Aunque he colgado a primeros de
año una humorada sobre la verídica historia de los Reyes Magos, seguida de algunas reflexiones sobre lecturas, ésta era la
primera entrada de este año de sustos del 2013 y quise hacerla sobre una
marcha que hicimos el Trío de los Tejos por estas tierras madrileñas al
suroeste de la provincia, que frecuentamos poco en nuestras andanzas.
Nuestro objetivo era vario. Se
trataba de explorar aquellas tierras de pie de monte, ver unas viejas
instalaciones militares de cuando la guerra incivil, recorrer parte del curso
del río Perales (tributario del Alberche), comprobar qué daba de sí (en cuanto
a la posibilidad de hallar tejos en el lugar llamado las Tejoneras), y ver
algunos antiguos molinos en las orillas de este río.
A la salida del pueblo tomamos un
camino, dirección sur, entre antiguas tapias de piedra, próximo en su inicio a
una explanada de material de construcción. Paisaje de dehesas con encinas y
enebros, que veremos todo a lo largo de la marcha. Llegados
al arroyo Veguillas nos extraviamos un poco hasta dar con la pista de
seguimiento del Canal YII, que dejamos a nuestra derecha para llegar a una
cantera enorme.
Desde allí, a la derecha, hay un cerro donde se conservan
antiguas casamatas de la guerra civil. Corresponden al cerco que el ejército
franquista estableció en torno a Madrid. No se olvide que estamos bastante
cerca de Brunete, donde se dio aquella terrible batalla entre las tropas
republicanas y franquistas que arrasó la población.
Las casamatas se mantienen en pie
– aunque faltas de techumbre –, adoptando una forma escalonada, siguiendo la
ladera del cerro. Llama la atención un pequeño edificio semicircular, en forma
de ábside abovedado, parcialmente derruido, abierto por uno de sus lados, y con
cuatro pequeñas ventanas longitudinales rematadas por un pequeño arco
semicircular. Tiene el aspecto de un ábside tosco y la explicación que se nos
ocurrió es que se trataba de una capilla. En un lateral tiene una antigua
plancha, aglomerado de arena y cal, donde aún pueden distinguirse los vestigios
del yugo y las flechas.
Bordeando la zona de seguridad de
la cantera, bajamos hasta el río Perales, que recorrimos hasta el embalse. Allí
hay un lugar llamado las Tejoneras, donde no se aprecia vestigio de tejos,
aunque el lugar es muy umbrío, pero la vegetación predomina la encina y el
enebro como plantas de mayor porte, aparte el bosque de rivera, propio de las
corrientes de agua. A lo largo del curso del río encontramos un puente de época
musulmana, el del Pasadero. Es de un
ojo, en bóveda de medio punto y sillares bien labrados. Por aquí pasaba el
camino de Navalagamella a Quijorna y fue, durante el dominio musulmán parte de
la vía militar que unía Talamanca del Jarama con el Valle del Tietar y cumplía
una función defensiva de la
Marca Media contra las incursiones cristianas.
Paramos a comer junto a las
tapias de un viejo molino que conserva la tolva por donde se acumulaba el agua
para obtener la fuerza motriz que hacía funcionar el ingenio. Es un sistema
llamado “de cubo”, que permite acumular agua en ríos de poco caudal. El cubo (un
pozo de varios metros de profundidad) está hecho en buenos sillares labrados y
se conserva en estupendas condiciones. Del otro lado del río, los restos de
otro molino que no nos acercamos a ver.
Seguimos río abajo hasta el
embalse del Cerro Alarcón, que también bordeamos hacia la presa. Por aquellos
lugares vemos un revolcadero de jabalíes; un par de hoyas, como dos bañeras
toscas, de un limo arcilloso. Camino adelante, salimos a la carretera, y, poco
antes de entrar en el pueblo, vemos un complejo de varios búnker que fue puesto
de mando en el frente de Brunete. De allí, a la iglesia, donde hemos dejado el
coche.
Fue una marcha que nos llevó
cuatro horas de caminata, sin contar las paradas para la observación del
entorno y el preceptivo bocata y rato de conversación y fotos paisajísticas. Una
buena forma de comenzar el año, que recomiendo a quienes gusten del senderismo
y del disfrute de la naturaleza, así como a quienes quieran aunar el ejercicio
físico con el interés por los vestigios históricos.
Ya sabe el improbable lector, hay
que activar el músculo y la mente a la par, cosas que no son en absoluto
incompatibles.
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