martes, 30 de marzo de 2010

Una marcha por la Sierra de la Puebla.-




Con eso de que el tiempo anda un poco revuelto (cosas del cambio de estación) los que somos un poco artríticos tenemos problemas de articulaciones. Cualquier día de estos me pongo a hablar de la variada colección de artrosis y artritis que me aquejan, pero hoy no.
Lo cierto es que llevo un par de semanas con cristales en la rodilla derecha, pero no he sido capaz de renunciar a la marcha montañera que tenía programada el grupo de montaña del CSIC para este sábado pasado, así que me he chutado un par de aspirinas para no perderme la paseata.
Dicho brevemente, salimos del puerto de la Puebla para iniciar la subida al alto del Porrejón (1.827 m.). De allí bajamos al collado de las Palomas (1.600 m) pasando por el mogote de la Peña Hierro. Desde el collado, la subida al pico Tornera (1.865 m) es larga y la cuerda va ganando altura en un sube y baja por aquellas cresterías de pizarras. Desde el Tornera el camino hacia el pico Centenera es un rompe piernas, ya que hay que buscarse los pasos por entre las lastras verticales de pizarras y enormes lanchares y pedreras mientras se transita por aquel serrijón que es como la espina dorsal de un animal prehistórico. De allí bajamos a un collado que nos puso al pie del pico Centenera y el grupo se dividió: los más montañeros subieron al pico, mientras que otros nos bajamos hacia la pista. Yo tenía bula para no subir, con eso de la rodilla machacada. Mientras coronaban los otros, nosotros esperamos en la pista, donde descabecé una siestecita en el amoroso regazo de la madre naturaleza (o sea, en el duro suelo) mientras el sol poniente caldeaba las choquezuelas de mis extremidades inferiores. El último tirón – pista adelante y desvío por el camino de la tubería que suministra agua al pueblo de la Puebla –, todavía n
os llevó hora y medio de caminar a buen ritmo.
Esta sierra Norte de Madrid (lo que se conocía como la Sierra Pobre) es abrupta y de orografía difícil. Los materiales de que está formada son pizarras que la erosión ha dejado al aire como la osamenta de algún monstruo antediluviano. Enormes lastras verticales que producen la sensación de cuchillas gigantescas clavadas en el suelo, con sus bordes afilados, y donde hay que pensárselo cada vez que das un paso y busca un espacio donde posar la bota.
La vista desde el Tornera es de una belleza sólo apta para los esforzados que son capaces de recorrer estos parajes: Mirando hacia el oeste, se aprecia el macizo nevado del Peñalara con su prolongación en los Mo
ntes Carpetanos. A su izquierda, la Cuerda Larga, cubierta de nieve, con las dos cabezas de Hierro. Siguiendo los Carepetanos, la Somosierra y, hacia su derecha, el Cerrón y el pico del Lobo y, mirando hacia el noreste, el macizo de Ayllón con el peñote del Ocejón destacando sobre él. La contemplación de estos parajes, por sí sola, ha merecido la pena el castigar durante unas horas esas rodillas mías que van quejándose de edad.
A estas altitudes por las que nos movemos, la vegetación es de matorral, donde abundan las matas de brecina que se están llenando de botones a punto de florecer, prados de altura y algunos ranúnculos que ya se han atrevido a abrir sus pétalos. El ICONA llenó muchos de estos parajes de pino de repoblación, aterrazando las vertientes, arrancando especies autóctonas como el roble y chaparras, dejando espacio libre a la jara, cantueso, mejorana. Afortunadamente, camino del pueblo vemos unos robles centenarios espléndidos, con sus ramas desnudas como descomunales brazos, algo parecido a aquellos gigantones desaforados que don Quijote quería arremeter con su lanzón. Nosotros nos conformamos con fotografiarlos y dejarles que vivan su tranquila existencia lejos de las motosierras.
De momento, hasta dentro de unas semanas, no habrá salida a la sierra,
ya que nos vamos a dar una vuelta por el sur de Italia. Qué cosas le pasan a uno, fui a la biblioteca pública, introduje en el buscador “Sicilia” e “historia” y me salieron media docena de libros sobre historias de la mafia siciliana. Quienes seleccionaron temas sobre esa hermosa isla se olvidaron de lo cargada que está de historia y de arte. Por aquí pasaron y dejaron sus improntas, griegos, cartagineses, romanos y bizantinos; incluso hubo un reino normando allá por el S. XI, sin olvidar la presencia de los angevinos franceses, primero, y los españoles después –con la Corona de Aragón–, o el reinado de nuestro Carlos III, quien obtuvo la Corona de las Dos Sicilias gracias a las intrigas de su mamá, la Farnesina. Se ve que actualmente “Sicilia” solo la recordamos como patria de don Corleone y su honorable familia (en vez de Arquímedes, o el tirano de Siracusa Dionisio el Viejo, quien invitó a Platón a poner en práctica sus teorías políticas, recogidas posteriormente en “La República”, pongo por caso). Lo que corrientemente llamamos cultura popular, vamos. Pues eso, qué cosas.

