miércoles, 27 de mayo de 2015

La realidad según se mire.-


Tras estas últimas elecciones municipales y autonómicas, los periodistas le preguntaron a la ya casi exalcaldesa de Madrid una cuestión que debía tener su enjundia, pero que por lo que se ve, de puro obvia que era, este jubilata ha olvidado. La señora Botella, con su habitual facundia discursiva contestó que ella no iba a “hipotizar” sobre el pasado. Nada de lo dicho en aquella entrevista – tanto por parte de los plumíferos del micro como por parte de la edil, ¿o hay que decir “edila”? – sería digno de recordatorio si no fuera porque doña Botella aseguró que no pensaba “hipotizar” sobre la cuestión planteada.

Palabra de la que tomé buena nota por si me servía para un pequeño diccionario que me estoy haciendo, por pura curiosidad, sobre términos en letargo, en desuso, pero rescatados de vez en cuando, o, simplemente, sonoros aunque poco habituales; aparte neologismos con pedigrí, siempre que no sean angloparláticos. “Palabras Regaladas”, le llamo a este juguete de la lengua que me he inventado. Cualquier término en castellano me sirve a condición de que no me lleguen en tropel como razzia de moros (que me agobiaría mucho), sea sugerente, inusual y con buena sonoridad. Piense el improbable lector en la palabra oficleido que descubrí visitando un museo, o serendipia, cuando andaba buscando un libro extraviado en las estanterías, como ya se habló aquí en la entrada anterior de esta bitácora jubilata.

¿Por qué no “hipotizar”, aunque sea palabra a salto de mata e inventada para la ocasión por la ya casi desalcaldada alcaldesa de Madrid? Lo malo, pensando en ello, fue que no se trataba de un neologismo ni de palabra con raigambre y enjundia lingüística que figure en el diccionario de Corominas. “Hipotizar” fue un arranque de majeza cañí, un pronto verbal que le dio a la desalcaldable doña Ana cuando se vio asediada de micrófonos y preguntas. No hay por qué reprochárselo, es su forma de ver la realidad política y expresarla.

No puede decirse que un servidor esté muy interesado en la percepción de la realidad política pasada por el filtro de ciertas ideologías, pero sí en la forma en que expresan esa realidad. O sea, en la manipulación del lenguaje para hacer que éste diga otra cosa distinta a lo que la simple experiencia nos parece estar advirtiendo. Por poner un ejemplo, sin ánimo de enredarse uno en el berenjenal más de lo imprescindible, esa consigna numantina que recorre estos días la portavocía de los genoveses y que viene a decir que – aunque la puñetera realidad diga que se han dado un batacazo – son el partido más votado.

Según y cómo, o sea, mire usted. Uno echa mano de una aritmética elemental y empieza a hacer cálculos con los dedos: treinta y cinco millones de ciudadanos estaban llamados a las urnas; doce pasaron mucho de la papela, así que veintitrés son los que votaron, de los cuales, seis millones optaron por el vuelo de la gaviota. Total, veintinueve millones, de los cuales,  doce porque se la refanfinfla y diecisiete porque miraron para otro lado, ninguno de ellos les dio su voto. Millón arriba, millón abajo, que uno no es estadístico, pero así se hace una idea de a qué llaman mayorías los jefes del cotarro.

Quizás es que, como dijo el inefable Floriano en un vídeo promocional de la cúpula genovesa, les “faltó piel”. A un servidor, que en estos casos de propaganda obvia barrunta lo que no debería, le vino a las mientes esa canción de Juan del Encina que los de Atrivm Mvsicae cantaban en su vinilo Codex Gluteo: ¿Si abrá en este baldrés / mangas para todas tres? / Tres moças d´aquesta villa /desollavan una pija /para mangas a todas tres… / desollavan una pija / y faltóles una tira / para mangas a todas tres. 

Ya se ve que no es problema sólo de algunos mandamases el hecho de que se pongan a desollar una pija y les falte piel para hacer mangas y capirotes, también las mozas del pueblo llano solían encontrarse con esos problemas. Solo que ellas insistían: ...Y faltóles un pedaço / una yba a buscallo / para mangas a todas tres.


Vayan, vayan ustedes y busquen el trozo de piel que le falta a la pija antes de embaulársela. Aquí no tenemos ninguna prisa hasta dentro de cuatro años. 

3 comentarios:

  1. Hay un oficleido en la catedral de Zamora. Saludos

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  2. No lo sabía. El que conozco está en el Museo de Arte Sacro de Sigüenza.

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  3. Cristina Rellano Montero31 de mayo de 2015, 20:06

    En la catedral de Astorga tenemos otro, según se entra, a la derecha, en un rincón.

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