domingo, 26 de octubre de 2014

Unos días en Menorca.-


¿Quién, cuando se habla de unas cortas vacaciones en Menorca, no piensa inmediatamente en calas recoletas, toalla playera, crema solar y rebozo de arena con panza al sol, vuelta y vuelta? Pues, en este caso, de eso, muy poco; a pesar de que íbamos en un viaje de turismo social con Mundo Senior, sin más obligaciones que tomar el sol y pasear. La santa y un servidor nos hemos dedicado a recorrer la isla, disfrutar de sus paisajes y – rarezas de jubilatas pasados de vueltas – observar las distintas formas de poblamiento que se han dado en ella. Quizás no sea la forma más habitual de aprovechar un viaje a un lugar de turismo de masas, pero sí es muy interesante.

Quizás el improbable lector no lo sepa, pero un servidor se lo cuenta, el 123 a. C., Quinto Cecilio Metelo desembarcó con tropas romanas cerca del cabo más septentrional de la isla (hoy, Cap de Cavallería), en un lugar llamado Sanitja, donde estableció un campamento del que aún se conservan restos. La visita no es recomendable en tiempo de tramontana, como cuando fuimos nosotros, porque puedes terminar arrastrado como una hoja seca.

Pero los asentamientos más antiguos hay que datarlos en la cultura megalítica, en torno al 1000 a. C. La isla está llena de vestigios de la cultura talayótica y enterramientos en navetas. Si uno se da una vuelta por Binissafullet puede hacerse una idea de aquellos asentamientos al ver un talayot, una taula y restos de habitaciones circulares (“cercles” los llaman allí) que fueron habitadas de forma continuada hasta romanos y árabes. Muy cerca, en el parque megalítico de Trepucó, hay un talayot que los ingenieros militares franceses reformaron en 1781 para instalar artillería y lo fortificaron con un muro en forma de estrella, defensa militar típica de la época.

Lo cual nos dio la pista para conocer que, a partir de 1756 y durante algunos años, la isla estuvo en manos francesas. Consecuencia de esta corta dominación es la fundación de la población de Sant Lluís. Fue decisión del gobernador Conde de Lannion para agrupar a la población dispersa en las alquerías de los alrededores. Aparte un pequeño museo etnológico instalado en un viejo molino de viento, el pueblo no tiene más interés que el hecho de que sus calles se trazaron en planta ortogonal, puro racionalismo dieciochesco.

Y ya puestos, era obligada la visita al próximo Es Castell. Su trazado urbanístico es obra del ingeniero militar inglés Patrick Maekelar, quien lo diseñó a partir de la gran Plaza de Armas (hoy, Plaza de la Explanada), en uno de cuyos extremos está la estatua en bronce dedicada a un pregonero inglés, con su casaca, calzas cortas y tricornio. Su traza respondía más a necesidades militares que habitacionales de una población civil. Pero el asentamiento original nació en tiempos de nuestro Carlos I y V de Alemania, como arrabal del castillo de San Felipe, en la desembocadura del puerto de Mahón.

Para descansar de tanta racionalidad urbanística lo propio era acercarse a Binibèquer Vell, un antiguo villorrio de pescadores, hoy un complejo turístico donde se ha mantenido la típica forma constructiva de la antigua aldea, con callejuelas retorcidas por donde no cabría un borriquillo con serones. Casitas blancas y apiñadas unas sobre otras, puertas y ventanas azules, y una sensación – si no fuese porque sabemos que la iniciativa turística lo hizo “typical” a propósito – de estar callejeando por una medina norteafricana.

Los palacios de la nobleza local están muy bien representados en Ciudadela. Nosotros visitamos el palacio Salort, de la familia Martorell. Tiene el edificio una fachada neoclásica coronada por un gran frontón soportado por pilastras acanaladas, rematadas por capiteles jónicos. Hacia la plaza Des Borns tiene una bellísima logia de gusto italiano. 

Y esa catedral construida en gótico catalán, mandada levantar por Alfonso III en S. XIV, con una portada neoclásica adosada a su fachada de poniente, nos hizo recordar (salvando las distancias en cuanto a monumentalidad) a la que Ventura Rodríguez diseñó para la catedral de Pamplona. A este jubilata siempre le ha parecido (salvo opinión autorizada) un pastiche esto de ocultar la fachada de un templo medieval con una especie de retablo pétreo neoclasicista. Siempre me ha parecido que los próceres del Siglo de las Luces se avergonzaban del legado arquitectónico heredado de los siglos oscuros en que la religión del Galileo prevalecía sobre la diosa Razón.