lunes, 29 de marzo de 2010

¡¡¡¡¡¡¡AHÍ VA!!!!!!


Me acabo de cargar todas las fotos del blog. Ya sabía yo que las neuronas responsables del invento internáutico me patinaban de vez en cuando.
Vuelta a empezar

Bueeeeno... parece que se ha arreglado ello solito.

miércoles, 24 de marzo de 2010

La casquería patria como fuente de noticias.-

Uno, que está cargado de prejuicios, había jurado por sus niños que la casquería sentimental del corazón jamás entraría en su horizonte mental. Craso error. Las cosas del bandullo sentimental de la entrepierna y demás prótesis de la carnaza famosera son una fuente inagotable de saludable conocimiento, por más que los puristas del intelecto sostengan lo contrario.
Lo digo porque el acceso de mi ordenador a Internet es a través de la página de Terra y nunca me había parado a leer las noticias que allí se dan. Hasta ahora. Por decir un porcentaje más o menos inexacto y tendencioso, el setenta por ciento de la información que allí aparece está dedicado a asuntos belenestebanescos y similares. La profusión de tetas siliconadas, nalgas turgentes o estriadas, contactos sexuales exprés, posturitas para polvete original, apaños amorosos mediatizados por la pasta y el afán famoseador, vienen a llenar casi toda la página de Terra. Ya se sabe el argumento que justifica tal sobreabundancia: si las moscas comen mierda, la mierda es buena; ergo comamos mierda, que a todos alimenta.
Pues, eso, que en los últimos días, cada vez que abría el navegador, he dedicado especial interés a informarme de los asuntos que corren por las tripas emocionales y los bajos eróticos de esas gentes que cumplen una función social tan meritoria, a saber: entretener a la plebe. En estos tiempos que corren, qué mejor tarea que hacer olvidar al pueblo llano los sinsabores del IVA que nos amenaza; las empresas que, como flores marchitas, caen de las manos del presidente de la patronal entre los vítores de nuestros ejemplares empresarios; y un largo etcétera que está en la mente de todos. No insisto más sobre los males patrios porque la insistencia hastía y no estamos aquí para eso.
Además, negar las vulgaridades, las sandeces y los soeces comportamientos de nuestro plantel de famosos de la carne mediatizada es una actitud de escapismo, impropia de quien ha de vivir en esta sociedad y trata de sobrevivir en ella. Por eso, esta entrada está dedicada al belenestebanismo nacional, con todas sus consecuencias. Y eso aún a riesgo de quedarme sin la media docena de improbables lectores que suelen pasearse por esta bitácora. En mi descargo sólo diré que el deber de afrontar la realidad me llama con imperiosa exigencia.
Con la natural preocupación leo que “Pepe Navarro no se someterá hoy a las pruebas de paternidad por principios”. La frase no la entiendo bien. A lo mejor la ha escrito un/a becario/a de redacción, de esos de 350 euros mensuales y despido procedente. No sé si se refiere a una “paternidad por principios” o a unas “pruebas por principios”, o a que al tal Pepe sus principios morales no le permiten dar un poco de saliva (o de mierda, ya que estamos en ello) para que averigüen su ADN. A lo que parece, ha tomado boleta y se ha largado a N.Y. En fin, no dormiré tranquilo hasta ver cómo se resuelve tan apasionante historia.
Ríase usted de que Obama ha logrado que se apruebe un remedo de sanidad pública en los USA. Eso no es noticia que merezca un minuto de atención. Noticia, y muy importante para el normal devenir de este país, es que “a María José Campanario le sustituyen una de sus prótesis mamarias”. Si lo del Pepe ese me preocupaba, suponte, improbable lector, lo angustiado que estoy imaginando si el cirujano le habrá implantado una prótesis de la misma talla. Un ser de tantas prendas personales como la Campanario, qué horror si ahora tiene que andar por la vida con las siliconas desacompasadas. Uno puede pasar por las desigualdades sociales, por la diferencia abismal entre capitalistas y desheredados de la tierra, pero no está dispuesto a consentir que el binomio mamario de la Campanario campanee con desigual bamboleo al contonearse. Que una teta siliconada repique ¡talán! y la otra replique ¡tolón! puede alterar la paz de los platós telecinqueros y la estabilidad emocional del honrado pueblo que pesebrea en sus programas.
Y, qué suerte, el PP está de enhorabuena. La genuina belenesteban, en un arranque patriótico, ha proclamado que le dará su voto. Eso arrastrará multitudes y los señores del PP, que son unos caballeros españoles, deberían corresponder como se merece. Qué menos, cuando lleguen al la Moncloa, que nombrar a la fenómeno esa Asesora De Imagen Adjunta A La Presidencia con derecho a pernada mediática en horas de máxima audiencia; o – sugiero yo – ponerla en lugar de la Espe al frente de la Comunidad de Madrid, porque seguro que perpetrará más jugosos despropósitos. A deslenguada, vacua y palabrera no le gana ni la lideresa y, además, nos declarará la caterva de famosos como Bien de Interés Cultural. Eso como poco. ¡Se van a enterar los catalanes de lo que es un país culto!
Lástima que sea inglés el David Beckham ese. Lo de mostrarnos su lado más femenino, compartir bañera con un bigardo cariñoso, hacerse la manicura y otros menesteres de hembra placentera lo deberían situar, por mérito propio, entre lo más florido de nuestras famosas ibéricas. Pero es inglés, y eso le quita toda la gracia. No tiene la facundia y el desgarro del belenestebanismo autóctono.
Y así podría seguir indefinidamente…
Lo propio es que este texto se ilustrase con varias fotos de la fauna belenestebanesca, pero no soy tan ingenuo. O sueltan la pasta, o no hay tu tía. No es que quiera hacer negocio del famoseo, es que soy jubilata y llego justo, junto.
En su lugar, dejo la foto de esta pobre mimosa que, cuando estaba en plena floración, llegó algún animal y la podó con saña. Ahora es un palitroque inerte. Mismamente como la cultura popular.

