domingo, 31 de mayo de 2009

Las espaldas del Auditorio Nacional.-

Quizás, los improbables lectores de esta bitácora se digan al leer algunos comentarios que dejo en ella, “este tipo es bastante gruñón”. Qué quieres que te diga, paciente lector que me lees ahora, son ventajas de la edad. Gruñir no es sólo una cuestión de esclerosis, también es un mecanismo de autodefensa que se va desarrollando con la edad. Cuando uno lleva vividos dos tercios (aproximadamente) del tiempo que teóricamente – de acuerdo con las estadísticas de longevidad en nuestra sociedad – le toca vivir, el gruñido es el caparazón que se va engrosando para defenderse de las agresiones exteriores. Cuando se es más joven uno soporta mejor las torpezas ajenas. Y no porque sea más comprensivo, sino porque hay cosas más importantes de las que preocuparse y la vida está para beberla, no para preocuparse de los que la chapotean. Pero cuando se van acumulando los trienios vividos, se va llegando al convencimiento de que no hay razón para excusar la mala educación, el incivismo o la falta de consideración hacia los demás.
Hecho este circunloquio, paso a explicarme.
Esta mañana de domingo hemos asistido al último concierto de la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España. El programa de despedida: Paz en la Tierra, de Arnold Schönberg, y la siempre impresionante Novena Sinfonía del músico de Bonn, don Ludwing. Hablar de la Novena de Beethoven, para un aficionado como yo, es tanto como pretender conocer el nombre del dios bíblico en la zarza ardiente. Es mejor callar y oír. Respecto a la obra coral de Schönberg, uno lleva escuchadas algunas (pocas) de sus composiciones, como aquel sorprendente e incomprensible Pierrot Lunar que tuve la ocasión de conocer hará unos treinta años y que me dejó patidifuso. Por aquellos años yo no había oído hablar de la atonalidad o el dodecafonismo. Después sí he sabido y leído algo más, pero confieso que mi oído está habituado a los sonidos armónicos, a la melodía y al ritmo, y me temo que estoy perdido para la causa de los nuevos campos musicales. Una lástima.
No obstante, su Friede auf Erden (Paz en la Tierra) parece que sí está dentro de la tonalidad tradicional. Es una pieza polifónica que evoca en algún momento la música renacentista y que está al alcance de un casi esclerótico auditivo como yo, a pesar de algunas disonancias propias de su discurso musical. Pero tampoco quería yo hablar de asuntos tan conspicuos porque, como se suele decir, doctores tiene la madre Iglesia que sabrán responder.
De lo que yo quería hablar es de las espaldas. De las espaldas de los oyentes que están en la fila de delante de la tuya. Las sillas y las filas en bancales (empleando un símil de reforestación del antiguo ICONA) del Auditorio están diseñadas de tal forma que, si un espectador se inclina hacia delante, el que está inmediatamente detrás es como si sufriese un apagón de imágenes; deja de ver gran parte de la orquesta, tapada por el paredón de la espalda del / de la individuo/a que está inmediatamente delante y un escalón por debajo de él. Si el de detrás, a su vez, se inclina adelante para buscar un hueco, obliga a hacer lo mismo al que está inmediatamente detrás y por encima. Y así sucesivamente. Puede terminar la cosa en que, de abajo arriba del anfiteatro, haya una ristra de espectadores encorvados, produciendo la sensación de una fila de procesionarias a lo largo del tronco de un pino. Molesto y ridículo ¿No?
Es algo que me pone de los nervios. Sigues el desarrollo de la interpretación y ves cómo (por ejemplo) el director da entrada a las violas, o a los fagotes… De repente, quien está delante de ti decide que, inclinándose hacia delante, va a absorber más detalles de la orquesta, va a disfrutar de una vista más detallada de los pistones que pulsa el maestro del trombón de varas, y te planta la espalda delante de los ojos. ¡Ya se jodió! Tú que esperabas ver el pizzicato de los chelos no ves más que la chaqueta del vecino de delante, o la blusa de la señora y el repeinado de peluquería que abulta lo que un repollo de considerables dimensiones.
Pues eso nos ha ocurrido hoy. Nosotros estábamos en la segunda fila de tribuna y, quienes estaban en la primera, justo encima de la orquesta, andaban a cada rato echándose hacia delante, quizás para ver con detalle las calvas de los intérpretes del viento-metal, o los bonitos peinados de las componentes del coro. Lo cierto es que, a cada movimiento, nos dejaban a oscuras ahora las violas, ahora los oboes y las flautas, más tarde al propio director que, aunque estaba sobre el pedestal, es un poco corto de talla y sólo se alcanzaba a ver esporádicamente la batuta moviéndose como ajena a la mano que la guía.
Cuando el barítono Willard White ha atacado las primeras notas del himno a la alegría: O Freunde, nicht diese Töne! , toda la primera fila se ha abalanzado sobre el pretil, como ganado melómano que se inclina sediento sobre el abrevadero sonoro, con las cabezas en el vacío y mostrándonos una fila de espaldas (todas de la tercera edad, vaya por dios) que ha arruinado, con sus antiestéticas arrugas de chaquetas y blusas repujadas de michelines, los primeros compases y gran parte del Finale de esta soberbia sinfonía.
¿Es mucho pedir a esta pequeña burguesía capitalina semi culta que se quede quieta, con la espalda pegada al respaldo? ¿Es que nunca se ha sentido molesta cuando su vecino de delante le tapaba la orquesta con el costillar? Hombre, si a usted le molesta que se lo hagan ¿Por qué no se acuerda de quien tiene detrás de usted? Es una falta de educación, de consideración hacia los demás, incluso de civismo. Es una actitud tontamente egoísta y antiestética. Y si usted, transportado por el arrobo de sus deliquios estético-musicales, ha olvidado que incordia al prójimo, al menos no olvide que éste ha pagado por ver y oír a la orquesta igual que usted, no para darse una ración de espalda.
Ya lo he dicho, es que me ponen de los nervios…

