Cuando me monté esta bitácora (blog lo llaman los conocedores) no tenía más propósito que encauzar por ella parte de mis ocios de jubitala marchoso. Hacer anotaciones en ella (post, las llaman los que saben) ocupa bastante tiempo, ya que uno, en primer lugar, debe pensarse qué coños va a escribir y, en segundo lugar, cómo lo va a escribir. Aquello de si lo que escribe va a interesar al navegante internauta, ni se lo plantea, Puede hacerlo, si quiere, pero es seguro que llegará a conclusiones muy desalentadoras respecto a la popularidad de su bitácora.
Para justificar el vertido de las excrecencias mentales de uno –que apenas interesa a cuatro descarriados– en el universo internaútico, nada mejor que tomar como ejemplo el universo exterior más próximo a nuestro planeta. Hay tal cantidad de chatarra cósmica, de basura espacial flotando sobre nuestras cabezas, con grandes posibilidades de descrismarnos, que verter un poco de residuos mentales en el universo virtual de Internet no debe considerarse ni antiecológico ni perjudicial para la salud.
Es que si se clasificase como delito ecológico, dañina para la salud mental, toda la basura que flota en el gran océano internaútico, Internet sería un mundo tan cancerígeno que ríase usted de Chernobil. Por eso, como hemos decidido que en el pozo sin fondo de la Red se pueden hacer vertidos incontrolados de sustancias mentales sin que hayan pasado el test de calidad intelectual, yo voy a lo mío y hablaré de mis últimas lecturas.
Hay que ver lo que da de sí el tiempo de un jubilado… Estos últimos días ha caído en mis manos un manual sobre Kant (no el propio Manuel Kant) –obsérvese el sutil juego de palabras– y me he puesto a leerlo. Con papel para notas y boli al lado, que la artrosis neuronal me impide una comprensión inmediata del texto. ¿Aburrido…? Ni hablar.
¿Alguna vez has intentado comprender qué función cumplen en nuestro conocimiento el Espacio y el Tiempo? ¿Quién puede imaginar un Espacio vacío o un Tiempo sin una sucesión de sensaciones o experiencias? Pues eso. Espacio y Tiempo resultan imposibles de representarse porque no son realidades en sí. Son las “formas” que tiene nuestra capacidad de conocimiento para comprender el mundo exterior. Son como el recipiente que da forma a su contenido, como una botella transparente que da forma al líquido que contiene.
Imagina que el mundo exterior es un caos de sensaciones, incomprensibles para la mente. Si no fuese por el Espacio y el Tiempo que dan forma y orden al mundo exterior a nuestro conocimiento, no podríamos representarlo ordenadamente. ¿A que no es tan difícil de entender?
No me digas que no sabías que el pensamiento se estructura mediante “juicios analíticos” y “juicios sintéticos”. Los primeros son universales y necesarios, y no necesitan de la experiencia para su comprobación. Por eso los llama “a priori”, porque son previos a toda experiencia. ¿Puedes imaginar un triángulo que no tenga tres lados? Pues eso es un juicio analítico: un triángulo siempre tiene tres lados, tengamos o no experiencia de ello.
Por el contrario, la veracidad de los juicios sintéticos está sujeta a la comprobación experimental ¿Cómo sabemos que la tierra gira alrededor del sol, si no es tras la experimentación científica? Preguntádselo a Galileo, que por poco le dan matarile los inquisidores. Como estos juicios se emiten tras la comprobación experimental, Kant los llama “a posteriori”.
Pues ya ves, en un ratito hemos comprendido cuatro conceptos fundamentales de la teoría kantiana del conocimiento. Y, una vez que coges carrerilla, lo demás es cuestión de paciente lectura. Y, encima, quedas como una persona inteligente. ¿Acaso has visto en la blogosfera del piélago internáutico algún blog de jubilado que hable de estas cosas? Pues, eso… Bueno, a lo mejor sí, porque, como decía el torero, “hay gente pa tó…”
Otro día podríamos hablar de la teoría del conocimiento de monsieur René Descartes. ¿Puedes imaginarte unos pequeños espíritus animales que corren por nuestro cuerpo y llegan a la glándula pineal del cerebro, haciéndola sonar como un badajo? Y eso que monsieur René era un racionalista puro.