viernes, 19 de marzo de 2010

Toca escribir.-

La vida tiene sus servidumbres. La frasecita puede prestarse a equívocos, así que me apresuro a justificarla, no sea que el improbable lector piense que ha tropezado con un depresivo y no quiera seguir más allá. Ya es bastante con las noticias que llueven a diario sobre la situación económica y social que venimos aguantando desde que los jugadores del casino especulativo de las finanzas nos dejaron en la ruina.
Las servidumbres de que hablo son otras, más de andar por casa y en zapatillas. Son esas pequeñas obligaciones que conlleva la vida diaria de un jubilata urbano e informatizado. Una de ellas, alimentar este blog. Como suele ocurrir a diario, lo abro y veo que la última entrada de mi bitácora es del día 14, seis días ya. Esto, a las velocidades que nos movemos, supone casi una antigualla, casi un encefalograma plano para los habituales que entran en ella a ver qué ha dicho esta vez el individuo que la alimenta con sus ocurrencias, sus vivencias o sus salidas de pata de banco.
Total, que alimentar el blog es una servidumbre más y me apresuro a escribir para que nadie piense que uno hace dejación de sus obligaciones. No defraudar al improbable lector es una obligación que me he impuesto desde el momento que abrí este sitio. Lo que ocurre –para ser sincero– es que, a veces, uno da gato por liebre: da cantidad por calidad, en la creencia de que así tendrá contento al personal y lo “fidelizará”, según el barbarismo de moda. También es verdad que uno no escribe por obligación, sino que lo hace por gusto, lo que justifica sobradamente el trabajo que se toma.
Este día de san José, esta fiesta religiosa tan anacrónica en una sociedad laica, tiene todos los barruntos de la primavera y la ciudad presenta el aspecto de una capital de provincias. Creo recordar que antes a éste se le llamaba el día de “la fiesta del trabajo” y era muy celebrado en los tiempos del franquismo. En el Bernabeu, si no recuerdo mal, había una multitudinaria exhibición de coros y danzas de la Sección Femenina y acudían representaciones de toda España. Trajes regionales, tan coloristas, bailes de jotas aragonesas, castellanas, sardanas, sevillanas, muñeiras y todo el muestrario del folclore patrio concentrado. Era el gran día del trabajador, celebrado bajo la mirada paternalista de los jerarcas del régimen. Paternalismo con los trabajadores a condición de que fueran por el recto camino. O sea: sindicato vertical, disciplina laboral y sumisión al poder establecido.
La disidencia, nada del otro mundo en el ambiente laboral que yo me movía siendo jovencito, asomaba en forma de chascarrillo. Al “día del trabajador” lo llamábamos “día del puteo del obrero”, porque al obrero lo tenían todo el año jodido y este día, encima, le hacían bailar. Y el obrero estuvo dale que le das a los coros y danzas regionales hasta que, como decía Umbral, al césar visionario lo matamos de muerte natural.
Pero dejemos esas antiguallas de las que nadie se acuerda y recordemos cosas más interesantes. Por ejemplo, que estamos en el bicentenario del nacimiento de Federico Chopín. Leo en el Nouvel Observateur que en Varsovia se celebra el aniversario por todo lo alto con una interpretación de la obra íntegra del músico durante 24 horas repartidas en doce recitales a cargo de la Universidad Frédéric-Chopin, más infinidad de actos a lo largo del año, incluyendo el afamado concurso del mismo nombre de donde han salido figuras como Pollini, Ashkenazy o Zimerman. Yo, para celebrarlo en plan casero, escucho, mientras escribo esto, las sonatas y fantasías para piano, interpretadas por María João Pires, esa pianista portuguesa que tanto gusta a mi cuñado Berca.
Dicen que, cuando murió Chopin, defenestraron y quemaron su piano. Supongo que fue un acto de romanticismo extremo. El día que yo pliegue el petate seguro que nadie vendrá a prender fuego a mi bitácora. Más bien ésta flotará a la deriva en la galaxia Internet como una cagarruta informática más. No todos podemos aspirar a la gloria...

