sábado, 3 de marzo de 2012

Un viaje en invierno.-

Hace ya 39 años que no volvíamos a Ibiza. No es que se trate de un lugar donde uno tenga un interés especial en ir, pero es allí donde había plazas libres en el IMSERSO, y allí fuimos. Ya se sabe cómo somos los jubilatas: al toma, todo el mundo asoma, y si te dan la vaquilla, corre con la soguilla, que decía Sancho. Te dan un viaje a Ibiza o a Torremolinos, pues allá que te vas. La tercera edad no es exigente para esas cosas y come bien, incluso demasiado, en cualquier hotel con bufé libre.

Volver a Ibiza y más formando parte de la tropa jubilata ha sido una experiencia a la que conviene dedicar cinco minutos de reflexión. Uno, en su casa, entre sus cosas, se sabe jubilata, pero no viejo. Ahora bien, entreverado en el lote de un vuelo charter de 180 carcamales tripudos, derrengados, arrugados, pero contentos como niños en patio de recreo, esa es otra cosa. Uno se da cuenta, mal que le pese, que está donde le corresponde: entre gente de una generación que trabajó duro y que ahora aspira a mojarse la tripa en la playa, a que todos los días le pongan paella en el menú, a dormir la siesta, al bailongo de por las noches y a que vayan dando tila al colesterol. O sea, una generación que está apurando los magros restos de una sociedad de bienestar tan enteca como la española, convencida de que a sus nietos, cuando lleguen a estas edades provectas, les van a dar mucho por ahí...
El jubilata es engranaje de una máquina bien engrasada. Incluso siendo inactivo laboralmente, produce beneficios. No sólo a la industria farmacéutica, sino al chiringuito turístico que tenemos montado desde los años del desarrollismo. Porque el jubilata, nada más llegar al hotel, se da cuenta que es el motor económico de la hostelería. No habría hoteles costeros abiertos en invierno si no fuera por las remesas de viejitos jacarandosos que cada semana se apuntan a escursiones guiadas, desbordan los paseos marítimos, las playas, las tiendas de ensaimadas... Yo creo que por eso come con tanto entusiasmo en el bufé; no por llevar la contraria al colesterol y otros males propìos de la edad, sino por dinamizar los sectores productivos de la alimentación y de la distribución. El jubilata viaja, según me parece, porque tiene fe en el sistema y ayuda, con sus excesos gastronómicos de barra libre, a su sostenimiento.


De lo que no estoy tan seguro es que el sistema crea en el jubilata. El día que la Merkel se de cuenta del apaño ese de los viajes gratis para la tercera edad, estoy seguro que a Mariano le va a dar un buen tirón de orejas y se va a acabar la cuchipanda del bufé libre. Entonces -todo llegará- los empleados de hostelería tendrás que buscar trabajo "aunque sea en Laponia" según amable sugerencia de la Patronal, y los improductivos jubilatas irán a tomar el sol junto a las tapias del cementerio, como antaño. Yo no, que seguiré gruñendo, desde esta bitácora, mi poco aprecio por esta sociedad absurda que me acoge en su seno mientras dure la cuerda.
No sé por qué, si dices que vas a visitar esta isla pitiusa, a la gente le da envidia. Envidia, hace 39 años, cuando estuvimos recien casados la santa y yo. Fuimos con 7.000 ptas (Pesetas, con mayúscula, y no los 42 euritos de ahora) que le dieron en la empresa al presentar el libro de familia, y nos dejamos ganar por la luz, por los azules límpidos y por los blancos destellantes. Las calles que subían a Dalt Villa estaban empedradas con cantos irregulares o eran de tierra. los indolentes hippis (paz, amor y canuto) exhibían sus artesanías y sus alamares en la plaza de Armas. Las suecas, inalcanzables, pero siempre tierra de promisión, lucían sus carnes liberadas por las playas y, en general, contra franco vivíamos mejor y teníamos ilusión de que el mundo se iría apañando.

Pero llegas 40 años después, con las flaccideces propias de la edad, con bastante mundo recorrido, y ves las calas llenas de urbanizaciones deshabitada y que, si no es por la amorfa masa jubilata, tan dócil ella, la economía isleña entraría en recesión. Aquellas suecas incalcanzables entonces, hoy son abuelas fondonas, con mamas como odres vacíos. Encima, el Sistema no tiene rostro y no hay contra quién luchar, siquiera como jubilata progre, cosa que siempre queda bien en la bitácora; aunque algunos improbables lectores se me cabrean y lanzan pulladitas.
Total, estuvimos en Ibiza, recorrimos la isla (en el interior no hay urbanizaciones, ni hoteles; sólo bosques de coníferas, campos sin cultivar, en su mayoría, almendros en flor, olivos: verdor, ocres y vida pausada), y volvimos a este Madrid que va a privatizar el agua del Canal, a mayor gloria de la aberración neoliberal a cualquier precio. Por eso, el domingo iremos a la consulta popular, a decir que no, que el agua, como el aire que respiramos, no tiene amos.

3 comentarios:

  1. Bravo, jubilata. Bravo por tu energia y por tu mente clarividente. Bravo por ese espiritu inconformista y por por esa realidad palpable con la que no nos engañas. Y envidia, mucha sana envidia (mentira, la envidia nunca es sana)a mis 56 años, de ver que algo tan justo que tú disfrutas, se está escurriendo como el agua en una cesta para la generacion a la que pertenezco. Tan cerca y sin embargo tan lejos....

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  2. Pues, qué quiere que le diga, usted a mí no me da envidia. El otro día estuve en Palma y cada vez que voy me alojo en un palacio con la mujer y los suegros (eso sí es un poco coñazo, ahí todo el día dando la paliza con los negocios)... Bueno, le felicito por el blog. Si quiere un consejo, invierta en Belice. Le dejo que tengo que entrar en El Rincón del Vago a hacer un informe.

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  3. Lo que es ser un jubilado con tanto poderío económico... Estos hombres que no trabajan y encima presumen de su riqueza...

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