domingo, 27 de enero de 2013

Sobrecogedor.-

Sobre cogido

Nunca acaba de sorprenderle a este jubilata la capacidad de adaptación que tiene nuestra lengua. Es capaz de expresar, con un mismo término, conceptos entre los que no habría forma de establecer una relación ni causal, ni lógica, ni de afinidad. En este caso se trata del término sobrecoger y su derivado sobrecogedor.  Sobrecoger, según la Academia de la Lengua, es “coger de repente y desprevenido”, y también “sorprenderse”, “intimidarse”; y sobrecogedor, en una segunda acepción anticuada es “recaudador”, y a lo mejor por ahí.... Pero, en estos días, corre una nueva acepción que hace referencia a la literalidad del término si se divide en dos: sobre  y coger; esto es: coger (un) sobre. Y quien realiza la acción es un sobre cogedor, es decir, para entendernos de una vez: el individuo (político de profesión, por lo general) que coge un sobre con la pasta. Lo de la pasta no lo dice el término “sobre”, pero va implícito en ello.

No se puede decir que nos haya sobrecogido la noticia, es historia vieja y recurrente: Llegan cuatro mangantes y se reparten un dinero de dudosa procedencia, como la célebre Caja B del PP (que es espíritu puro y nadie ha visto), o los Gúrteles de vario pelaje; o bien, se reparten dineros llegados  a la institución por cauces legales, como los directivos que arruinaron la Caja del Mediterráneo (Ahí está el informe del Banco de España). Mecanismos ingeniosos para ensobrar dineros y repartirlos entre la muchachada, los hay por doquier y no merece la pena insistir, no sea que demos ideas.

Otra cosa que sorprende mucho a este jubilata, y no tendría por qué, es la reacción de los mandantes del PP ahora que les están sacando los colores con eso del sobre cogido, y es que nadie ha recibido un euro B entre las directivas antiguas y modernas. Sobre todo, esos arranques de dignidad ofendida que les llevan a amenazar a troche y moche a todo aquel que se atreva a señalarles con el dedo.

Dándole vueltas al asunto, la explicación debe ser ésta que sigue. En el núcleo de la Gaviota hay dos mundos paralelos: el que gobierna y el que trinca, mundos que entran en contacto a través de aquellos célebres poltergeits que conocimos en las películas de miedo. Los poltergeits pertenecen al mundo inmaterial y se caracterizan por meter ruido y hacer daño a las personas. Ellos, por desprestigiar la honorabilidad de políticos de intachable trayectoria, les meten sobres con dinero en el bolsillo sin que los interesados se den cuenta y luego empiezan a gritar: ¡Ese, ese ha sido...! En realidad, el sobre cogedor es el poltergeit, no el político. A éste, lo más que se le puede reprochar es que no lo hubiese declarado a la Hacienda Pública; pero como no sabía si el sobre era suyo o de quién, pues tampoco es tan grave.

Esta teoría, cuyo desarrollo va inventándose sobre la marcha, tendría un punto flaco: ¿cómo se ponen en contactos ambos mundos? Pero no hay tal flaqueza, porque el contacto con el inframundo sucede a través del despacho del ex tesorero. Recuérdese el caso Naseiro,  donde los jueces estuvieron a punto de encontrar la puerta de comunicación de ambos mundos paralelos, pero fue sobreseído. Como aquella puerta se cerró en falso, pues por ahí han vuelto a aparecer los poltergeits para sobre coger de nuevo a los honrados prohombres de la cosa pública.

Y como a los poltergeits esos les gusta meter ruido, éste ya ha llegado a la prensa extrajera y está alborotando más de lo que conviene. Eso de que les estén sacando en los papeles extranjeros es ya cosa que pasa de color marrón-mierda, dicho sea por asimilar un color tan feo y maloliente a una actividad en la que nadie parece haber participado con conocimiento de causa.

