sábado, 4 de julio de 2009

Fuera de onda.-

No es que me lo haya dicho nadie, es que lo he averiguado yo solito: estoy fuera de onda. A ver si me explico. Un servidor ya sabía que en eso de las tecnologías punta andaba muy desfasado, lo que no tiene nada de especial si se consideran mi edad y mi formación: sesentón y de letras.
Cuando hacía el bachillerato tenía problemas con la física, la química y las matemáticas. Era incapaz de hacer la conversión de grados Fahrenheit a grados Celsius, por ejemplo. Hacer formulaciones químicas era para mí como escribir un poema en caracteres de chino mandarín, y a lo más que llegué fue a identificar H20 con el agua del grifo. En cuanto a las matemáticas, resolver una raíz cuadrada era tan difícil como hacer la cuadratura del círculo, y no digo nada de las ecuaciones de segundo grado: eso de despejar las incógnitas x y z era asunto al que no llegaba mi cociente intelectual ni de lejos.
En cuanto a lo de sesentón, ahí sí que declino toda responsabilidad. Me nacieron recién terminada la segunda guerra mundial y desde entonces ya han llovido muchas guerras y he cumplido muchos quinquenios. Soy de los que trabajaron toda su vida con la Olivetti Studio 88 y escribía sobre el teclado con el método ciego, 180 pulsaciones por minuto. Un krak. Pero aquello es pura obsolescencia.
Con estos antecedentes, no tiene nada de extraño que de tecnologías electrónicas ande más bien escaso. Manejo el ordenador, el móvil y el mando de la tele con cierta soltura, pero de ahí no paso.
Total, que uno sabe de sobras que está fuera de onda en lo que respecta a las nuevas tecnologías, así que es consciente de ello y lo acepta. Pero lo que más me descuadra es que también estoy fuera de onda en muchas modas –por llamarlo de algún modo– sociales. Y ahora explico a qué me refiero.
El otro día recibimos en casa una invitación de boda. Formato cuadrangular, cartulina de grano blanco, una franja horizontal azul celeste y una flor de factura infantilista (creo que me ha salido un neologismo), con un taladro en su centro geométrico, ensartada por una cinta azulita con motitas blancas, lo que permite deslizar la florecilla todo a lo largo de la susodicha cinta. Chuli. Guay.
La invitación de boda nos informa que Fulanito y Fulatina tienen el placer de comunicarnos que se casan, cosa que me parece estupenda. Yo ya lo hice hace 36 años y no me he roto nada. La cosa se complica cuando te dicen que la ceremonia será el día D, hora H en la parroquia Tal de tal pueblo cercano a Madrid y el banquete será en el restaurante Cual de un pueblo que está 20 kilómetros más allá de donde se casan. O sea, a 50 kilómetros de mi casa. Pero no es sólo eso; es que, además, se casan en pleno ferragosto, cuando las clases medias estamos en paradero desconocido, huyendo de la calorina esteparia madrileña.
Bien pensado, tampoco esto tiene nada de especial. La familia –porque de familia se trata– te convoca a bodas, bautizos, comuniones, funerales, en los momentos más inoportunos. O sea, que todo lo dicho anteriormente no es una moda social, sino un más de lo mismo, pero tenía que decirlo.
Decía lo de la moda porque, dentro del tarjetón, viene una discreta tarjeta como las de visita. Y en esta tarjeta viene un número de cuenta corriente con sus veinte dígitos (Entidad, Sucursal, Dígito Control, Nº de Cuenta propiamente dicho). Pues eso, que acabo de enterarme que esto es lo más fashion en cuestión de bodas. Lo de la lista de bodas, una antigualla. Lo de dar dinero a los novios en el banquete, entre un “Que se besen” y otro “Que se besen”, una ordinariez. Ahora lo más cool es ingresar discretamente el aguinaldo en la cuenta de los recién casado. Es más discreto, no hay que llamar al furgón blindado para que se lleve el saco con los dineros, la madre de la novia no tiene que cargar con los fajos de billetes toda la noche… Todo son ventajas. Pero a mí me suena a impuesto revolucionario, a mercantilismo, a transacción económica asimétrica (langostinos a cambio de pasta), a “pesca milagrosa” tipo FARC. Te ponen en una lista porque sí, te invitan a una ceremonia tediosa y que suele acabar en divorcio, te mandan a comer los entremeses y el entrecot (¡con estos calores!) a 50 kilómetros de casa, te obligan a soportar todas las geniales vulgaridades alcohólicas durante las horas del banquete (“El polvo de esta noche ya no es ilegal”, gritaban a los novios en la última boda que asistí el verano pasado). Encima, como vas en tu coche, si bebes, te está esperando la Guardia Civil con el aparatito de soplar.
Todo un programa. Y yo ignorante de las nuevas tendencias…

2 comentarios:

  1. Como padre de la novia, me veo obligado a solicitarle, en mi derecho de rectificación, que publique en su blog, y en la misma tipografía que su comentario, la siguiente aclaración:
    "Como padre de la contrayente matrimonial el proximo día 15 de agosto de 2009 en el municipio de Guadalix de la Sierra (Madrid), concretamente en la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Sierra, y posterior anfitrión en el Restaurante Los Manolos en el punto kilométrico (P. K. de aquí en adelante) 50,042 de la antigua N-148, quiero puntualizar:
    a) Mi hija no se casa de penalti.
    b) El hecho de que la boda sea en pleno "ferragosto" (como dice su "post") se debe a que es la época en la que menos gente va a poder asistir a la ceremonia y, por tanto, al convite.
    c) Esta circunstancia garantiza a los novios un RSG, es decir "regalo sin gasto", lo cual es altamente beneficioso para los que convidamos.
    d) Para los asistentes, queda mucho más elegante la límpia transferencia que el manoseado sobre, transmisor de posibles enfermedades como la tan de palpitante actualidad denominada gripe A.
    e) Repito que mi hija no se casa de penalti.
    Atentamente,
    Antonio Moyano Castejón."
    Ruego, al amparo de Art.145 de la Ley 25/1945 de 12 de enero de Actividad Periodística y Profesional de la Información, distribuya la siguiente nota, reservándome las acciones legales que considere oportunas.

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  2. Sr. Moyano, no sea usted susceptible, que la boda es en Ciempozuelos, hombre.
    En cuanto a lo de su hija, recuerde lo que decía tío Paco cuando ejercía de cura en Villamartín: Estoy cansado de casar a tres.
    A buen entendedor...

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