jueves, 28 de mayo de 2009

Ecologismo consumista.-

O viceversa. El cartel, que reproduzco, nos da esta consigna: Compra esta actitud. Ahorra energía (las pongo en negrita a propósito, para que resalten). Una modelo, en actitud de apagar la pantalla de su ordenador, nos mira en escorzo como invitándonos a imitar su ejemplo.
La verdad sea dicha, la moza del anuncio está buenorra hasta el despatarre, pero no la han puesto ahí para incitar a verdeces a jubilatas como yo, sino para incitar al verde ecológico, al margen de ensoñaciones eróticas.
Más directo y escueto no puede ser el mensaje: Compra - Ahorra, dos imperativos en primera persona del singular que se dirigen sin ambages a cada uno de nosotros, a cada lector.
Leída la consigna, vista la actitud de la moza, uno está dispuesto a comprar y ahorrar lo que le digan; para eso está la publicidad, para incitarnos a hacer lo que nos dicen. Pero lo que no puede evitar la publicidad - en algunos casos - es que el destinatario de su mensaje se pare a pensar. Y lo que enseguida choca al consumidor de consignas, pasada la primera impresión de la maciza de piernas largas, es que allí aparezca una contradicción “compra – ahorra” que no sabe bien cómo resolver.
Uno entiende enseguida que se trata de incitar al ahorro de energía, pero para llegar a ello le están exigiendo que compre, y no cualquier objeto manufacturado, sino “actitud”. Tiene que comprar “actitud”.
Como por tan hermosa moza del anuncio uno estaría dispuesto a comprarr lo que fuera, bien quisiera comprar todos los días, digamos, un kilo de “actitud” o, media docena de unidades de “actitud” (si la venden como los huevos en el súper), pero la industria del consumo no manufactura “actitud”; por lo menos esta actitud de la que habla el anuncio, ni ésta se encuentra en las estanterías del Hipercor o el VIPS.
Dice el diccionario que “actitud” es “postura del cuerpo humano, especialmente cuando es determinada por los movimientos del ánimo, o expresa algo con eficacia”. Eficaz, la actitud de la moza del anuncio, sí lo es, y yo estoy dispuesto a ir apagando todas las pantallas de ordenador que me encuentre al paso. Pero “comprar esta actitud”, eso sí que no lo consigo por más que me lo proponga ¿Cómo voy a “comprar” una predisposición a hacer algo? Además, si de lo que se trata es de “ahorrar” ¿Por qué me incitan a “comprar”? Incitar al consumo del ahorro es tanto como fomentar la inclinación por el consumo, una vez que hacemos del ahorro de energía no una actitud responsable sino un objeto más de consumo. Una forma de trivializar un problema que nos preocupa a todos: el del derroche de energía y la consiguiente polución del medio ambiente.
Yo pediría a los publicistas que no me rompieran la cabeza con consignas de difícil cumplimiento, o, por lo menos, que no pongan una modelo tan atractiva; porque luego me desquicio para complacerla y me armo un lío entre comprar y ahorrar. Lo que yo les propondría, si no lo toman a mal, es que en este caso concreto –como el anuncio está pagado por el Ayuntamiento de Madrid–, en vez de poner a la guapetona de marras, a la que es tan difícil complacer, pusieran a la concejala Botella luciendo cacha(un suponer). Yo pasaría de largo sin leer el anuncio y seguiría apagando la pantalla de mi ordenador, como he hecho hasta ahora.