Pero no vaya a pensar el improbable lector que la cosa fue solo de piedras viejas. Hubo unos ratos de playa y brazadas en el mar. También visitamos un par de veces el parque natural de la Albufera d´Es Grau y observamos su vegetación donde abundan los acebuches y lentiscos, entre otras especies. Pero la cosa daría para otra entrada, así que solo se deja dicho para que quede constancia.

Y, además de todo esto, nos quedaba por practicar el gran deporte del jubilado, modelo IMSERSO:  el asalto al autoservicio del hotel: Platos llenos a rebosar con todas las suculencias de colesterol y grasas que ofrece la cocina en serie; abundancia de postres dulces con total menosprecio del sobrepeso y la diabetes; aplicación a rajatabla de la máxima “de lo que no cuesta se llena la cesta”, y bailongo agarrao por la noche. A decir verdad, aquí se habla del jubilata-tipo (modelo Imserso) y de sus previsibles comportamientos, con todas las salvedades que hagan al caso.

Pero sí es cierto que regresamos a casa con las inevitables ensaimadas menorquinas. ¿Se ha visto algo más entrañable y castizo que una turba de jubilados caminando por el aeropuerto cargados de ensaimadas? Mientras siga siendo así, el mundo seguirá siendo un lugar habitable.  

miércoles, 15 de octubre de 2014

Las aficiones raras.-

Dicen por ahí que todo es opinable y el título de esta entrada también lo es. Solo que aquí se ha optado por este título como concesión a la galería. Si por raro se entiende “escaso”, “poco frecuente”, o expresión similar, entonces sí lo es. Pero no por referirse a aficiones estrafalarias, de tal manera que quien las practica sea un bicho inclasificable para el que no existe casilla entomológica en la que encuadrarlo. Son, por decirlo así, rarezas inocentes, inofensivas y cultivadas en la intimidad y sin ánimo de escandalizar.

Viene al caso porque algún improbable lector le ha reprochado a este jubilata esa afición tan suya a hacer presa en el estupidiario político patrio. Entrada sí, entrada también, se acaba hablando en esta bitácora de las genialidades con que el faunario político autóctono y sus adyacentes andan tocando las meninges al paisanaje, y la cosa acaba siendo previsible. 

“Hoy el jubilata hablará de tal”, piensa el sufrido lector. Es decir, con el material que tenemos a mano: Esta semana podríamos hablar de ese consejero de sanidad de Madrid que llegó a la conclusión de que un guante que tocó una cara nos ha traído la plaga bíblica del ébola; o del putiferio que se ha organizado con las tarjetas negras (¿por qué coños “black”?) de los consejeros de la extinta Caja Madrid y actual sumidero de recursos públicos que es Bankia.

Pero no, esta vez este jubilata tiene el firme propósito de hablar - con circunloquios; o sea, mareando un poco la perdiz -  de una de sus aficiones raras que cultiva con mimo. ¿Alguna vez el lector que pasea por esta bitácora ha oído hablar de una modestísima revista que se llama Mélissa? Melisa (μέλισσα, en griego) es tanto como abeja. Es el título de una publicación bimensual en latín editada en Bruselas por Guy Licoppe y Françoise Deraedt en colaboración con la Maison d´Érasme y la Academia Latina de Roma.  Pues bien, a fuer de jubilata rarito, un  servidor está suscrito a ella y, encima, la lee.  

Los asuntos que en ella se proponen (históricos, filológicos, literarios…) uno podría encontrarlos en otras publicaciones de divulgación cultural, solo que aquí sus autores los escriben en latín. Lo que significa – pásmese el lector inadvertido – que el latín no es la lengua muerta de que nos hablaban en el bachiller (a los que hacíamos Letras), o en la Facultad, sino una lengua tan ágil y fresca como para expresar cualquier idea o noticia de la más inmediata actualidad.  Y no vaya a pensarse que es cosa, eso de cultivar latines actuales, de cuatro sesentones con la chaveta mal encajada, porque es lengua hablada en la actualidad en Europa y América (al menos) por gente docta que la usa como vehículo de comunicación habitual.