Ya sé que esta teoría suena a absurda, pero cosas más peregrinas nos dicen los dirigentes PP sin sonrojarse. ¿Por qué iba a sonrojarse este jubilata ocioso al confesar su autoría? Por si el improbable lector lo había olvidado, le traslado la pregunta que le hiciera aquel Fabra de Castellón a su nieto: “¿Te gusta el aeropuerto del abuelo?” Pues a un servidor, la explicación que acaba de inventarse sobre los mundos (sobre cogedores) paralelos, entre Caja B y políticos azules, le parece muy convincente. Si aquel aeropuerto no tiene aviones, ni esta teoría tiene fundamento ¿qué más da? Lo importante es trincar, y este jubilata ya ha trincado la entrada de esta semana.

lunes, 21 de enero de 2013

Por los caminos de Navalagamella.-



Aunque he colgado a primeros de año una humorada sobre la verídica historia de los Reyes Magos, seguida de algunas reflexiones sobre lecturas, ésta era la primera entrada de este año de sustos del 2013 y quise hacerla sobre una marcha que hicimos el Trío de los Tejos por estas tierras madrileñas al suroeste de la provincia, que frecuentamos poco en nuestras andanzas.

Nuestro objetivo era vario. Se trataba de explorar aquellas tierras de pie de monte, ver unas viejas instalaciones militares de cuando la guerra incivil, recorrer parte del curso del río Perales (tributario del Alberche), comprobar qué daba de sí (en cuanto a la posibilidad de hallar tejos en el lugar llamado las Tejoneras), y ver algunos antiguos molinos en las orillas de este río.
A la salida del pueblo tomamos un camino, dirección sur, entre antiguas tapias de piedra, próximo en su inicio a una explanada de material de construcción. Paisaje de dehesas con encinas y enebros, que veremos todo a lo largo de la marcha. Llegados al arroyo Veguillas nos extraviamos un poco hasta dar con la pista de seguimiento del Canal YII, que dejamos a nuestra derecha para llegar a una cantera enorme. 

Desde allí, a la derecha, hay un cerro donde se conservan antiguas casamatas de la guerra civil. Corresponden al cerco que el ejército franquista estableció en torno a Madrid. No se olvide que estamos bastante cerca de Brunete, donde se dio aquella terrible batalla entre las tropas republicanas y franquistas que arrasó la población.
Las casamatas se mantienen en pie – aunque faltas de techumbre –, adoptando una forma escalonada, siguiendo la ladera del cerro. Llama la atención un pequeño edificio semicircular, en forma de ábside abovedado, parcialmente derruido, abierto por uno de sus lados, y con cuatro pequeñas ventanas longitudinales rematadas por un pequeño arco semicircular. Tiene el aspecto de un ábside tosco y la explicación que se nos ocurrió es que se trataba de una capilla. En un lateral tiene una antigua plancha, aglomerado de arena y cal, donde aún pueden distinguirse los vestigios del yugo y las flechas.

Bordeando la zona de seguridad de la cantera, bajamos hasta el río Perales, que recorrimos hasta el embalse. Allí hay un lugar llamado las Tejoneras, donde no se aprecia vestigio de tejos, aunque el lugar es muy umbrío, pero la vegetación predomina la encina y el enebro como plantas de mayor porte, aparte el bosque de rivera, propio de las corrientes de agua. A lo largo del curso del río encontramos un puente de época musulmana, el del  Pasadero. Es de un ojo, en bóveda de medio punto y sillares bien labrados. Por aquí pasaba el camino de Navalagamella a Quijorna y fue, durante el dominio musulmán parte de la vía militar que unía Talamanca del Jarama con el Valle del Tietar y cumplía una función defensiva de la Marca Media contra las incursiones cristianas.