domingo, 24 de mayo de 2009

Pídeselo al amigo americano, pídeselo a Al Gore.-

La verdad es que llevo semanas viendo un anuncio en las marquesinas al que no había prestado ninguna atención hasta que lo he visto sobrescrito a mano y en tinta azul por alguien indignado por el mensaje que allí se transmite. Esta vez me he parado y he leído “Pídeselo a Al Gore” Al parecer, se trata de "Una iniciativa para conseguir que Al Gore use su influencia mediática contra esta enfermedad llamada desnutrición severa que afecta a más de 19 millones de niños". ¡Hombre! Eso está bien, me dije a bote pronto, así, sin reflexionar.
Yo, por mi condición de miembro de clases pasivas, tengo poca relación con gente importante e ignoro su capacidad y su predisposición para acabar con las injusticias. No por eso he dejado de preguntarme si era cierto que este señor tiene tanto poder como para acabar con el hambre en el mundo. Como el mister Gore fue vicepresidente de los EE. UU he dado por supuesto que sí, que mucha influencia sí que debía tener para llamar la atención sobre las hambrunas que padece la infancia en el Tercer Mundo. Y también me he preguntado que, de ser así, a qué coños espera este señor para ponerle remedio, sin necesidad de que nadie le pida nada. Que alguien me explique qué necesidad tiene don Al Gore de que yo se lo pida para ponerse a la tarea. Si es tan poderoso y tan bien predispuesto, mi opinión poco cuenta.
Pero las cosas no son tan sencillas.
Como cada internauta en situaciones parecidas, he ido corriendo a ver qué se decía al respecto en Internet, la madre de todas las informaciones. Leo “Que se haga esta película depende de ti. Entre todos podemos conseguir que Al Gore dirija esta película”. Para eso piden tu firma y no sé si, además, piden tu dinero.
Veo que algunas páginas que hablan del proyecto están vinculadas a empresas de publicidad “La creatividad sin colorantes ni conservantes” (muy ecológico el eslógan) y a la ONG que ha tenido tan brillante idea. También leo que el patrimonio del señor ha pasado de 2 millones de dólares, en 2000, a 100 millones en 2008, y que dicho patrimonio se mide en más de tres centenares de miles de metros cuadrados, más otras propiedades inmobiliarias (apartamento en Nashville (Tennesse), residencia en Arlington (Virginia), apartamento en San Francisco con 20 habitaciones), es miembro del consejo de Apple y asesor de Google… socio de la empresa Vivendi, y un etcétera sustancioso. Todo al alcance del curioso impertinente que se de un paseo por Internet.
Siendo así la cosa, a un servidor le da un poco de apuro pedirle nada. Demasiado rico e importante como para que haga caso de un simple mortal que, además, no se está muriendo de hambre.
Volviendo al cartel anunciador de su futura película No Hunger, allí se habla de la desnutrición infantil como de una “enfermedad”. Nunca me imaginé que el hambre de los desheredados del planeta fuera una “enfermedad”. Siempre creí que era la consecuencia de una injusta distribución de las riquezas o, dicho sin paliativos, del latrocinio que el sistema económico imperante fomenta. Siendo así, pensar que un gran beneficiario de este sistema injusto vaya a luchar contra él para favorecer a los desheredados, es cree en los Reyes Magos cuando se tienen 50 años. O eres meningítico, o eres un inmaduro sin remisión.
Y, si de todas formas, hubiese que hacer un documental al respecto -ya que nadie parece dispuesto a atacar las causas de la pobreza y el hambre- yo preferiría que lo hiciese Michael Moore, que todavía me acuerdo de la cara de tonto que le sacaba a Bush en Fahrenheit 9/11, cuando le comunicaron los atentados contra las torres gemelas. Al gordito Moore yo sí que le pediría que hiciese la película.
No sé cuántos miles de millones de euros y dólares se han gastado los gobiernos para reflotar los bancos y para que el sistema neoliberal siga funcionando, tampoco sé cuánto dinero hace falta para que los niños (y los mayores) no se mueran de hambre, pero estoy seguro de que si estos dineros se hubieran empleado en el segundo cometido, el hambre y la pobreza del mundo serían un mal sueño. Y no hablo de dar dinero a manos llenas, sino de ayudar al desarrollo de las gentes entre las cuales el hambre es un mal endémico.
Y, ahora que lo pienso, al niño desnutrido del cartel ¿Quién le ha pagado los derechos de imágen?
Para terminar, yo a don Albert Arnold Gore jr. no pienso pedirle nada. No te j...