domingo, 14 de marzo de 2010

Inevitable Maigret.-


Ya tengo dicho en esta bitácora que los jubilatas de mi generación tenemos poco en común con los de generaciones anteriores. Apenas nos dan el cañuto de la licencia (como a los antiguos piqueros de Flandes) y ya estamos metiéndonos en nuevas batallitas. No hay ONG que no tenga su plantilla de jubilados. No hay universidad que no tenga una traílla de estudiantes provectos. No hay exposición que no esté copada por una caterva de jubilatas ansiosos por oír las explicaciones de la guía. En fin, no hay actividad, al margen de la laboral, que no esté saturada de jubilados de uno u otro sexo.
Yo soy uno de esos, claro está. Entre mis variados empeños está el de hablar con cierta corrección el francés, y por eso, cada ciertos años, voy a un centro de estudios a refrescar mis conocimientos. Esta vez estoy haciendo un cursillo de tres meses en la Alianza Francesa. Y hay que ver lo previsibles que son los designios de los docentes en esta materia: a la hora de estudiar un literato popular en lengua francesa, siempre me tropiezo con Simenon y su personaje Maigret.
Esta vez estamos trabajando con la novela L´affaire Saint-Fiacre, lo que me ha hecho recordar que hace un montón de años que conozco al comisario Maigret. Y, aunque pueda parecer chocante, podría establecerse una relación entre mi matrimonio y la obra literaria de Georges Simenon. Incluso se podría decir que existe una relación de causa a efecto: matrimoniarme fue la causa de que conociera a Simenon y su comisario Maigret. Bien es verdad que ni uno ni otro formaban parte del entorno familiar o de amistad de la que a partir de entonces es mi santa esposa.
Me explico.
Ya había oído hablar de ellos cuando mis tiempos de bachiller. Pero Simenon era uno de los muchos escritores de los que nos hablaba el profesor de literatura; un nombre más a recordar, a la hora de los exámenes, entre las docenas de autores que uno tenía que llevarse aprendidos. O sea: memorizado, examinado y olvidado, y a otra cosa, que había muchas asignaturas y no me cabían todas en la cabeza.
El caso es que (aunque no lo parezca, viene al caso), con el paso del tiempo, me casé y heredé una cuñada. Es cosa sabida que los que nos hemos casado “a la antigua” – o sea: el clásico matrimonio “para siempre” –, el día de la boda, junto con la novia, recibíamos en el mismo paquete un montón de suegros, cuñados y cuñadas, primos y sobrinos postizos y un largo etcétera de familia política como para llenar una agenda con nombres, direcciones, teléfonos, fechas de cumpleaños…
En fin, que mi matrimonio me aportó una cuñada, quien tenía en su casa las aventuras completas de Maigret, aunque en español. Aquellos años eran tiempos en los que se leía mucho, tanto como ahora se ve la tele, así que dedicaba horas y horas a la lectura y, claro está, me leí los 4 o 5 tomos.
Con el paso del tiempo, volví a tropezarme con Maigret. Hacía los cursos de francés en el CUID de la UNED y al tutor de tercero también le gustaba Maigret, así que trabajamos con la novela Monsieur Galet, décédé. Era la historia de un viajante de comercio que se había suicidado, aunque los indicios apuntaban a un asesinato.
Vuelven a pasar unos años más, voy a la Alianza Francesa y ¡zas! allí también me doy de bruces con el inevitable Maigret. Podría parecer un poco aburrido eso de tropezarse siempre con el mismo personaje, pero no es mi caso. A mí el comisario Maigret me cae simpático: siempre fumando en pipa, siempre con su gabán y su chapeau melon, me resulta tan entrañable como si fuera de la familia. Tantos años tratándole, para mí ya es “tío Maigret”, ese pariente extranjero, un poli tan célebre por otra parte, que heredé – el día de mi boda – junto con la cuñada que tenía en su casa las obras completas de Simenon.
Lo dicho: para toda la vida.

