miércoles, 10 de abril de 2013

El viaje de Turquía.-

No querría este jubilata dar la sensación de que tiene abandonada su bitácora, tras dos semanas sin asomar por ella. Pero es que ha estado de viaje por tierras turquescas y ha regresado a casa con un resfriado que lo ha puesto fuera de circulación por unos días. Ya perdonará el lector este aparente abandono. Han sido causas de fuerza mayor.

Recorrer media Turquía en diez días es labor ardua y que le deja a uno con las entendederas saturadas y con el cuerpo quebrantado, de forma que no ha podido atender a ese puñado de lectores que suelen darse un garbeo por este blog, que también es su casa.

Para ver si el país que encuentro al regreso es el mismo que dejé a la salida, he ido corriendo a ver las noticias de eso que la neoderecha carpetovetónica  llama “la marca España” y que antes llamaba “Patria”; que ahora quiere vender como rufián que rifa puta joven sin desvirgar (aunque esté bien trotada) y que antes defendía con la sangre de quienes ahora mantiene en el paro. O sea, a ver si este país disparatado sigue con lo suyo. Y sí, no me lo han cambiado.

Para convencerme de ello, me ha bastado una noticia leída al azar: los maderos le dicen a una monja que se quite el velo a ver si coincide su cara con la de la foto del DNI. El ayatolá-arzobispo de Madrid se entera y le pega un telefonazo al ministro del Interior para darle una colleja. El ministro se achanta. Pura sabrosura hispánica. Las cosas siguen como estaban antes de salir. Uno, así reconfortado, recupera sus rutinas, y con ellas, su bitácora.

No sé si el improbable lector conoce El viaje de Turquía, un libro que podríamos clasificar dentro del apartado de literatura de viajes. Solo que se escribió en el S. XVI y su autoría no está muy clara. Para unos (la edición que tengo, de la colección Austral) su autor es Cristobal de Villalón. Para un profesor que tuve en la Complu, y según el hispanista Marcel Bataillon, su autor es el médico de Carlos  V, Andrés Laguna.

Describe este libro las aventuras de Pedro de Urde Malas, quien cayó preso de los turcos mientras navegaba en una galera de Andrea Doria y dio con sus huesos cautivos en Constantinopla. Allí, como era un buen urdidor de patrañas, se hizo pasar por galeno e incluso llegó a ser el médico de su amo Zinán Bajá y de la hermana del sultán. Con todo ello, nos va relatando cómo eran los turcos de entonces, cuáles sus costumbres y cómo su sociedad.

Es libro que este jubilata recomienda vivamente aunque advierte, de paso, que el castellano empleado es el propio de aquel siglo, lo que dificulta un poco su comprensión, pero no lo bastante como para quitar el gusto por su lectura. Y ya que Urde Malas huyó de Constantinopla porque su amo no quería darle su carta de libertad, este jubilata y su santa se toman la libertad de ir a aquellas tierras a ver cómo les va a nuestros vecinos del otro extremo del Mediterráneo.

Pero no se vaya a creer el improbable lector que es la primera vez que recorremos aquellas tierras; ésta es ya la cuarta. Es cierto que la anterior fue hace unos veinte años y que las dos primeras – si no recuerdo mal – fueron en 1977 y 79. De aquellas lejanas fechas recuerdo dos cosas aún con viveza: el paseo por la ciudad helenística de Éfeso, a orillas del Egeo, y las tanquetas del ejército por la calle, en Estambul. Hacía un par de telediarios que los militares habían dado un golpe de estado y aquello tenía un aspecto raro, con los sorches, armados de fusiles, haciendo plantón en la calle y los turistas a lo suyo. Eran días de penuria, pues ni siquiera los turistas teníamos qué comer, aparte el arroz con pollo que ponían en los restaurantes. Un día comimos huevos y fue una fiesta gastronómica.

Lo que va de aquella Turquía a la que acabamos de conocer es como comparar la España de los años 50 con la de los 90, solo que ellos están en periodo de crecimiento y nosotros andamos arrastrados como pantuflas desbarbadas. Dicho sin componendas: ellos están empezando a surfear en la cresta de la ola y nosotros andamos como puta por rastrojo.

Creo que merece la pena dedicar una nueva entrada a hablar de este viaje último. En cuanto me libre de otras obligaciones que tengo, me pondré a ello. 

El improbable lector queda debidamente amenazado. 

1 comentario:

  1. Alfredo Creyente Martín10 de abril de 2013, 22:56

    Se está dando mucho últimamente, especialmente por la red, en esta época de crisis económica aguda, una especie de fraude que consiste hacer creer que uno ha viajado mediante el diestro uso de Photoshop u otros programas semejantes. Que usted abunde en un libro del siglo XVI sobre un periplo turco puede hacer sospechar al lector avispado. ¿Tiene usted alguna prueba irrefutable de que ha hecho el viaje del que presume? Permita que en estos tiempos de engaños quepa una mínima duda.

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