viernes, 22 de mayo de 2009

Paseo por los tejos del Retiro.-

Desde hacía tiempo quería colgar el enlace que dejo a continuación. Se trata de los tejos que hay en el parque del Buen Retiro de Madrid. El amigo Guillermo García Pérez tuvo la paciencia de ir localizándolos e inventariándolos. Fruto de su esfuerzo ha sido el artículo que podéis ver en dicho enlace.
El árticulo se publicó en el boletín de la Sociedad Ateneista Aire Libre, del Ateneo de Madrid, en el número de diciembre de 2008. Al texto le sigue un croquis del parque donde está marcada la ubicación de cada uno de los tejos, una serie de fichas con la descripción de cada uno de ellos y su tipología, fotografías que ilustran sobre la forma de las hojas, las flores y los frutos, y un plano en color donde, pinchando en cada uno de los círculos, se puede ver una foto de cada ejemplar.
Es una buena excusa para darse un paseo por el Retiro y disfrutar localizando y observando los ejemplares de este interesante árbol.

martes, 19 de mayo de 2009

Mario Benedetti. In memoriam.-

Mario Benedetti, 14 de septiembre de 1920, Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó – 17 de mayo de 2009, Montevideo (Uruguay).
Con motivo de la muerte de Mario Benedetti, una amiga me envía uno de sus poemas, que trascribo a modo de homenaje:


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
...