lunes, 8 de marzo de 2010

Caminata por las orillas del Guadalix.-


En realidad, nuestra marcha de este sábado debería haber sido por tierras de Ayllón, pero el bus se estropeó cerca de San Agustín de Guadalix y cambiamos la ruta. Por esta población pasa el río Guadalix, que desemboca en el Jarama (junto al circuito del mismo nombre) en el término de S. Sebastián de los Reyes, y decidimos seguir su curso río arriba.
El Guadalix es un pequeño río, apenas 35 kilómetros de recorrido, que nace en la Morcuera, tiene un pequeño embalse cerca de su cabecera ( el de Miraflores), pasa por este municipio y, en Guadalix de la Sierra, se recoge su caudal en el embalse del Vellón o Pedrezuela. Nuestra caminata, en sentido ascendente, ha sido entre San Agustín y el municipio de Pedrezuela.








Como éste es un año de abundancia hídrica, el Guadalix tenía el aspecto de un auténtico río de montaña, y bajaba torrencial y bravío como nadie podía suponer tras estos años pasados de sequía en los que su cauce estaba seco en algunos tramos. Como muestra queda aquí la foto de la cascada que se conoce como “el Hervidero”, a la que se accede bajando por unos estrechos y empinados escalones de piedra junto al puente.
Aparte su valor paisajístico y la vegetación del entorno, el recorrido es muy interesante porque pueden verse las antiguas obras (finales del S. XIX, principios del XX) que el Canal de Isabel II hizo para el aprovechamiento de sus aguas. Quizás lo más llamativo sea el azud del Mesto, pequeña presa, hecha en piedra caliza labrada, que regulaba las aguas del río y las tomaba para suministrar a la capital a través del canal del Mesto. Es una obra de 1906 actualmente en desuso, tras la construcción del embalse del Vellón aguas arriba.

A lo largo del camino pueden verse los viejos registros, en piedra tallada, de planta semicilíndrica y coronados por un frontón neoclásico. También el edificio donde está el sifón que salva el desnivel entre las dos vertientes, al que algún grafitero ha tenido la ocurrencia de “ilustrar” la fachada con sus pinturas que muestran su falta de sentido estético y respeto del entorno.
Es lo que tiene salir al campo, que no sólo disfrutas de la naturaleza, sino que puedes observar las modificaciones que el hombre ha introducido en ella. Afortunadamente, se mantiene intacta la vegetación del entorno, formada por un bosque de encinas, con abundancia de enebros de la miera y coscoja. Siguiendo la cuenca del río, un bosque de ribera abundante en alisos y chopos. El monte bajo abunda (entre las especies que conozco) en jara, lentisco, tomillo y romero que, curiosamente, estaba en flor.
Dejo unas fotos para ilustrar la paseata y dar envidia a los asfaltícolas sedentarios.