Paramos a comer junto a las tapias de un viejo molino que conserva la tolva por donde se acumulaba el agua para obtener la fuerza motriz que hacía funcionar el ingenio. Es un sistema llamado “de cubo”, que permite acumular agua en ríos de poco caudal. El cubo (un pozo de varios metros de profundidad) está hecho en buenos sillares labrados y se conserva en estupendas condiciones. Del otro lado del río, los restos de otro molino que no nos acercamos a ver.

Seguimos río abajo hasta el embalse del Cerro Alarcón, que también bordeamos hacia la presa. Por aquellos lugares vemos un revolcadero de jabalíes; un par de hoyas, como dos bañeras toscas, de un limo arcilloso. Camino adelante, salimos a la carretera, y, poco antes de entrar en el pueblo, vemos un complejo de varios búnker que fue puesto de mando en el frente de Brunete. De allí, a la iglesia, donde hemos dejado el coche.

Fue una marcha que nos llevó cuatro horas de caminata, sin contar las paradas para la observación del entorno y el preceptivo bocata y rato de conversación y fotos paisajísticas. Una buena forma de comenzar el año, que recomiendo a quienes gusten del senderismo y del disfrute de la naturaleza, así como a quienes quieran aunar el ejercicio físico con el interés por los vestigios históricos.
Ya sabe el improbable lector, hay que activar el músculo y la mente a la par, cosas que no son en absoluto incompatibles.