(Mario, sit tibi terra levis)

viernes, 15 de mayo de 2009

Tres días en Alameda del Valle.-

Con una excusa suficiente, decidimos Teresa y yo que nos hemos ganado unas pequeñas vacaciones, así que pasamos 3 días en un pequeño hotel que se llama La Posada de Alameda. Teniendo el Valle de Lozoya a 80 kilómetros de Madrid ¿para qué ir más lejos? Preparamos una maleta con un poco de ropa, nos llevamos unos libros y yo echo al coche calzado de caminar por los caminos serranos y allá que nos vamos.
En estos días primaverales el valle está en todo su esplendor, los prados verdean con ese verde jugoso y fresco que son el placer de las vacas y de los tipos como yo. La única diferencia entre ellas y un servidor – aparte que su tracción motora sea sobre cuatro patas, mientras que la mía es sobre dos – es que ellas están en su medio natural y pacen apaciblemente sin que el tráfago de los humanos les interese gran cosa, mientras que yo soy asfaltícola porque el mundo me hizo así, y envidio su vida apacible. No obstante, las vacas y yo sí tenemos algo en común, la rumia, aunque también con una pequeña diferencia: ellas rumian la hierba de los prados y yo rumio el paisaje.
Salir a caminar de madrugada es un placer contraindicado para los perezosos y dormilones acreditados. Hay que sacudirse las telarañas del sueño en cuando empieza a clarear, hacerse un lavado de gato (no es imprescindible), calzarse las botas, abrigarse un poco y decidir hacia dónde encaminar los pasos.
Mientras cruzas el pueblo, la contera del bastón suena sobre el pavimento de las calles aún dormidas (clac, clac, calc…) y rompe la quietud apenas un momento, como si los clac clac, fueran esas migas del cuento de Pulgarcito, que nada más tocar el suelo se las va tragando el silencio. El río es una frontera líquida y azulada que separa al pueblo del monte y que cruzas sin que haya aduanero que te pregunte adonde vas. Cuando estás del otro lado no tienes más que decidir hacia donde dirigirás tus pasos, y eso lo tienes que hacer sobre la marcha, porque si te paras a pensarlo te pasará lo que al burro de Buridán. Sería una lástima que, cruzaras el río, dudases entre las praderas y el bosque, y te murieras de hambre y sed de paisaje por falta de decisión.
Lo mejor es pensárselo poco. Total, sitios a donde encaminarte hay muchos; días de vacaciones no hay tantos, pero el valle, el río, los arroyos, el robledal y, hasta las vacas, seguirán allí cuando vuelvas al cabo de unas semanas o de unos meses. Así que te decides, llegas hasta el helipuerto (esa especie de gran ojo asfaltado que mira hacia el cielo para ser visto desde el helicóptero de socorro), y tomas el camino de la derecha, el que va hacia el paraje que llaman Moroviejo y Santa Ana y que lleva hasta la Majada del Cojo, tomas como referencia la depresión que forma el puerto de Cotos entre el Peñalara y la Bola y, tico-taco, caminas con decisión. La mañana está fría, ayer prometía ser soleada pero hoy las nubes rezuman agua por las laderas de los Carpetanos y puede que te mojes. Pero tú a lo tuyo, has salido a caminar y si llueve, ya escampará. Y si no, siempre tendrás una buena ducha de agua caliente al regresar al hotel.
