políticos y demás profetas del catastrofismo económico agitan cimbeles de recesión y privatización, cuyas sombras se proyectan en el fondo de la caverna de nuestros miedos irracionales. Así, encadenados a nuestros terrores (la miseria material, las guerras y todos los azotes pasados de que tenemos memoria colectiva), damos por verdadero todo aquello que no son más que sombras que otros manejan en su provecho.
Imagínese el improbable lector que esos esclavos aherrojados (bonita palabra) en el fondo de la espelunca (arcaica, pero también sugerente), se liberan de las cadenas que les obligan a mirar lo que otros quieren que vean, y deciden salir a la luz del sol, mirar la realidad a la cara y decidir cómo afrontarla. Pues esa es la situación actual de los griegos. Se pretendía consultarlos respecto a cómo quieren afrontar esa realidad, pero todas las tripas del euro se alborotan ante semejante ocurrencia ¡Consultar a las víctimas de la crisis!
Ante el alboroto ocasionado, uno se pregunta ¿A qué viene tanto escándalo por parte de "expertos", tertulianos y gacetilleros que pregonan las verdades del amo? ¿No habíamos quedado en que éramos demócratas de toda la vida? Pues hombre, seamos consecuentes y dejemos que decidan.
Lo malo es que ser consecuentes suele dar disgustos. Los islandeses fueron a un referendum y acordaron que banqueros avariciosos y políticos falaces debían ir a la cárcel, y que de la deuda pagarían aquello que fuese justo. Por eso mismo, y por si acaso dábamos una pataleta, no hubo refrendo popular aquí. Escarmentados en cabeza ajena, aquí, en la España nuestra, gobierno y oposición enmendaron a nuestras espaldas la Constitución (¿la enmerdaron?) para que una determinada ideología económica prevaleciera sobre los intereses del común.
Y ahora, un referendum para los griegos... Con tantos miles de millones como han invertido en ellos los bancos europeos, cómo se va a consentir que decidan cómo quieren ser pobres: si estrujados por los intereses de la deuda -que nunca podrán pagar-, o manteniendo un resto de dignidad. Es toda un aparadoja: ellos nos enseñaron la democracia, y ahora se les niega su ejercicio en nombre de la estabilidad del euro y la tranquilidad de los mercaderes. Y los políticos griegos dan marcha atrás, qué remedio...
Este jubilata, por más vueltas que le da, no acaba de entender las sobras chinescas de la economía. Si Grecia pesa solamente el 2% de la economía total europea ¿Tanto riesgo hay de que Europa se nos vaya al carajo por la decisión que pudieran haber tomado? A lo mejor las consecuencias no hubieran sido las previstas; a lo mejor, los griegos, con su referendum, se hubiesen sacudido las cadenas, hubiesen salido de la caverna, se hubiesen meado en la hoguera del chiringuito neoliberal y, tras la humareda consiguiente, brillase de nuevo el sol. A lo mejor, el resto de los pueblos "en situación de riesgo" (como dicen de nosotros) también decidíamos salir de la cueva, afrontar la realidad que tenemos -no la que nos pintan- y nos oreábamos al sol. Quizás descubriésemos que somos más pobres, pero tendríamos buen color y recuperaríamos las ganas de vivir.
Ahora bien, reconozco que hubiese sido una putada para quienes tienen montado el negocio de la covacha, la fogata y los juegos de sombras.
Qué paradoja! Grecia, la cuna de Occidente, puede ser el "fin" de Occidente...
ResponderEliminarAlbur!
¿Los griegos estos son los del Partenon? ¿Los egipcios de la Plaza Tahir son los de las pirámides?
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