Leer periódicos en estos últimos tiempos, en cuanto se
refiere a la política y sus aledaños, es cosa bastante deprimente. Más desde
que forman causa común políticos del turno de alternancia en el poder,
financieros de los medios de comunicación, periodistas domesticados y demás
interesados en la continuación del estado de cosas actual.
Dándole vueltas al asunto, he recordado que en el fondo
del cajón de la memoria del disco duro, conservaba un relato que vendría al
pelo. El improbable lector caerá enseguida en la cuenta de que la originalidad de
esta historia - si no verdadera, sí verosímil - no es mucha, ya que suena a parodia de la novela de Orwell, titulada 1984, y su célebre Ministerio de la Verdad. Pero uno lee la prensa
escrita y parece como si toda ella estuviese sometida a las directrices de ese
Departamento que, a lo mejor, en el nuevo gobierno de don Mariano tiene otro
nombre, pero similares funciones.
El improbable lector, si sabe disculpar la escasa
imaginación con que fue escrito el relato, podrá entretenerse un rato, que no
es poco…
La Habitación
101.-
Los amigos se lo decían. La familia también. Los
conocidos, los compañeros de trabajo, todos. Todo el mundo se lo venía diciendo
desde hacía ya tiempo. Incluso en la junta de vecinos, el administrador le
advirtió:
– Mire usted, Fulano,
esas cosas que escribe en el periódico no están bien.
Pero Fulano no
hacía caso a nadie. Era un crítico del sistema. Según decían, tenía una pluma
brillante y mordaz, y, además, una columna diaria en un periódico de prestigio.
Allí, con ironía e ingenio, ponía en evidencia a los poderes públicos. Ridiculizaba
sus discursos, era mordiente con sus corruptelas e incongruencias y no había
Ministerio donde, de Subdirector General para arriba, no se echaran a temblar
cada vez que Fulano les sacaba en su columna.
Se sentía tan seguro que ni siquiera se mordía la lengua
a la hora de criticar al Ministerio de la Verdad. El Ministerio de la Verdad había nacido en la
última remodelación ministerial, cuando un escándalo político-financiero de
magnitudes hasta entonces nunca conocidas, había hecho caer al gobierno.
Con el pragmatismo que caracteriza a la clase política,
el nuevo gobierno, al adjudicar las nuevas Carteras, decidió crear el
Ministerio de la Verdad. Dado que la corrupción es
una característica inherente a todo tipo de Poder (democrático, oligárquico,
autocrático), este ministerio tendría
por misión velar por el buen nombre del Poder. Las noticias sobre cualquier escándalo: cohechos, tráfico de
influencias, negocio de armas, transfuguismo por imperativo crematístico,
licitaciones amañadas, sobres bajo cuerda, cajas B, y un interminable etcétera, serían filtradas a través suyo.
Cada noticia, siguiendo los cauces marcados por la veracidad
informativa oficial, debería darse de forma que no alterase el normal
transcurrir de la ciudadanía. La paz social, basada en la desinformación, debía quedar garantizada ante
cualquier escándalo, desde el simple cohecho de un concejal pueblerino hasta el
braguetazo extramatrimonial del Subsecretario del Ministerio de la Familia y Asuntos
Religiosos. Y el Ministerio de la
Verdad tenía esa alta responsabilidad.
– Don Fulano –, le decía cada noche el becario que
repartía la correspondencia en la redacción –, aquí le dejo los papeles del
ministerio. Y soltaba en la cesta de la correspondencia varios sobres con
membrete ministerial.
Y es que en la mesa de Fulano se acumulaban las
citaciones, oficios admonitorios, amistosas notas extraoficiales,
requerimientos y todo tipo de comunicaciones administrativas producidas por las
oficinas del Ministerio de la Verdad. Se
decía, incluso, que en las dependencias ministeriales existía un Negociado
especializado en la interpretación y exégesis de los textos que Fulano
publicaba a diario. Dichos textos eran
cotejados con el manual de estilo redactado por el ministerio. Cuando a la
verdad oficial no se le correspondía la interpretación periodística de Fulano,
se cursaba el correspondiente documento oficial, siguiendo el trámite que marca
el procedimiento administrativo.
– Oye, Fulano – le aconsejaba un colega bienintencionado
– ándate con ojo, no vayas a terminar en la Habitación 101.