Lo que más te gusta estos días es internarte por el robledal. Los rebollos están recién brotados y tienen la hoja con tonalidades de un verde claro que contrasta con la negrura de los pinares que manchan la ladera de la Cuerda Larga. Lo que más te gusta es ver esos pequeños arroyos que serpentean entre los robles. Son rumorosos y parlanchines. Los oyes desde el camino y parece que parlotean mientras corren sin pausa desde los neveros hasta el río. Cada una de las irregularidades del terreno dibuja minúsculas cataratas y tú te sientes importante viendo esos Amazonas en miniatura correr a tus pies.
De vez en cuando ves alguna vaca que amamanta a su ternero. Al verte, el ternero se esconde detrás de la madre, ésta levanta la cabeza como midiendo el terreno entre tú y ella, dispuesta a defender a su criatura si te aproximas demasiado. No es el caso, porque tú sabes respetar la intimidad vacuna y dejas una prudente distancia, ni tanta como para que parezca que huyes, ni tan poca como para que la mamá vaca se cabree. Lo malo es cuando te encuentras con ese toro atravesado en el camino. Tú, como humano, te crees con todo el derecho a transitar por allí; él, con sus 400 kilos (o los que sean) te mira como a un ser demasiado escuchimizado como para vaca y de poco atractivo erótico para sus afanes reproductores. Tú le gritas ¡Eh, eh! ¡Aparta, coño! El toro te observa con desgana, se mueve un poco, dejando a la vista su poderoso aparato testicular para que quede claro que, aunque él cede, tiene mayores argumentos, y tú pasas por detrás del bicho con un trotecillo contenido. Sobre todo que no se vaya a creer que le tienes miedo, pero vas lo suficientemente rápido como para ponerte a resguardo en caso de que el animal te vuelva la testuz y te arree un tantarantán que mande al carajo todo tu bucolismo.
Menos mal que las yeguas son más pacíficas. Los potrillos, primero, te miran con curiosidad, luego dan un trotecillo con sus patas larguiruchas y el bípedo humano disfruta de tanta gracia como tienen en sus movimientos.
A lo largo del camino has visto los antiguos campos de labor, con sus terraplenes medio derrumbados, una talanquera con su rampa para cargar el ganado, la cruz de los vaqueros, labrada en buen granito y que te marca el lugar desde el que puedes ir a la ermita de Santa Ana, un abrevadero junto al que crece un espino albar. Los espinos albares, en estos días, están en plena floración, crecen diseminados por el rebollar y dan un olor aromático y fresco, como a bosque recién lavado.
De regreso al hotel, al cruzar de nuevo el río, una cigüeña pasea sus zancas por medio de la corriente a ver qué se pesca. Desde el puente le cantas eso de cigüeña bagueña la casa se te quema…, pero ella no te hace caso, así que le haces una foto y te internas en el pueblo, ya que a las nueve hay que estar de regreso, ducharse y desayunar. Con los deberes hechos, el resto del día (de los días) se dedica a visitar los pueblos del valle, desde los más alejados (San Mamés, Navarredonda, Gargantilla) para ir remontando valle arriba (Lozoya, Pinilla, Alameda, Oteruelo), comer en Rascafría, pasear hasta el Paular, regresar por los Batanes…
Regresamos a Madrid cuando Madrid se vacía con el puente de San Isidro. Viajamos al revés que el resto de los mortales: cuando ellos salen en tropel, nosotros nos vamos a casa. Ventaja de jubilatas.


