viernes, 30 de enero de 2009

Vivir del cuento.


Vivir del cuento es una ilusión muy extendida. Incluso a mí me hubiese gustado que me tocara esa bicoca, como a quien le toca la primitiva. Y ya que uno no es muy exigente, igual hubiese aceptado que lo de vivir del cuento fuese en sentido figurado o en el literal.
La primera posibilidad nunca estuvo a mi alcance: nunca formé parte del mundillo de famosos entrevistables o alimentadores del papel cuché con sus exhibiciones de casquería sentimental. La naturaleza no me predestinó al famoseo, y la necesidad hizo de mí un burócrata.
Ya que no podía vivir de ello en sentido figurado, haciendo de figurante cotizado, no me hubiese importado vivir del cuento en sentido literal, o literario. Porque, como solían decir nuestros abuelos: debajo de una mala capa suele haber un buen bebedor. Y debajo de la capa parda burocrática resulta que había un escribidor de cuentos, o de relatos, si se prefiere.
La Olivetti 88 del despacho no sólo servía para machacar papel timbrado y pasar a limpio la literatura administrativa, también servía, en ratos de ocio -o de ausencia del jefe de sección- para dar forma a las historias que se me pasaban por la cabeza. Que fuesen buenas o malas, en eso no me meto, pero que, bajo el plomizo mundo burocrático aleteaba una chispa de imaginación, eso sí que es cierto. Así que escribía oficios, traslados, informes…, y, a escondidas, cuentos.
Desde entonces, años llevo en ese empeño. Se me ocurre una idea, no importa que absurda, y ¡Zás! de la chistera de la imaginación surge una historia que termina en el papel; bueno, desde hace unos cuantos años, en la pantalla del ordenador. La historia de marras, bien enhebrada y zurcida, va al archivo de “Mis Textos” y, desde allí, a los correos electrónicos que envío a mis amistades y conocidos en general.
Reconozco que la gente es discreta: casi nadie dice si mis relatos les gustan o no. Supongo que lo hacen para no animarme o para no ofenderme. Está feo reenviar un correo al autor con el comentario “tu cuento es una mierda”, y, por otro lado, es una falta de consideración muy grade decirle “qué bien escribes, deberías publicar”. Despertar vanas esperanzas, para qué. Porque, gente que escribe, la hay a puñados así, así… En cuanto a gente que se cree con derecho a ser publicada: no habría bosques suficientes en toda España para hacer pasta de papel.
Y, como a mí alguna vez me han dicho lo de “deberías publicar”, estuve un tiempo enviando mis cuentos a concursos de relatos allí donde había una convocatoria. Y convocatorias las hay muchas, muchas, muchas. No hay ayuntamiento, casa de la cultura, biblioteca pública, asociación cultural, institución pública o privada, que no organice un certamen literario con su puñadito de euros de premio, su diplomita con grecas y, lo que es mejor, su predisposición a publicar los relatos premiados.
Con más fe que esperanza, en los últimos años he gastado en DIN A4 y sellos de correo dinero suficiente como para ser mi propio editor. Que yo sepa, sólo una vez me comunicaron que un relato breve mío había sido seleccionado y se publicaría. ¡Me puse más contento…! Luego me enteré que el mío era uno de los doscientos cincuenta seleccionados, con todos los cuales se iba a editar un libro que se vendería para recaudar fondos para no sé qué asociación benéfica. Nunca he visto la publicación y me temo que hubiera tenido que escarbar un buen rato hasta encontrar el mío.
Como desagravio a aquel pobre relato breve, he decidido colgarlo aquí en mi bitácora. La ilustración que le acompaña, tan ingenua, es de mi jovencísima colaboradora Paula Serrano, a quien no le importa ver asociado su prometedor nombre con los cuentos de este frustrado gran cuentista.

Amor en breve.-
"Era Merodio Fernández un hombre de talante enamoradizo, pero no lograba encontrar una mujer a su medida. Desesperado, puso un anuncio en el periódico: “Se ofrece corazón vacante, cálido, generoso y amplio. Interesadas preguntar por M. F”. Como la oferta era muy ventajosa, recibió proposiciones de muchas mujeres solitarias: todas interesadas en ocupar la vacante en propiedad. Él, afanosamente, dedicó un par de semanas a estudiar los currículos sentimentales de las aspirantes, y todas ellas le gustaban. Incapaz de decidirse por ninguna en concreto, optó por realquilar su corazón por habitaciones. Como tenía un corazón tan amplio, le cupieron los amores de once mujeres. Desde entonces, Merodio va, cada mañana, habitación por habitación, besa en la boca a cada uno de sus amores y se marcha al trabajo tan feliz.”

1 comentario:

  1. Bueno, tu jovencísima colaboradora no es tan joven, que ya tiene 11 añazos...
    Respecto a los comentarios negativos, yo, unos meses más curtido que tú en materia internetera, te diré que un individuo me ha solicitado la devolución de los 37 segundos de vida que empleó en ver mi video New Obama Dance en YouTube... Si hubiera sido un brujo se los devolvería, eso sí, convertido en rana...

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