Tras estas últimas elecciones municipales y autonómicas, los periodistas le preguntaron a la ya casi exalcaldesa de Madrid una cuestión que debía tener su enjundia, pero que por lo que se ve, de puro obvia que era, este jubilata ha olvidado. La señora Botella, con su habitual facundia discursiva contestó que ella no iba a “hipotizar” sobre el pasado. Nada de lo dicho en aquella entrevista – tanto por parte de los plumíferos del micro como por parte de la edil, ¿o hay que decir “edila”? – sería digno de recordatorio si no fuera porque doña Botella aseguró que no pensaba “hipotizar” sobre la cuestión planteada.
Palabra
de la que tomé buena nota por si me servía para un pequeño diccionario que me
estoy haciendo, por pura curiosidad, sobre términos en letargo, en desuso, pero
rescatados de vez en cuando, o, simplemente, sonoros aunque poco habituales;
aparte neologismos con pedigrí, siempre que no sean angloparláticos. “Palabras
Regaladas”, le llamo a este juguete de la lengua que me he inventado. Cualquier
término en castellano me sirve a condición de que no me lleguen en tropel como
razzia de moros (que me agobiaría mucho), sea sugerente, inusual y con buena sonoridad.
Piense el improbable lector en la palabra oficleido que descubrí visitando un
museo, o serendipia, cuando andaba buscando un libro extraviado en las
estanterías, como ya se habló aquí en la entrada anterior de esta bitácora
jubilata.
¿Por
qué no “hipotizar”, aunque sea palabra a salto de mata e inventada para la
ocasión por la ya casi desalcaldada alcaldesa de Madrid? Lo malo, pensando en
ello, fue que no se trataba de un neologismo ni de palabra con raigambre y
enjundia lingüística que figure en el diccionario de Corominas. “Hipotizar” fue
un arranque de majeza cañí, un pronto verbal que le dio a la desalcaldable doña
Ana cuando se vio asediada de micrófonos y preguntas. No hay por qué reprochárselo,
es su forma de ver la realidad política y expresarla.
No
puede decirse que un servidor esté muy interesado en la percepción de la
realidad política pasada por el filtro de ciertas ideologías, pero sí en la
forma en que expresan esa realidad. O sea, en la manipulación del lenguaje para
hacer que éste diga otra cosa distinta a lo que la simple experiencia nos parece
estar advirtiendo. Por poner un ejemplo, sin ánimo de enredarse uno en el
berenjenal más de lo imprescindible, esa consigna numantina que recorre estos
días la portavocía de los genoveses y que viene a decir que – aunque la
puñetera realidad diga que se han dado un batacazo – son el partido más votado.
Según
y cómo, o sea, mire usted. Uno echa mano de una aritmética elemental y empieza
a hacer cálculos con los dedos: treinta y cinco millones de ciudadanos estaban
llamados a las urnas; doce pasaron mucho de la papela, así que veintitrés son
los que votaron, de los cuales, seis millones optaron por el vuelo de la
gaviota. Total, veintinueve millones, de los cuales, doce porque se la refanfinfla y diecisiete
porque miraron para otro lado, ninguno de ellos les dio su voto. Millón arriba,
millón abajo, que uno no es estadístico, pero así se hace una idea de a qué llaman
mayorías los jefes del cotarro.
Quizás
es que, como dijo el inefable Floriano en un vídeo promocional de la cúpula genovesa,
les “faltó piel”. A un servidor, que en estos casos de propaganda obvia barrunta
lo que no debería, le vino a las mientes esa canción de Juan del Encina que los
de Atrivm Mvsicae cantaban en su vinilo Codex Gluteo: ¿Si abrá en este baldrés / mangas para todas tres? / Tres moças d´aquesta
villa /desollavan una pija /para mangas a todas tres… / desollavan una pija / y
faltóles una tira / para mangas a todas tres.
Ya se ve que no es problema
sólo de algunos mandamases el hecho de que se pongan a desollar una pija y les
falte piel para hacer mangas y capirotes, también las mozas del pueblo llano
solían encontrarse con esos problemas. Solo que ellas insistían: ...Y faltóles un pedaço / una yba a buscallo / para mangas a todas tres.
Vayan,
vayan ustedes y busquen el trozo de piel que le falta a la pija antes de embaulársela.
Aquí no tenemos ninguna prisa hasta dentro de cuatro años.
Hay un oficleido en la catedral de Zamora. Saludos
ResponderEliminarNo lo sabía. El que conozco está en el Museo de Arte Sacro de Sigüenza.
ResponderEliminarEn la catedral de Astorga tenemos otro, según se entra, a la derecha, en un rincón.
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