lunes, 30 de diciembre de 2013

Recapitulación.-

Ahora que aún estamos en navidades y casi terminando el año, le propongo al improbable lector hacer un ejercicio de memoria.  Un registro escrito que a este jubilata le resulta, si no útil porque no remediará los hechos pasados, al menos interesante. Se trata de animarle a llevar un  diario donde refleje las vicisitudes de su vida cotidiana, los comentarios que le provoquen los sucesos que más llamen su atención, y algunas reflexiones sobre cómo va encarando la vida paso a paso. 

Visto con la perspectiva del tiempo transcurrido, uno se descubre en sus escritos intimistas – no escribe para ser leído, sino para darse cuenta de que está viviendo – bajo una luz cambiante, según esté cabreado por la sociedad que le toca sufrir, esperanzado por pequeñas logros que no sobrepasan la esfera privada, indiferente ante las grandes palabras de políticos y otros maniobreros del negocio público, ilusionado por proyectos cuyo valor no va más allá de mantener vivas las ganas de no caer en la desesperanza, o, simplemente, vivo. Porque, eso sí, uno se lee a sí mismo en la distancia del tiempo transcurrido, y descubre que, aunque sea a empujones, ha vivido.

La cosa va, cómo no, de que estamos terminando un año que a muchos no nos hubiera gustado para nuestro país vivirlo así; por eso no está de más echar la mirada atrás para ver cómo ha ido el asunto este del  manubrio del ludibrio del bodrio que es la supervivencia en un país sometido a deterioro programado. Ya este jubilata se sospechaba algo cuando, en el encabezamiento del “Diario 2013”, añadió una coletilla que decía “La tiranía del mediocre”.

Jode ser profeta, pero lo clavé. Hemos pasado este año sometidos a la tiranía de un mediocre cuya misión histórica ha sido (está siendo) reducir al mínimo vital los logros sociales de los últimos años, aniquilar la sanidad pública, deteriorar y encarecer la enseñanza pública, empobrecer las clases medias  y convertir a los trabajadores en mano de obra paquistaní, de bajo coste, asustada y sumisa. Y a fe que lo está logrando. Si alguien me pidiera que, de un solo trazo, representara gráficamente este echo de la sumisión de todo un pueblo, le mostraría esta foto que publicó la Agencia Efe y que vale por todas las palabras. Un puro síndrome de Estocolmo, la humillación hecha carne.


Pero no se vaya a creer el improbable lector que uno cultiva la depresión porque es un masoquista inconfeso, porque también, en el encabezamiento del diario, dejé escrita una frase esperanzadora de la Eneida: Dī maris et terrae tempestātumque potentēs, ferte viam ventō facilem et spīrāte secundī (Poderosos dioses del mar, de la tierra y de las tempestades, dadnos un camino fácil y soplad con viento propicio). Lo dijo Anquises, padre de Eneas, cuando dio la orden de zarpar a la flotilla que formaron los troyanos que huían de su patria aniquilada. Lo malo es que estos viejos dioses han hecho oídos sordos a la súplica -más bien deseo- que quise manifestar con estos versos virgilianos.

Claro que estos pobres viejos dioses paganos también fueron barridos por las religiones monoteístas, quienes se alzaron con el santo y la limosna, relegándolos al aburrimiento de los museos y la curiosidad superficial de los turistas. Y aunque sea regar fuera del tiesto, el recuerdo polvoriento de estos dioses paganos, tan humanos ellos, siempre me recuerda el relato de Torrente Ballester  El Hostal de los Dioses Amables. Arrojados del Olimpo por el cristianismo, se refugiaron en aquel hostal, donde iban disolviéndose en la nada a medida que sus devotos se iban olvidando de ellos. Al final, ellos y nosotros somos la memoria que los demás conservan de nuestra existencia, y, cuando  aquéllos se desmemorian, acabamos en el olvido.

Pero, revenons à nos moutons, que dicen nuestros vecinos de más allá. Algo especialmente humillante, que quedó reflejado en el diario, fue cuando el señor ese Rajoy fue a Japón a venderle de saldo a sus capitalistas la mano de obra tirada de precio que ha logrado fabricar aquí. Que todo un Presidente de Gobierno de un país ofrezca por cuatro perras gordas la fuerza de trabajo de sus conciudadanos produce tanta humillación que debió abochornar a los propios japoneses a quienes se les ofrecía la ganga. Y lo hizo sin mover una pestaña, como cuando, frente a Fukushima, les dijo que eso de las radiaciones era cosa de poco, como los hilillos de plastilina del Pretige lo fueron en su momento.

Y, como cerrando el ciclo anual, aunque sea pura coincidencia, o solo lo parezca, el año se termina con la manifestación llamada "misa de la familia", en los aledaños de Colón, orquestada por la jerarquía católica, donde el dinero de la limosna de sus fieles se acaba guardando, en bolsas de plástico, en el maletero de un BMW estacionado cerca de la sede del PP; ciclo que se abría un 18 de enero con la noticia de que Bárcenas tenía 20 millones de euros escondidos en Suiza. Ciertamente, parece pura coincidencia, pero los dineros y el poder tienen sus querencias afines: Génova y Suiza son patrias de prestamistas y banqueros.

Pero no hay por qué cabrearse por estas cosas, que leídas en un diario personal al cabo de un tiempo, tienen el triste consuelo de lo inevitable. “Es lo que hay”, dice la gente y se resigna. Este jubilata odia la frasecita de marras y propone un deseo bien modesto: que el próximo 2014 no sea peor que el año que nos abandona a nuestra suerte. 

Y como hay que afrontar el porvenir con gallardía, gritemos con fuerza las vibrantes palabras de aquel inefable ministro Trillo: 
¡¡ Viva Honduras!! 

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