La cabra siempre tira al monte y
el ciudadano, perplejo una vez más, vuelve a lo de siempre, a hablar de esas
cosas peregrinas que dicen los políticos desde la tribuna. ¡Es que no hay forma
de tomarse un alivio ante tanto disparate, hombre!
Ya el improbable lector - nada más leer el primer párrafo - habrá
caído en la cuenta de que este jubilata vuelve a hozar en el lodazal de lo que
damos en llamar “política”, esa charca en la que se revuelcan los prohombres y
las produjeres que rigen los destinos de la patria mía. Bien quisiera hablar de
cualquier otro asunto, pero la vida de este país gira en torno a esas
vulgares recurrencias de falsedades oficiales, trabalenguas que confunden más que
explican, trapacerías de complejo desentrañamiento, neolenguas de trileros
escamoteadores que ocultan realidades evidentes, y toda una sarta de mentidos y
desmentidos que se suceden sin solución de continuidad, como esos tiovivos de
feria que te dan mil vueltas para dejarte en el lugar donde estabas, pero
mareado.
No sé si el sufrido lector habrá
entendido lo que acabo de decir, de la misma forma que el sufrido ciudadano es
incapaz de entender por qué no se pone un poco de orden en el regimiento de la
cosa pública. Pero - este jubilata lo jura - la parrafada anterior no es un
trabalenguas para marearle y dejarle in
albis. Si bien se mira, la frase de marras, tiene una concatenación lógica
desde el punto de vista idiomático. No ocurre lo mismo con ese marear la perdiz cuando, desde el sillón de mando, tratan de explicar lo inexplicable y, encima, con torpeza.
Total, va uno y escucha, hasta la
saciedad y en un montón de medios de comunicación, ese atropello del leguaje y
atentado a la inteligencia del que ha hecho gala doña Cospe para contarnos que
lo del Bárcenas con el PePe, en realidad, se trataba de un contrato rescindido
en diferido, como una simulación de contrato para pagar una indemnización
pactada, difiriendo los pagos como si fueran un salario de alguien que estuvo,
pero ya no está, pero sigue cobrando…En fin, un lío que no acabo de entender. Menos
aún cuando la segunda parte contratante dice que de eso, ni flores. Que él ha
sido empleado del PePe hasta hace dos días y que se trata de una revocación ilegal de su contrato, y que les pone una demanda por despido improcedente, y que si le mandan al paro, como lleva ya muchos años cotizando, quiere ver de qué color es la
pasta de la indemnización por ese despido.
Lo primero que le viene a la
imaginación al ciudadano, tras tanto galimatías, es la escena de Una noche en la ópera en la que Groucho y Chico
Marx (marxistas capitalistas, pero con humor disparatado) redactan el contrato
de la primera parte contratante con la segunda parte contratante y van
arrancando del contrato aquello que no queda muy claro para, al final, dejarlo
más confuso aún.
Yo creo que a doña Cospe (en esta comparecencia groucho-marxista del despido diferido) le tenía
que haber dado la réplica el señor Floriano, pongamos por caso, de forma que la
explicación al alimón hubiese sido explicada con la debida confusión. Y si no,
ahí tenían a Pepe Isbert desde lo alto del balcón del ayuntamiento, quien lo
tenía bastante más claro: “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación,
y esa explicación que os debo os la voy a pagar, porque como alcalde vuestro que soy os debo una explicación”.
Como puede ver el improbable lector, la explicación no resultaba tan difícil,
sólo hay que tener un poco de soltura con el idioma.
Pero este jubilata, que es poco
cinéfilo se ha ido más por el humor agrio de don Francisco de Quevedo, quien
veía en su tiempo los mismos o parecidos males de que disfrutamos ahora, y ha
encontrado el soneto intitulado Valimiento
de la mentira:
“Mal oficio es mentir, pero
abrigado:
eso tiene de sastre la mentira,
que viste al que la dice; y aun
si aspira
a puesto el mentiroso, es bien
premiado.
Pues la verdad amarga, tal bocado
mi boca escupa con enojo y ira;
y ayuno, el verdadero, que suspira,
invidie mi pellejo bien curado.
y ayuno, el verdadero, que suspira,
invidie mi pellejo bien curado.
Yo trocaré mentiras a dineros,
que las mentiras ya quebrantan
peñas;
y pidiendo andaré en los mentideros.
...etc
y pidiendo andaré en los mentideros.
...etc
(Soneto que, por cierto, cantó Paco Ibáñez en el Olimpia de París en aquellos años románticos en que contra Franco vivíamos mejor y hasta teníamos ilusiones y todo).
Y aunque la neolengua de la
lideresa castellano-manchega prohíba a sus funcionarios emplear el término
“desahucios” y otras inconveniencias, siempre estará el señor De Quevedo y
Villegas para recordarnos que al mentir con toda la boca sigue llamándosele, en buen
castellano, mentira, por mucho que esta verdad sea un bocado amargo.
“¡Max, no te pongas estupendo!”,
decía don Latino a Max Estrella en Luces de Bohemia. Y este jubilata se lo
dice, con todo el respeto que hace al caso, a doña Cospe: ¡¡María Dolores, no te
pongas estupenda!! Que ya nos conocemos, coño.
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