Eso dijo don Mariano cuando los
periodistas le preguntaron por la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo. La gente, poco habituada a sutilezas, se lo ha tomado como una
salida de pata de banco, o como un despropósito de los muchos a que nos tiene
acostumbrados. Pero no hay tal. Lo que ocurre es que nuestro ínclito Presidente
tiene una visión surrealista de la cosa pública que va más allá de la vulgar
percepción del ciudadano común; esa “mayoría silenciosa” tan socorrida, de la que suele
echar mano para zurcir descosidos en caso de mareas blancas, verdes,arco iris o rojas.
Casi nadie ignora que el Surrealismo es un
automatismo psíquico mediante el cual se intenta expresar el funcionamiento
real del pensamiento, fundiendo lo cotidiano con lo inconcebible, y dando
origen a imágenes, textos o verbalizaciones aparentemente inconexas de la
realidad, pero subyacentes a ella y no sometidas a las reglas de la lógica común.
Así, desde esa perspectiva, hay que entender el “Llueve mucho” como
extrapolación a un mundo por encima de la realidad política. Al coincidir
ocasionalmente el comentario del Presidente sobre la lluvia con un mental “¡A
ver si se lo tragan!”, bajo un paraguas, se produjo uno de los más bellos
momentos del surrealismo político, donde la supuesta incongruencia tiene su
ilación lógica en un mundo que trasciende la realidad para convertirse en libre
expresión de una mente en perpetua descontextualización de todo sometimiento al
pensamiento racional.
Bueno, eso más o menos, porque este jubilata no logra
desentrañar los sinuosos meandros por donde discurren las discurrideras
presidenciales.
Y si el improbable lector no está
convencido de lo que digo, no tiene más que pararse a pensar en la cantidad de
aparentes incongruencias nacidas del vuelo voluntariamente errático de la
gaviota genovesa. ¿Acaso el improbable lector se cree que lo del “finiquito
diferido” era un barullo mental que se hizo doña Cospedal? Pues no, fue la más
bella expresión surrealista de una realidad contradictoria y de difícil
explicación si se recurriese al pobre auxilio de elementales herramientas
mentales, siempre sujetas a la confrontación con los hechos.
Entresaco aquí algunos de los más
bellos hallazgos poéticos de aquel texto:
“… como fue una indemnización en
difi…
en forma de simulación…
Simulación…
…o de lo que hubiera sido en
diferido,
en partes de una lo que antes era
una retribución…
¿Verdad? Pues aquí se quiso hacer”.
No me diga el improbable lector
que no hay belleza en la aparente incongruencia de este texto. Es como una
visión onírica de la vulgar realidad del pelotazo crematístico, donde se
confunden justificaciones de difícil
justificación, trabalenguas y mareos de perdiz, sazonados con un mental “a mí
siempre me toca el muerto”. Ni siquiera André Breton, cocido en absenta,
hubiese sido capaz de crear un cadavre
exquis tan hermosamente absurdo.
Y no digamos si, en un encuentro
fortuito, se hubiesen fundido en un abrazo amoroso el “Llueve mucho” de Mariano
y la “Indemnización en diferido” de María Dolores sobre la pantalla de un
televisor de plasma. Sería, como dijo Isidore Ducasse, comte de Lautrémont, en Les chants de Maldoror: “Bello como el encuentro fortuito de una
máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección”.
En esas meditaciones andaba este
jubilata cuando, visitando en la Fundación Juan March la exposición Surrealistas antes del surrealismo,
se paró a contemplar la fotografía “Una
patata germinada con sus tentáculos flotando en el espacio gris” (literal).
Fue una revelación de lo más surreal encontrar la relación entre aquella patata
de tentáculos fantasmagóricos y la alusión meteorológica a una sentencia que ha
dejado en un ¡Ay! al país.
Mientras que la humanidad sigue
sin encontrar respuesta a la gran cuestión de si hay Vida después de la vida, los
españoles sabemos con certeza que hay surrealismo después del Surrealismo, y
así nos lo demuestran nuestros políticos cada día.
Lo que pasa es que no les
comprendemos.
¡Genial explicación del día al día que vivimos!
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