Algunos no llegaremos a tanto; a doctos, digo, pero nos sentimos privilegiados ahora que ya balbucimos la lengua y somos capaces de comprender de corrido una conversación y las lecciones impartidas en ese idioma que, durante siglos, fue común al mundo mediterráneo y, hasta el S.XVIII, fue lengua científica.

En estos tiempos en que los más cultos europeos se expresan en latín, se pregunta este jubilata, por qué la política educativa de este país ha casi borrado de los planes de enseñanza las Humanidades, como antiguallas inútiles, convirtiendo los centros docentes en un apéndice del mercado laboral; lugares donde no  se forma universitarios, sino que se fabrica técnicos. Y mira que ya nos lo advirtió don José en su “La barbarie del “especialismo”, donde nos explicaba que la Técnica nace de la cópula entre el capitalismo y la ciencia experimental, pero que no toda técnica es ciencia. Así, los técnicos que salen de las aulas son fuerza de trabajo en reserva, no intelectos operativos.

Pero a ver quién se lo explica al verboso ministro y ex tertuliano Sr. Wert, qui, mea quidem sententia, acumine ingenii non excellet. 

martes, 7 de octubre de 2014

Cobayas.-


“Gracias por haber participado en esta investigación clínica. Quizás usted no recuerde haber dado su consentimiento, pero fue enrolado en diciembre de 2007, al comienzo de la gran depresión. Su tratamiento no ha sido administrado por médicos o enfermeras, sino por políticos, economistas y ministros de finanzas. En el marco de este estudio le han hecho seguir, lo mismo que a millones de personas, uno de los dos protocolos experimentales siguientes: austeridad o reactivación. La austeridad es un medicamento destinado a reducir los síntomas de la deuda y del déficit para tratar la recesión. Consiste en disminuir los gastos gubernamentales en materia de cobertura médica, de asistencia a los parados y de ayuda a la vivienda.”

“Si ha recibido una dosis experimental de austeridad, habrá notado, seguramente, profundos cambios en el mundo que le rodea. Si, en cambio, forma parte del grupo de la reactivación, su vida, posiblemente, no ha sido alterada por el paro y la recesión. Incluso es posible que se encuentre con mejor salud que antes de la crisis…”

Así comienza el artículo Cuando la austeridad mata (Las consecuencias sanitarias de las políticas económicas), publicado por Le Monde diplomatique este mes de octubre. Es lo que tiene dejar de rascarse el ombligo con las noticias domésticas tan llenas de fervores nacional-periféricos que hacen olvidar la realidad de los males sociales, que uno acaba enterándose de haber sido sometido a un experimento quirúrgico-económico. Bueno, un servidor y también el improbable lector: todos convertidos en conejos de indias a los que nos han extirpado derechos sociales: hoy te privatizo hospitales, mañana te recorto ayudas a la dependencia, anteayer te podé los derechos laborales, y así.

El artículo toma los dos ejemplos europeos más contrapuestos del experimento: Islandia y Grecia. El segundo es ese tratamiento para caballos que la Cirujana de Hierro Merkel y su equipo de guardia nos ha impuesto para salvarnos del virus que, previamente, nos inocularon cuando lo de Lehman Broders y las subprimes aquellas. 

Dice el refrán español que quien bien te quiere te hará llorar, y mucho nos deben querer el FMI, el BE, la UEE y sobre todo nuestro gobierno cuando nos tienen quejumbrosos con lo amargo de su medicina. Pero ya se sabe que lo hacen para curarnos de aquel absurdo optimismo de cuando nos creíamos que la educación, la sanidad, los derechos laborales, eran un bien que nos habíamos ganado con el esfuerzo de  las generaciones que nos precedieron; bienes que pensábamos dejar en herencia a las siguientes generaciones. Ahora sabemos que no era más que un préstamo con intereses usurarios que nos vemos obligados a devolver, so pena de desahucio.

Pero no, no éramos más que lustrosas ratas de laboratorio en las que experimentar nuevos medicamentos que demuestren la eficacia de la ideología neoliberal. Y con el fin de que aceptemos la medicación sin rechistar, ahí está la sabia advertencia que a los ciudadanos del Sur hizo la doctora Merkel, quien dijo refiriéndose a Grecia: Estos países pueden ver que el camino iniciado por Grecia no es fácil. Por lo tanto, harán lo que puedan por evitarlo.  Claro aviso para convalecientes díscolos. Por eso nuestro Mariano sigue el tratamiento con tanta sumisión.

