domingo, 3 de junio de 2012

Con la conciencia tranquila


Yo no se al improbable lector, pero a este jubilata, cada vez que oye decir “Mi conciencia está muy tranquila”, le entran ganas de mover la susodicha conciencia a palos, a ver si con cuatro meneos bien dados aquélla sale de su atonía y empieza a servir para algo, aparte de para justificar los enjuagues de su propietario.

No hay en esta Expaña nuestra un prohombre (o una promujer, por aquello de la equiparación de géneros o sexos) que no recurra a la frasecita de marras cada vez que les pillan con los dedos hurgando dentro del cajón de los dineros públicos.

Esta jubilata lleva perdida la cuenta de cuántos políticos o representantes de instituciones públicas se han atrincherado en el argumento de "tengo la conciencia tranquila" para justificar lo injustificable: que los recursos públicos, cuando son administrados más a favor del interesado que del bien común, no son cuestión de conciencia individual, sino de malversación pura y dura. Eso como poco, cuando no se trata de un simple latrocinio ejercido sobre los recursos de la ciudadanía.

Creo que debería quedar absolutamente claro lo siguiente: la conciencia individual, tranquila o no,  no es un resorte de precisión que nos advierte de la inmoralidad de un acto en la esfera de lo público. Los actos de un personaje público, en cuanto ejerce como tal, no se deben regir por una conciencia personal y acomodaticia, sino por el respeto a la legalidad, a la norma establecida y al bien común. Como quien dice, use usted de su conciencia en la esfera privada, le diga lo que le diga ésta, que a nadie le importa, pero en cuanto individuo con responsabilidades públicas, son otras las voces las que dirán si usted obró bien o mal.

A estas reflexiones andaba yo dándole vueltas cuando le oí decir al Presidente del Consejo General de Poder Judicial que tenía la conciencia muy tranquila, tras airearse en los medios eso de que se gastó ciertos dineros del erario en viajes a Marbella, que se alojó en hoteles de categoría y que llevó a un acompañante, todo a cargo de dineros que no salieron de su bolsillo. Mira qué bonito ejemplo en tiempos de escasez y recortes económicos en las instituciones del Estado. Quizás el hecho de ocupar la cúspide de la magistratura estatal le haga creer que tiene privilegios de los que no goza el pueblo mezquino, pero ha olvidado aquella máxima de que la mujer del César no sólo ha de ser honrada, sino parecerlo.

Y aquí la impresión general es que las castas privilegiadas, instaladas en el poder en supuesta representación del pueblo, ni son decentes ni se molestan en parecerlo. ¿Usted vacía de recursos una Caja de Ahorros, como la CAM que se quedó con parte de mis ahorros, para construir aeropuertos inservibles, para montar Fórmulas 1, para enladrillar la costa? Lo hizo con la mejor de las intenciones y su conciencia está muy tranquila. ¿Que por el camino han aparecido unos Gúrteles para desviar dineros públicos en favor de amiguetes? Nada, debilidades humanas. Usted, en mi lugar, hubiese hecho lo mismo. Lo primero es la familia.

¿Qué usted subvencionó ONG´s urdanganirescas? ¿A quién mejor que a un yerno del rey le vamos a confiar nuestros dineros, más cuando lleva el título de duque de Palma? Mi conciencia está tranquila porque el nombre de la ciudad se lo merece.

Y así desde el alcalde de Villatordillos de los Eriales hasta el magistrado supremo de la nación. Que el improbable lector vaya añadiendo los casos que recuerde; a mí se me escapan de tantos como son.

La conciencia privada es la medida de valor universal, aplicada a los intereses del país cuando éstos colisionan con mis intereses particulares. Ésta podría ser la norma que éstos siguen para hacernos creer que "mi dios y mi conciencia" están por encima de los ciudadanos. ¡¡Y una mierda!! se nos ocurre pensar a los que tenemos que aguantar los dictados de su conciencia y sufrir sus consecuencias.

Este jubilata propondría, no por ética o moral, sino por estética, que dejaran de echar mano a la conciencia cada vez que tengan que justificar lo que, a los ojos del más elemental sentido común, no es más que una tropelía en mayor o menor grado.

Ténganlo claro de una puñetera vez, su conciencia nos importa un carajo. Nos conformamos con que no metan mano al cajón ¿Vale?

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