sábado, 12 de enero de 2013

Antiguallas.-


Los pasados días navideño-fiesteros andaba este jubilata leyendo una antigualla que había caído en sus manos: el Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres, y el Contrato Social de J-J Rousseau. Uno de esos libros de quiosco, con letras doradas y que no sirven más que para rellenar espacio en las estanterías. Pero hete aquí que la impertinente curiosidad del jubilado (a falta de obras públicas – culpa de la burbuja y la austeridad – en cuya observación entretener sus ocios) le llevó a abrir el libro y empezar a leerlo. Un capricho de ocioso con mucho tiempo que perder, aunque poco dispuesto a invertirlo en “entretenimiento”. Un día habrá que hablar qué distingue el ocio del entretenimiento, que es tanto como decir: la libertad de emplear el tiempo libre (ocio) en contraposición al entretenimiento manipulado. Pero hoy no toca.
El caso es que don Jean-Jacques cuenta el razonamiento que hacía el emperador Calígula. Más o menos, así: el pastor es de naturaleza superior a su rebaño; así, los pastores de hombres –sus reyes– son de natural superiores a los pueblos que gobiernan. De esta analogía concluía que los reyes son dioses, o que los pueblos son animales. Sustituya el improbable lector “reyes” por gobernantes y deje a los pueblos en su naturaleza de rebaño. Luego párese a pensar si no se siente tratado como un animal de rehala.
La analogía que establecía Calígula sobre pastores de pueblos puede muy bien ampliarse a los mandatarios actuales, quienes llevan la masa del rebaño por viejas cañadas de sacrificio y austeridad que terminan en los ranchos de esquileo. Imagínese el improbable lector – por un momento – al rabadán Wert esquilándole a los sufridos borregos el vellón de la educación pública; al gañan Ignacio González, quien pastorea el hato de la Comunidad de Madrid, malvendiendo los carneros de la sanidad pública, o a la cabrera Cospedal poniéndole tapias a los pastos comunes en Castilla la Mancha, y caerá en la cuenta de que va poco del emperador loco a los políticos neoliberales. Y si quiere más analogías, piense en Mariano, mayoral de los rebaños patrios, sacrificando a la masa borreguil porque así se lo exigen. No nos engañemos;  él, por mucho que parezca mandar en el rebaño, no deja de ser el capataz del gremio pastoril. Otros son los amos de cañadas, apriscos, pastos, ovejas y lanas, y tanto él como nosotros lo sabemos.
Y perdonará el improbable lector que, de una anécdota que cuenta Rousseau al comienzo de su Contrato Social, este jubilata haya hecho una categoría. Es cosa sabida que los desocupados no hacemos pensamiento profundo, sino comentarios banales. Pero una idea sí que le ha quedado clara al desocupado que esto escribe, y es que el pacto social es un acuerdo de voluntades según el cual todos y cada uno de los ciudadanos sin excepción renuncia a su interés particular en aras del interés común, única forma de vivir en una sociedad civil y civilizada. Cuando una parte de esta sociedad se apropia de los bienes comunes (educación, sanidad, trabajo, vivienda…) en su exclusivo provecho, el pacto social se rompe y el común de los ciudadanos tiene el derecho (incluso la necesidad – por pura supervivencia del cuerpo social -) de dar por nulo dicho pacto y establecer uno nuevo que restituya la legitimidad social. Dicho en términos asaz vulgares, pero expeditivos: mandarles a tomar por el culo y empezar de nuevo.
Siguiendo con las antiguallas, un servidor se ha puesto a releer la Constitución española de 1978 y encuentra que, si no antigualla propiamente dicha (pues está en vigor… a trompicones), sí está anticuada por inoperante en muchos de sus mandatos. A ojo de ciudadano no perito en la materia, aunque sí preocupado por ella, tiene bastantes artículos que están furruñosos (con sus engranajes roñosos) por falta de funcionamiento. No hay más que leer el Artº 31, “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo…” Áteme usted la mosca de la amnistía fiscal (por ejemplo) por el rabo de este artículo y dígame si éste funciona o está gripado.
Lea el Artº 35.1, “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo… y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia…” Luego, sabiendo que hay ya seis millones de parados y que la patronal propone sueldo de 645,3 euros para los jóvenes, entre otras aberraciones, y vea si este engranaje del artículo 35 no está más oxidado que una falcata celtibérica.
Cuando uno llega al Artº 47, “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias…regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”, y aquí sí que se te suelta la risa floja. Y ya si lees el Artº 128, “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual sea su titularidad está subordinada al interés general”, puedes estar carcajeando durante una semana. Para qué seguir… Pero lea, lea el improbable lector la Constitución y se enterará de que es un trasto inoperante en lo referido al bien común ciudadano.
Por no marear más la perdiz, mientras este jubilata leía el Título II, De la Corona, se estaba acordando de lo que decía el ínclito Jean-Jacques: “Un rey, lejos de proveer a la subsistencia de sus súbditos, saca de ellos la suya, y según Rabelais, un rey no se contenta con poco”. Nosotros tampoco deberíamos contentarnos con dejarnos esquilar el vellón de los derechos sociales… pero, para los que mandan, somos una manada de borregos.
Pues eso.

viernes, 4 de enero de 2013

Verídica historia de los Reyes Magos



Resultó un buen día que los Reyes Magos no venían de Oriente. Sucedió que, según la tradición popular, no avalada canónicamente, los Reyes Magos de Oriente se pusieron en camino siguiendo una estrella. Desde las llanuras del Ganges, desde los desiertos del Eufrates, desde las lejanas fuentes del Nilo, los tres Magos comenzaron su singladura hacia el Próximo Oriente. Siguiendo la estela de aquel astro luminoso, cada uno por su cuenta, se pusieron en camino, convergiendo en un punto indeterminado del que la religiosidad popular no dice media palabra. Desde allí, donde quiera que fuese aquel lugar, los tres viajaron en la misma caravana hacia una aldehuela de Judea, de nombre Behetlem, donde, según los libros sagrados, había nacido un niño de una virgen.

Así lo venían haciendo desde hace, al menos, dos milenios, hasta el año de gracia de MMXIII. Aquel año, cuando llegaron al Portal con sus ofrendas de oro, incienso y mirra, el Sumo Sacerdote les dijo que no, que tanto la tradición como la devoción popular estaban muy equivocados. Que ellos, realmente, de donde procedían era de la lejana Tartessos, allá donde las columnas de Hércules, donde comienza el mare ignotum.

