Si este circo global que es nuestra sociedad fuese una película de ciencia-ficción, estaríamos ante un fenómeno de subducción colectiva: la Obamización, si se me permite la palabreja. Una especie de feliz histeria universal, según la cual un nuevo Mesías nos ha sido dado para salvación de la Humanidad. Un Mesías negro que viene a predicarnos la buena nueva del final de la Era Bush y sus tropelías, la nueva aurora de la fraternidad universal bajo los auspicios de un capitalismo regenerado con dineros públicos, el cierre de los guantánamos demasiado evidentes y la disolución en la nada mediática de todos lo males subsiguientes al 11-S y al auge del Eje del Mal con su morisma ignorante y fanática.
Ya sabíamos, por los libros de historia, del poder taumatúrgico de los reyes medievales. También sabíamos de la curación por la palabra y que la fe mueve montañas. Pero no sabíamos, hasta ahora, que los votos de un pueblo solipsista como el norteamericano fuesen a traernos la salvación universal, la justicia y la paz entre los pueblos. O lo que quiera que las gentes enfervorizadas supongan que va a traernos la nueva Era Obama.
Por mí, bienvenido sea. No seré yo quien le quite la ilusión a nadie, ni quien se enfrente con el fervor de los adeptos a los líderes carismáticos. Bienvenidos sean los Mesías sacramentados por el sufragio universal. Yo sólo soy un improductivo y no imparto doctrina.
Pero me hago algunas preguntas. ¿Qué pasará con el regalo que, según leo en la prensa, le hace Wall Street al flamante nuevo presidente? ¿Hay que devolver los favores o basta con el “santa Rita, Rita, lo que se da no se quita"? ¿Y qué pasa con el “capitalismo del desastre”? ¿Seguirá provocando nuevas guerras para lograr nuevas ganancias? ¿Y qué pasa con la sobreexplotación de los recursos naturales? ¿Multiplicará el nuevo Mesías los peces de los mares que esquilman los buques factoría, o es demasiado pedir? ¿Y qué pasa con la crisis de sobre producción que vivimos? Porque el armamento se puede gastar en nuevas guerra, pero ¿A quién venderemos los coches, si quienes los fabrican van al paro? ¿Y todos los cachivaches que salen de nuestras factorías? Por cierto ¿alguien se acuerda de san Carlos Marx? Algo profetizó sobre las crisis cíclicas de sobre producción del sistema capitalista. Estamos inmersos en una y nadie le pone una vela a aquel santo ateo.
En fin ¡Obamicémonos! Dice mi amiga Rosa en su blog. Admiro su fe. Ha ejercido el periodismo toda su vida y, a pesar de que yo la suponía curada de espantos y de espejismos, está ilusionada con la obamización. No sólo cree en ella: nos incita a que creamos y nos ilusionemos, y lo hace de una forma imperativa: ¡Obamicémonos! Más que una invitación a participar del estado de gracia colectivo, es una exigencia de optimismo y a mí, lo juro, hasta me enternece tanta ilusión como pone en ello.
Bienvenidos sean los Mesías, no importa el color de su piel, si traen garantía de calidad. Por mí que no quede. Por eso, obamicémonos, siquiera un ratito, a ver qué pasa.
Ya sabíamos, por los libros de historia, del poder taumatúrgico de los reyes medievales. También sabíamos de la curación por la palabra y que la fe mueve montañas. Pero no sabíamos, hasta ahora, que los votos de un pueblo solipsista como el norteamericano fuesen a traernos la salvación universal, la justicia y la paz entre los pueblos. O lo que quiera que las gentes enfervorizadas supongan que va a traernos la nueva Era Obama.
Por mí, bienvenido sea. No seré yo quien le quite la ilusión a nadie, ni quien se enfrente con el fervor de los adeptos a los líderes carismáticos. Bienvenidos sean los Mesías sacramentados por el sufragio universal. Yo sólo soy un improductivo y no imparto doctrina.
Pero me hago algunas preguntas. ¿Qué pasará con el regalo que, según leo en la prensa, le hace Wall Street al flamante nuevo presidente? ¿Hay que devolver los favores o basta con el “santa Rita, Rita, lo que se da no se quita"? ¿Y qué pasa con el “capitalismo del desastre”? ¿Seguirá provocando nuevas guerras para lograr nuevas ganancias? ¿Y qué pasa con la sobreexplotación de los recursos naturales? ¿Multiplicará el nuevo Mesías los peces de los mares que esquilman los buques factoría, o es demasiado pedir? ¿Y qué pasa con la crisis de sobre producción que vivimos? Porque el armamento se puede gastar en nuevas guerra, pero ¿A quién venderemos los coches, si quienes los fabrican van al paro? ¿Y todos los cachivaches que salen de nuestras factorías? Por cierto ¿alguien se acuerda de san Carlos Marx? Algo profetizó sobre las crisis cíclicas de sobre producción del sistema capitalista. Estamos inmersos en una y nadie le pone una vela a aquel santo ateo.
En fin ¡Obamicémonos! Dice mi amiga Rosa en su blog. Admiro su fe. Ha ejercido el periodismo toda su vida y, a pesar de que yo la suponía curada de espantos y de espejismos, está ilusionada con la obamización. No sólo cree en ella: nos incita a que creamos y nos ilusionemos, y lo hace de una forma imperativa: ¡Obamicémonos! Más que una invitación a participar del estado de gracia colectivo, es una exigencia de optimismo y a mí, lo juro, hasta me enternece tanta ilusión como pone en ello.
Bienvenidos sean los Mesías, no importa el color de su piel, si traen garantía de calidad. Por mí que no quede. Por eso, obamicémonos, siquiera un ratito, a ver qué pasa.
Prometiste ser menos escéptico ¿recuerdas? Obama trae ilusión y estamos muy necesitados de ella.
ResponderEliminarRosa nada anònima
Recomendable la viñeta de Gallego & Rey de El Mundo (día 22, jueves).
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