Llevo días preguntándomelo. La respuesta más obvia, la menos complicada, es que pretendo contar cosas que me salen al paso y reflejar mis aficiones y opiniones. Tengo cosas que decir y las digo. Pero no se las digo a alguien que está frente a mí, a alguien con quien puedo dialogar, no. Las digo a nadie en especial, a cualquiera que pase por aquí y se tome la molestia de echar un vistazo, aunque ni siquiera tengo la certeza de que pase alguien y mis letras sean leídas. A pesar de no tener esa certeza de un lector, escribimos. Pero, la verdad es que, cuando colgamos ese tipo de cosas, es porque nos volvemos un poco exhibicionistas y pensamos que tanta originalidad como guardamos en nuestras vidas corrientes ha de ser conocida. Ya que no mejores, por lo menos somos distintos a los demás y queremos que eso se note.
Facebook, blogs, foros, chats, correos electrónicos… Nos pasamos media vida pendientes de la pantalla, cada vez más metidos en el mundo virtual, mientras que el mundo real queda del otro lado de la ventana. Y, claro, me pregunto ¿Por qué renunciamos al mundo real? ¿Porque nos sobrepasa, porque se rige por mecanismos que no controlamos?Pienso que este mundo virtual es un mecanismo para encauzar nuestros impulsos sociales y hacerlos inocuos. Volcar nuestras preocupaciones en este mundo internaútico nos libera de salir a la calle a encontrarnos con los demás y hacer piña (por ejemplo, contra el miserable comportamiento de los Estados democráticos frente a la impunidad israelí). Lo dicho. Un desaguadero por donde se van nuestros impulsos; una forma sutil de control, sin necesidad de policía. Montas un blog, dices lo que se te pase por las meninges y parece que estás salvando al mundo. Pura ficción que da una apariencia de sentido a nuestros actos.Ya ¿y, si no, qué? Piensa uno.
Prometo ser bueno este año recién estrenado y no ser tan pesimista en mis apreciaciones del mundo que me rodea. Al fin y al cabo, pertenecemos a esa pequeña parte de la humanidad que abre el grifo y sale agua limpia; da al interruptor y se enciende la luz, la cocina, el calentador; vamos con una tarjeta de plástico y nos permitimos los caprichos que nos apetecen; nos ponemos enfermos y tenemos médicos y medicinas; tiramos la ropa a cada temporada; vamos de copas, de viaje, de restaurante…. Vivimos como dioses. Y si la tele nos habla de una guerra lejana, con cambiar de canal, listo.¡Ah! que había dicho que me iba a reformar… Lo seguiré intentando.
Prometo ser bueno este año recién estrenado y no ser tan pesimista en mis apreciaciones del mundo que me rodea. Al fin y al cabo, pertenecemos a esa pequeña parte de la humanidad que abre el grifo y sale agua limpia; da al interruptor y se enciende la luz, la cocina, el calentador; vamos con una tarjeta de plástico y nos permitimos los caprichos que nos apetecen; nos ponemos enfermos y tenemos médicos y medicinas; tiramos la ropa a cada temporada; vamos de copas, de viaje, de restaurante…. Vivimos como dioses. Y si la tele nos habla de una guerra lejana, con cambiar de canal, listo.¡Ah! que había dicho que me iba a reformar… Lo seguiré intentando.
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