Para justificar el vertido de las excrecencias mentales de uno –que apenas interesa a cuatro descarriados– en el universo internaútico, nada mejor que tomar como ejemplo el universo exterior más próximo a nuestro planeta. Hay tal cantidad de chatarra cósmica, de basura espacial flotando sobre nuestras cabezas, con grandes posibilidades de descrismarnos, que verter un poco de residuos mentales en el universo virtual de Internet no debe considerarse ni antiecológico ni perjudicial para la salud.
Es que si se clasificase como delito ecológico, dañina para la salud mental, toda la basura que flota en el gran océano internaútico, Internet sería un mundo tan cancerígeno que ríase usted de Chernobil. Por eso, como hemos decidido que en el pozo sin fondo de la Red se pueden hacer vertidos incontrolados de sustancias mentales sin que hayan pasado el test de calidad intelectual, yo voy a lo mío y hablaré de mis últimas lecturas.
Hay que ver lo que da de sí el tiempo de un jubilado… Estos últimos días ha caído en mis manos un manual sobre Kant (no el propio Manuel Kant) –obsérvese el sutil juego de palabras– y me he puesto a leerlo. Con papel para notas y boli al lado, que la artrosis neuronal me impide una comprensión inmediata del texto. ¿Aburrido…? Ni hablar.
¿Alguna vez has intentado comprender qué función cumplen en nuestro conocimiento el Espacio y el Tiempo? ¿Quién puede imaginar un Espacio vacío o un Tiempo sin una sucesión de sensaciones o experiencias? Pues eso. Espacio y Tiempo resultan imposibles de representarse porque no son realidades en sí. Son las “formas” que tiene nuestra capacidad de conocimiento para comprender el mundo exterior. Son como el recipiente que da forma a su contenido, como una botella transparente que da forma al líquido que contiene.
Imagina que el mundo exterior es un caos de sensaciones, incomprensibles para la mente. Si no fuese por el Espacio y el Tiempo que dan forma y orden al mundo exterior a nuestro conocimiento, no podríamos representarlo ordenadamente. ¿A que no es tan difícil de entender?
No me digas que no sabías que el pensamiento se estructura mediante “juicios analíticos” y “juicios sintéticos”. Los primeros son universales y necesarios, y no necesitan de la experiencia para su comprobación. Por eso los llama “a priori”, porque son previos a toda experiencia. ¿Puedes imaginar un triángulo que no tenga tres lados? Pues eso es un juicio analítico: un triángulo siempre tiene tres lados, tengamos o no experiencia de ello.
Por el contrario, la veracidad de los juicios sintéticos está sujeta a la comprobación experimental ¿Cómo sabemos que la tierra gira alrededor del sol, si no es tras la experimentación científica? Preguntádselo a Galileo, que por poco le dan matarile los inquisidores. Como estos juicios se emiten tras la comprobación experimental, Kant los llama “a posteriori”.
Pues ya ves, en un ratito hemos comprendido cuatro conceptos fundamentales de la teoría kantiana del conocimiento. Y, una vez que coges carrerilla, lo demás es cuestión de paciente lectura. Y, encima, quedas como una persona inteligente. ¿Acaso has visto en la blogosfera del piélago internáutico algún blog de jubilado que hable de estas cosas? Pues, eso… Bueno, a lo mejor sí, porque, como decía el torero, “hay gente pa tó…”
Otro día podríamos hablar de la teoría del conocimiento de monsieur René Descartes. ¿Puedes imaginarte unos pequeños espíritus animales que corren por nuestro cuerpo y llegan a la glándula pineal del cerebro, haciéndola sonar como un badajo? Y eso que monsieur René era un racionalista puro.
Hombre, don Juan José, no me considere descarriado, por lo menos en público, que me deja en mal lugar ante mis nietos...
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