martes, 12 de mayo de 2009

Sólo son cuentos.- Relato hiperbreve.

Quiso escribirlo tan breve que no encontró palabras.

sábado, 9 de mayo de 2009

A la caza del tejo.-

Alguna vez se me ha escapado alguna queja a propósito de mi escaso dominio de este invento que se llama internet y sus aledaños, como la gestión del un blog. Pues bien, la entrada sobre nuestra expedición por tierras del Sorbe para localizar tejos, colgada el pasado día 5, la borré vaya usted a saber por qué.
Dicen que quien no tenga cabeza, que tenga pies, y esto es lo que me ha ocurrido á mí: que tengo que perder mi tiempo reproduciendo el texto borrado; porque inutil informático lo soy un rato, pero también soy tozudo, y si he dicho que cuelgo esta entrada, es que la cuelgo.
Y en eso estoy. Allá va.

Si alguien tiene paciencia para seguir esta bitácora, se habrá dado cuenta de que en ella cuelgo con bastante frecuencia crónicas de mis andanzas montañeras. Pero es que eso de andar por el monte es algo tan arraigado en mí como natural en las cabras, dicho siempre con el debido respeto para estos ungulados artiodáctilos.
Este sábado, día 2 de mayo, ha sido un día soleado y caluroso por esas tierras tan broncas por donde discurre el Sorbe. Tierra de pinares de repoblación (pino negro), con ejemplares de bosque autóctono relicto: chaparras, enebros y matorral de jara, romero, cantueso, tomillo, torbisco… Todo un muestrario de vegetación mediterránea que nos ha servido de entretenimiento su observación. En cuanto a los terrenos: tierras arcillosas, calizas degradadas, y pizarras en abundancia por la barranquera por donde discurre el Sorbe. Toda una lección de naturaleza para quien se para a observar un poco mientras camina.
Nuestro objetivo: localizar tejos en las inmediaciones del río. Este es el tercer intento que hacemos por estos parajes y, por fin, conseguimos nuestro objetivo al localizar un par de ellos próximos a su curso, en lugares abruptos y de difícil acceso. Los dos que localizamos están río abajo, como dos o tres kilómetros de la presa del Pozo de los Ramos. Para llegar allí hay que hacer un desnivel, barranco abajo, de unos 200 m tomando como referencia la pista que transcurre por el pinar. El acceso, por un camino abandonado, cubierto de matorral y en muy malas condiciones de tránsito.
Para llegar hasta allí tomamos un camino que sale a la izquierda de la carretera de Tamajón a Cogolludo, pasado un puente, y que nos lleva al barranco de la Hoz. Los cortes de la pista en la ladera muestran un terreno de sedimentación formando rañas (esa especie de turrón en plan bruto que es una mezcla de cantos rodados y arcillas) y algunas calizas degradadas en areniscas. En el barranco de la Hoz vemos un quejigo recién brotado. Pista adelante, dejamos a derecha e izquierda otras, hasta llegar al barranco de la Ocibia. Por este paraje observamos bosques de ribera (salicácea, álamos, alisos…), buenos ejemplares de enebro, aliagas, jara, espliego y brezo en flor, torbisco, y, en el pinar de pino negro, vemos uno de ellos que tiene una enorme excrescencia como a 4 m de altura: es como si se le hubiese desarrollado un descomunal tumor de más de tres metros de diámetro. Enorme y nunca visto otro igual. Hacemos fotos.
A las 12:34 h dejamos ya la pista e iniciamos la bajada por un camino pedregoso y cubierto de jara y matorral que nos acerca al borde del profundo valle por donde discurre el Sorbe. Es un paraje de pizarras impresionante por lo abrupto y recortado, que produce una sensación un tanto inquietante por su difícil accesibilidad. Enfrente se ven trazas de antiguos caminos en zigzag, abandonados. Según nuestro amigo Juan, que es quien sabe de estas cosas, por aquí se hicieron prospecciones con la intención de represar el río, pero que estos terrenos pizarrosos suelen tener fallas y diaclasas por donde se producen filtraciones de agua. El talud sobre el que está trazado este camino corresponde a un cerro que se llama la Tonda, donde puede verse un llamativo río de piedras que se extiende ladera abajo.
Y sí, esta vez encontramos un hermosísimo tejo abajo en el barranco. Está a pocos metros de nosotros pero resulta dificilísimo acercarse a él para medirlo, ya que el terreno no es firme y hay zarzas que dificultan el paso. Consigo llegar hasta él con riesgo de perder pie e irme ladera abajo, y mido su perímetro a un metro de altura: tiene 1,70 m de circunferencia. Luego nos acercamos al vado, imposible de transitar a causa de la fuerte corriente de agua. Justo en frente, vemos el segundo tejo, que no tiene un ramaje tan denso como el anterior, pero es pieza que también cobramos. En todo el hondón del barranco, junto al curso de agua, tomamos un tentempié antes de iniciar el regreso.
Acompañando a estas notas, dejo una foto del hermoso tejo que hemos descubierto.

domingo, 3 de mayo de 2009

Sólo son cuentos.- Cosas de amores, 2.

Todo o nada.-
Ella me quería sólo a medias y yo la quería toda entera. Llegué a un acuerdo con su otro amante y ahora somos felices.
Desde entonces, ella nos odia.