Y es que en los medios periodísticos existía la creencia
en la Habitación
101. Nadie, a ciencia cierta, sabía de su existencia. Eran rumores que se
propagaban por las redacciones de los periódicos, por las cátedras de las
universidades, por los platós de las televisiones, por las empresas editoriales
y, en general, por cualquier lugar donde se pudiera generar y difundir una opinión que disintiese de la del
Ministerio de la Verdad.
Por si acaso, todo el mundo consultaba el manual de
estilo, que el Ministerio de la
Verdad repartía con profusión, siempre acompañado con un
“Saluda” del Director Gral. de la Recta
Opinión. También Fulano tenía uno en un cajón de su mesa de
despacho, encuadernado en piel y con cantos dorados, regalo especial del propio
Ministro. Era un privilegio exclusivo.
Su verba ácida y la incisiva mordacidad de sus artículos le habían hecho
acreedor a esta atención tan personal. Incluso, en ocasión memorable, recibió
la llamada personal del Sr. Ministro:
– Fulano – le dijo entre otras cosas – con lo bien que
usted escribe, se iba a aburrir mucho en la Habitación 101.
Pero el Sr. Ministro era un político campechano y todos sabían que nadie le ganaba a bromista en el Hemiciclo, así que Fulano no se sintió amenazado.
Pero el Sr. Ministro era un político campechano y todos sabían que nadie le ganaba a bromista en el Hemiciclo, así que Fulano no se sintió amenazado.
Y Fulano seguía escribiendo sus crónicas de la corrupción
urbanística, política, financiera. Por su culpa, un día tenía que cesar el
alcalde que había adjudicado a dedo una obra a su yerno. Otro día, una
inmobiliaria del Gerente de Urbanismo se declaraba en quiebra. Fulano había
averiguado que no existía el terreno donde, supuestamente, se iban a construir tres
mil viviendas, cuyos adjudicatarios llevaban ya dos años pagando letras.
El día que destapó el asunto de los coches de lujo, se
organizó una trifulca monumental en el Congreso de los Diputados. El cuñado de
un primo de la mujer del Jefe de la Oposición llevaba años vendiendo coches oficiales
-robados en los emiratos árabes- a los presidentes autonómicos, a los alcaldes
de las capitales y a los delegados del gobierno. Además la fina nariz
periodística de Fulano había descubierto que un sobrino de la ex mujer del
Presidente del Supremo Tribunal para el Control de la Pureza en la Aplicación de las
Leyes, tenía una empresa donde se blindaban todos los coches que aquel cuñado
de un primo de la mujer del Jefe de la Oposición vendía a la clase política.
Nada más salir la crónica de Fulano, el Ministro de la Verdad tuvo que sufrir la
interpelación parlamentaria más dura de su vida. Con razón, el Portavoz de la Oposición se preguntaba
desde la tribuna del Congreso qué utilidad tenía despilfarrar el dinero del
contribuyente en tal Ministerio de la
Verdad , si el susodicho sufrido contribuyente, encima, se veía obligado
a soportar en toda su crudeza la realidad de la corrupción política.
Aquella misma noche, Fulano no apareció por la redacción.
De su casa había salido, a la redacción no había llegado. Según decían, se había
encontrado con dos amigos y se lo habían llevado de copas…
Cuando a Fulano lo introdujeron en la Habitación 101, vio
ante sí un encerado de cinco metros de largo por uno y medio de alto. Al lado,
un palé con paquetes llenos de barritas de tiza. En el ángulo superior
izquierdo de la pizarra, esta frase: Nunca
diré la verdad sin permiso, que ya lleva escrita un millón cuatrocientas
ochenta y tres mil doscientas veintiocho veces. Cada vez que completa el
encerado, éste se borra automáticamente y él empieza de nuevo a escribir a partir del ángulo
superior izquierdo: Nunca diré la verdad….
Según parece, todavía tiene para tres años más.
Ya que nadie se atreve a ello ahí dejo mi pole propagandiperiodística:
ResponderEliminar"Con este resultado el nuevo presidente electo intenta legitimar su mandato y demostrar apoyo a su modelo de gobierno autoritario, basado en una alianza con el sector empresarial, exclusión de la oposición, acoso a la prensa independiente y control total de todas las instituciones del Estado."
¿Está hablando del nuevo presidente de España o de Nicaragua? (Pista: fuente El País)