martes, 30 de marzo de 2010

Una marcha por la Sierra de la Puebla.-




Con eso de que el tiempo anda un poco revuelto (cosas del cambio de estación) los que somos un poco artríticos tenemos problemas de articulaciones. Cualquier día de estos me pongo a hablar de la variada colección de artrosis y artritis que me aquejan, pero hoy no.
Lo cierto es que llevo un par de semanas con cristales en la rodilla derecha, pero no he sido capaz de renunciar a la marcha montañera que tenía programada el grupo de montaña del CSIC para este sábado pasado, así que me he chutado un par de aspirinas para no perderme la paseata.
Dicho brevemente, salimos del puerto de la Puebla para iniciar la subida al alto del Porrejón (1.827 m.). De allí bajamos al collado de las Palomas (1.600 m) pasando por el mogote de la Peña Hierro. Desde el collado, la subida al pico Tornera (1.865 m) es larga y la cuerda va ganando altura en un sube y baja por aquellas cresterías de pizarras. Desde el Tornera el camino hacia el pico Centenera es un rompe piernas, ya que hay que buscarse los pasos por entre las lastras verticales de pizarras y enormes lanchares y pedreras mientras se transita por aquel serrijón que es como la espina dorsal de un animal prehistórico. De allí bajamos a un collado que nos puso al pie del pico Centenera y el grupo se dividió: los más montañeros subieron al pico, mientras que otros nos bajamos hacia la pista. Yo tenía bula para no subir, con eso de la rodilla machacada. Mientras coronaban los otros, nosotros esperamos en la pista, donde descabecé una siestecita en el amoroso regazo de la madre naturaleza (o sea, en el duro suelo) mientras el sol poniente caldeaba las choquezuelas de mis extremidades inferiores. El último tirón – pista adelante y desvío por el camino de la tubería que suministra agua al pueblo de la Puebla –, todavía n
os llevó hora y medio de caminar a buen ritmo.
Esta sierra Norte de Madrid (lo que se conocía como la Sierra Pobre) es abrupta y de orografía difícil. Los materiales de que está formada son pizarras que la erosión ha dejado al aire como la osamenta de algún monstruo antediluviano. Enormes lastras verticales que producen la sensación de cuchillas gigantescas clavadas en el suelo, con sus bordes afilados, y donde hay que pensárselo cada vez que das un paso y busca un espacio donde posar la bota.
La vista desde el Tornera es de una belleza sólo apta para los esforzados que son capaces de recorrer estos parajes: Mirando hacia el oeste, se aprecia el macizo nevado del Peñalara con su prolongación en los Mo
ntes Carpetanos. A su izquierda, la Cuerda Larga, cubierta de nieve, con las dos cabezas de Hierro. Siguiendo los Carepetanos, la Somosierra y, hacia su derecha, el Cerrón y el pico del Lobo y, mirando hacia el noreste, el macizo de Ayllón con el peñote del Ocejón destacando sobre él. La contemplación de estos parajes, por sí sola, ha merecido la pena el castigar durante unas horas esas rodillas mías que van quejándose de edad.
A estas altitudes por las que nos movemos, la vegetación es de matorral, donde abundan las matas de brecina que se están llenando de botones a punto de florecer, prados de altura y algunos ranúnculos que ya se han atrevido a abrir sus pétalos. El ICONA llenó muchos de estos parajes de pino de repoblación, aterrazando las vertientes, arrancando especies autóctonas como el roble y chaparras, dejando espacio libre a la jara, cantueso, mejorana. Afortunadamente, camino del pueblo vemos unos robles centenarios espléndidos, con sus ramas desnudas como descomunales brazos, algo parecido a aquellos gigantones desaforados que don Quijote quería arremeter con su lanzón. Nosotros nos conformamos con fotografiarlos y dejarles que vivan su tranquila existencia lejos de las motosierras.
De momento, hasta dentro de unas semanas, no habrá salida a la sierra,
ya que nos vamos a dar una vuelta por el sur de Italia. Qué cosas le pasan a uno, fui a la biblioteca pública, introduje en el buscador “Sicilia” e “historia” y me salieron media docena de libros sobre historias de la mafia siciliana. Quienes seleccionaron temas sobre esa hermosa isla se olvidaron de lo cargada que está de historia y de arte. Por aquí pasaron y dejaron sus improntas, griegos, cartagineses, romanos y bizantinos; incluso hubo un reino normando allá por el S. XI, sin olvidar la presencia de los angevinos franceses, primero, y los españoles después –con la Corona de Aragón–, o el reinado de nuestro Carlos III, quien obtuvo la Corona de las Dos Sicilias gracias a las intrigas de su mamá, la Farnesina. Se ve que actualmente “Sicilia” solo la recordamos como patria de don Corleone y su honorable familia (en vez de Arquímedes, o el tirano de Siracusa Dionisio el Viejo, quien invitó a Platón a poner en práctica sus teorías políticas, recogidas posteriormente en “La República”, pongo por caso). Lo que corrientemente llamamos cultura popular, vamos. Pues eso, qué cosas.

2 comentarios:

  1. Impresionante la foto primera, don Juan José...

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  2. Angustias Valiente16 de abril de 2010, 10:26

    No se lo va a creer, pero hace unos días me encontré a un señor muy parecido a usted por Silicia...

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