Por eso, también, esa resistencia que nació de las asambleas callejeras, de los 15 M, de los Rodea-el-Congreso y mareas de distintos colores que han brotado como sarpullido un poco por todas partes. Un virus resistente, una especie de inmunodeficiencia que por estas tierras recibe el nombre de Podemos, y en Grecia, de Syriza. Si siguen tomándonos por conejillos de indias, quizás estos sarpullidos terminen convirtiéndose en un ébola inmune a toda la farmacopea neocon y a ver qué hacen los Marianos de plantilla con la sanidad desmantelada. “Los experimentos, con gaseosa”, dijo Eugenio D´Ors.

Un servidor, desde su atalaya jubilata, así lo ve y así lo dice. ¿No será contagioso,verdad, doctora?

miércoles, 1 de octubre de 2014

Paraísos.-



El CCCM viene a ser como la CCCP de la extinta Unión Soviética, pero en plan club privado donde se retiran a sestear los viejos elefantes de la política. Es pura coincidencia lo de las iniciales CCC pero unas y otras son un paraíso a su modo. La CCCP (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) aspiraba a ser el paraíso igualitario donde cabrían todos los desheredados de la tierra. El CCCM (Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid) es un paraíso excluyente donde solo caben unos pocos privilegiados.

Diez, exactamente, contando al exministro Ruiz Gallardón. Precisamente ese que hace unos días nos dijo que dejaba todos sus cargos públicos y se retiraba de la política. Claro que, gente que sabe de estas cosas, como Iñaki Gabilondo, ya nos lo pronosticó más o menos así: “Gallardón dice que se va de la política, mañana lo tendremos otra vez”. La verdad, joden los profetas que aciertan. Sobre todo porque algunos ciudadanos ya nos habíamos hecho la ilusión de que don Alberto se retiraría a sus lares para escribir sus memorias y demostrarnos qué lumbrera pierde la Patria con el desaire que le ha hecho Mariano.

Uno se pregunta qué utilidad tiene eso de la CCCM y, según parece, es que se dedican a asesorar en cuestiones de legislación a los municipios madrileños y la comunidad autónoma. Lo cual debe ser algo de absoluta necesidad  para el buen funcionamiento de la cosa pública de la administración madrileña en general; y no hay por qué dudar de ello, para algo fue invento de doña Espe, la Lideresa carismática. 

Lo que no se entiende bien – este jubilata, al menos, no lo alcanza con sus entendederas – es por qué políticos de postín que rompen la baraja y dicen que se van del todo, al día siguiente se montan de nuevo en el coche oficial y se apoltronan en un chiringuito hecho a su medida. Dos ejemplos tenemos en casa: la susodicha doña Espe, quien dijo que dejaba la política y se iba a cuidar a su mamá, y terminó de presidenta del PP en Madrid; y ahora don Alberto, quien no ha tenido tiempo ni de deshacer las maletas de ministro y ya es flamante Consejero consultor de un club exclusivo, por cuya pertenencia le pagamos 5.500 € (impuestos aparte) todos los ciudadanos de esta provincia.

El improbable lector me echará en cara que no hable de otros que han hecho otro tanto o parecido. Le aseguro, sin faltar a la verdad, que un servidor está hecho un barullo y solo recuerda unos pocos. Así, a bote pronto, ahí está el inefable Arias Cañete, que dejó un ministerio anodino por una poltrona en la Eurocámara, más cómoda y con mejor paga. Aparte que le van a nombrar, según dicen, comisario de Acción Climática y Energía, que es como darle las llaves del gallinero a la zorra.


Que hay otros muchos de otro signo político, haberlos haylos. Antiguos dirigentes socialistas, ahora viejos y gordos a quienes cualquier Podemos callejero les espeluzna y no aspiran más que a una vida confortable y a los menos alborotos posibles. En estos momentos me viene a las mientes el señor Leguina, consocio de Gallardón en la CCCM, y don Felipe (el González, no el VI), quien preside un comité de sabios de la Unión Europea y, en sus ratos, asesora a Carlos Slim, el hombre más rico de Méjico y de parte del universo. Que cada cual vaya engrosando la lista a su gusto. Pero que no se olvide: a todos ellos les pagamos su feliz jubilación con largueza.