Perplejos, se retiraron a deliberar y consultar los arcanos escritos. Según los sánscritos libros védicos, de acuerdo con las tablillas cuneiformes conservadas en los zigurats de Uruk, y según las tradiciones orales de allende las fuentes del Nilo, ellos, de toda la vida de dios, de donde venían era del Extremo Oriente. Así se lo hicieron saber al Sumo Sacerdote de blancas vestiduras. Pero éste, que era infalible en sus dictados, insistió en que no; insistió en que, según los libros revelados de la verdadera religión, ellos venían de Tartessos y no había más que hablar y que aquello eran habas contadas. Si no les gustaba, que pidieran el finiquito y se buscaran la vida.

“Pues para este viaje no hacían falta alforjas”, dicen que comentó Baltasar. “Jó”, se limitó a opinar Gaspar. “Y ahora ¿qué puñetas hacemos?”, se preguntó Melchor. Era ésta, puede suponerse, una pregunta retórica, ya que la cosa había quedado bastante clara: De ahora en adelante, y a efectos de la cristiandad toda, ellos procedían de la tierra más occidental, de la lejana Bética; exactamente, donde los linces en extinción llevaban una vida de estricta supervivencia.

“No sé de qué os quejáis”, les dijo la mula, “Lo nuestro sí que es una putada. Dicen que nosotros nunca hemos existo”. Fue entonces cuando los Reyes Magos se dieron cuenta que el buey y la mula ya no estaban junto al pesebre del Portal y calentando con su aliento al niño recién nacido, sino en un corral anejo. La mula, con ese mal carácter que tienen los de su especie, tenía un cabreo como para no dicho y lanzaba cagamentos como coces; el buey, sin embargo, sumiso como todos los castrados, mugía bajito su pena al verse desahuciado de las leyendas piadosas.

En efecto, el buey y la mula habían dejado de existir porque el Sumo Sacerdote de albas vestiduras así lo había dicho. Estaba en conexión directa, vía Wifi, con la divinidad y sus enseñanzas eran, a efectos de controversia doctrinal, incuestionables. Aunque desde el punto de vista doctrinal aquello no tenía vuelta de hoja, desde el punto de vista práctico exigía una estrategia para su solución. Y la estrategia fue, acorde con los tiempos que corrían, de tipo comercial.

Es cosa sabida que el Portal era un chamizo de cuatro adobes mal ensamblados y una techumbre de ramas y barro. Tras dos milenios de uso, comenzaba a amenazar ruina y existía el problema de que las autoridades civiles le retiraran el permiso de habitabilidad, mandasen derruir el lugar sacro y, por consiguiente, diesen al traste con el santo negocio.

Por ello, para recabar fondos con que rehabilitarlo, una comisión de teólogos, siguiendo las rectas doctrinas neoliberales,  dictaminaron que no era contrario al dogma convertir al buey y la mula en picadillo. Su carne, debidamente sazonada, y con los controles sanitarios pertinentes, abastecería todos los burger de la Tierra, No en vano se llevaba veinte siglos representando los dichosos animalitos por doquier, así que los había por millares. Había suficiente como para inundar de carne todos los Fats food de la cristiandad durante una larga temporada. Las gentes que acudían en peregrinación a estos comederos no tendrían la menor duda de que las hamburguesas estaban divinas.

Visto que aquellos eran tiempos de reajustes económicos e ideológicos, los Reyes Magos prescindieron de sus coronas, de sus mantos y oropeles y optaron por instalarse en las playas de Huelva, donde montaron un chiringuito de lo más cutre – estética portal de belén – para guiris nórdicos. Allí van capeando la crisis. Eso sí, fieles a la tradición, cada navidad toman un vuelo low cost y se presentan en Belén. Y en vez de incienso, oro y mirra, le llevan unos pescaítos fritos y cervecita bien fría, que el bolsillo no permite más alegrías.