martes, 2 de marzo de 2010

La música entre los dedos.-


Estimado aunque improbable lector:
Uno va poco al cine y, por miedo a tropezarse con películas comerciales de esas que terminará viendo en la tele, acaba descubriendo filmes que justifican por sí solos eso que llamamos “séptimo arte”. Y quede claro: si digo que voy poco al cine ya se presupone mi nula capacidad crítica. Estuve viendo “El solista” y no sé quién es su director, ni cómo se llaman sus protagonistas, en la ficción un periodista y un violonchelista mendigo.
De todos los instrumentos que existen en una orquesta sinfónica, el que siempre me ha enamorado es el violonchelo. Éste me enamora por cuestiones puramente subjetivas de difícil explicación, donde se mezclan la belleza de su sonido, tan semejante a la voz humana y tan capaz de reproducir sus emociones; su forma sugerente que recuerda con sus sinuosidades los cánones clásicos de la belleza femenina; y un regusto de refinamiento erótico cuando su intérprete es una mujer que lo sujeta entre sus muslos y lo hace vibrar con manos sabias y sensibles.
Pero, no. En “El solista” no hay nada que ver con mis íntimas perversiones sensitivas. Es una historia dramática de amistad entre un periodista y un mendigo; entre un hombre que busca una historia que contar y el sujeto de esta historia, el chelista esquizofrénico, incapaz de adaptar su sensibilidad artística al mundo que lo rodea; que es uno de tantos marginados que viven en la calle y pueden verse en la ciudad, empujando su carrito de supermercado lleno de desechos que encuentra entre las basuras urbanas. Pudiera muy bien ser un mendigo como aquel al que echaron a patadas del mercado de San Miguel estas navidades, y del que hablé en una entrada anterior.
Pero este mendigo de la peli es alguien especial. Puede pasarse horas interpretando, de forma obsesiva, a Beethoven, con su chelo, en un túnel, entre la indiferencia y las prisas de quienes circulan en sus coches. Los años vividos entre mugre y abandono, como un ser socialmente irrecuperable, no han embotado su sensibilidad y el violonchelo le libera de sus terrores frente a un mundo hostil. Como, en un momento determinado, el mendigo de la historia hace alusión a la desaparecida Jacqueline Du Pré (que fue la primera esposa de Daniel Barenboim), escucho la interpretación que esta violonchelista hace de las sonatas para violonchelo y piano de don Ludwig mientras voy pergeñando estas notas.
A veces, en esta vida mediocre de jubilado, los dioses te dedican un guiño amable y te hacen disfrutar de un atisbo de belleza. Y este pasado fin de semana su guiño ha sido doble: no sólo la historia del violonchelista mendigo, sino también la audición del Concierto para violonchelo y orquesta núm. 1, de Camille Saint-Saëns, en el Auditorio Nacional.
Leo que a Saint-Saëns se le tacha de un perfeccionismo clasicista, incluso academicista. Pero él siempre defendió el formalismo como vehículo expresivo, y, en este concierto, emplea ciertas formas ya usadas en el barroco, como un minueto, que convierten su audición en un auténtico placer para quienes no tenemos mayor formación musical y nos siguen apasionando los sonidos armoniosos.
Ver a la jovencísima violonchelista (Marie-Elisabeth Hecker, dice el programa), cabalgando su chelo como una walkiria rubia, me ha despertado esas viejas y sutiles perversiones melódico-eróticas de las que hablaba en un párrafo anterior. No hay imagen más insinuante, en el campo del erotismo estético, que una intérprete aprisionando amorosamente el violonchelo entre sus muslos con gesto de hembra apasionada, mientras, con caricia enérgica, pulsa las cuerdas sobre el mástil, y desliza el arco sobre la caja de resonancia haciendo vibrar el instrumento. Mujer y chelo son un solo cuerpo entrelazado que despierta gorgoritos de deliquio estético en espectadores dispuestos a hacer de esa antigualla, que llamamos estética, una barrera contra la vulgaridad diaria.
Pero, para que se vea que uno no pierde pie en la puñetera realidad, ahí va la anécdota que se cuenta de aquel director de orquesta que, en un ensayo, llamó la atención de una violonchelista algo torpe, a quien dijo: “Señorita, tiene entre las piernas el instrumento más delicado del mundo y a usted sólo se le ocurre rascarlo”.
-Jó, eres un esteta, solía decirme aquella compañera de trabajo - sindicalista ella y habituada a bregar en un campo donde no caben sensiblerías - cuando nos cruzábamos en aquel pasillo del AHN que parece la crujía de un claustro monacal. Y me lo decía en un todo amistoso y condescendiente, como quien dice “eres un rarito inofensivo”.
Ya lo ves, improbable lector, qué cosa es la vida: esteta y, ahora, jubilata. Y es que uno no aprende con el paso del tiempo…
À bientôt.