miércoles, 23 de diciembre de 2015

Navidad 2015: Instrucciones de uso.-



Tiene Vd. en sus manos un producto denominado Navidad Everybody (marca registrada para todo el mundo por Merry Christmas Co.), de consumo enormemente popular pero de alta volatilidad. Por favor, lea atentamente las instrucciones y sígalas, siempre que sea posible, con la máxima fidelidad.

El producto Navidad Everybody, a efectos de consumo responsable, tiene como fechas límite de uso entre el 22 de diciembre, día del sorteo extraordinario de la lotería, y el 6 de enero, día de Reyes. Si el consumidor tuviese dudas al respecto, sepa que estas fechas, en líneas generales, quedan enmarcadas entre el Black Friday y las Rebajas de Enero. Para mayor seguridad, consulte al fabricante.

Cualquier uso que se haga del producto en fechas anteriores o posteriores a las citadas, es abusivo y no está cubierto por el servicio de garantía postventa que la empresa Fechas Entrañables, S. A. (filial para España de Merry Christmas Corporation) tiene establecido ante cualquier defecto de fabricación, presentación o deterioro como consecuencia del proceso de elaboración y distribución. En el bien entendido de que el fabricante no se responsabiliza, bajo ningún concepto, de un uso fraudulento o manipulación indebida que alteren las características tanto intrínsecas como extrínsecas del producto navideño. En cuyo caso, los tribunales ordinarios dirimirán las responsabilidades, en el supuesto de que el usuario se sienta defraudado y optase por demandar al fabricante.

Aunque Fechas Entrañables, S. A. (en adelante FESA) no tiene responsabilidades legales más allá de sus productos navideños, patentados y debidamente identificados mediante su etiqueta contrastada, no puede dejar de alertar a sus compradores respecto a imitaciones y falsificaciones procedentes del mercado oriental (fácilmente identificables por su marchamo “Made in China”). Si el usuario optase por un consumo navideño sin las debidas garantías, será a su riesgo y ventura, sin que FESA esté legalmente obligada a ningún tipo de resarcimiento.

Una vez hechas las recomendaciones generales, se especifican de forma detallada las normas de manipulación del producto Navidad Para Todos:

1.    Navidad Everybody (marca registrada de FESA para España) es, como se ha advertido al comienzo de este folleto, un producto de alta volatilidad, dotado de un sistema de obsolescencia programada que, aunque limita eficazmente sus fechas de óptima utilización, garantiza al cien por cien su aroma, sabor y textura típicamente navideños. 
 
  Por lo tanto, úsese dentro de las fechas previstas en las instrucciones y deshágase de los sobrantes una vez pasado el día de Reyes. Haga un consumo responsable y deposite dentro del contenedor al efecto los deshechos. El Planeta Tierra se lo agradecerá.
   
2.   Navidad Everybody se presenta con un sobre en su interior, denominado "paga extraordinaria". Dispone ésta de una cantidad de euros en función de la capacidad adquisitiva del usuario. Su finalidad es que sea invertida íntegramente en una gama de productos navideños que Vd. podrá conocer a través de la publicidad de los medios audiovisuales, buzoneo y otros medios artesanales sin especificar. También podrá conocerlos a través de las ofertas de supermercado, así como los productos variopintos que le ofrece toda la gama de comercios de su ciudad. Haga un uso generoso de su contenido y, en caso de que éste no cubra sus necesidades consumistas, pida un préstamo bancario.

3.    Navidad Everybody es un producto que da óptimos resultados si se emplea en el medio adecuado. Para su uso en España, nada mejor que ser consumido en familia, a ser posible, en la cena de Noche Buena y comida de Día de Navidad. Su uso en la celebración de Noche Vieja está más recomendado para un tramo de población marcadamente juvenil, aunque la versatilidad del producto permite combinarlo con la cena familiar de fin de año, doce uvas y cotillón.

4.   Aparte del ámbito doméstico, Navidad Everybody logra su mayor eficacia si se emplea en viajes de placer (estaciones de esquí, turismo rural, salidas al extranjero….) o en su defecto, si se va de compras dentro de su propia ciudad. Está contraindicado quedarse en casa sin fomentar el consumo: el producto, debido a su obsolescencia, se deteriora de manera irrecuperable una vez vencida la fecha de caducidad. El fabricante no admitirá, bajo ningún concepto, la devolución de Navidad Everybody que no haya sido desprecintada dentro de las fechas previamente establecidas.

5.       Es fundamental que el producto navideño se dedique especialmente a los niños. Para ello, los regalos de Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás (y cualquier otra variedad local), aparte y especialmente las fiestas de Reyes, son ideales. Dentro de Navidad Everybody hay un lote específicamente infantil (cortesía de FESA), de eficacia probada para habituar al despilfarro a las nuevas generaciones, sin las cuales la sociedad de consumo que disfrutamos se vería gravemente dañada. 
 De nuevo, FESA llama a la responsabilidad de los usuarios para que éstos introduzcan a los niños en los hábitos consumistas, a través de las entrañables fiestas navideñas, de forma que la sociedad, tal como la conocemos, perdure mientras los recursos del planeta lo permitan. 
 Una encuesta sobre el futuro agotamiento de los recursos naturales del planeta, realizada entre nuestros usuarios, encargo de FESA a la prestigiosa agencia demoscópica TIMA-2, concluye que el 71,3 % de los usuarios es partidario del que me quiten lo bailao, porque de aquí a cien años, todos calvos; solo un 28,7 % manifiesta su preocupación en un virgencita, que me quede como estoy. 

6.     Es recomendable el consumo compulsivo de Navidad Everybody, pues no se han descubierto contra indicaciones dignas de resaltar, tras multitud de experimentaciones en cobayas humanas a lo largo de varias generaciones. Los desórdenes gástricos por exceso de ingesta de alimentos y alcohol son un daño colateral que se manifiesta ocasionalmente asociado a nuestros productos navideños, altamente euforizantes, pero son fácilmente remediables con un preparado de farmacia ad hoc y unas horas de descanso.

7.   Cada uno de los componentes que conforman Navidad Everybody puede usarse de forma independiente, en función de la tolerancia de cada consumidor al citado producto, o ser combinados de forma aleatoria, pudiéndose utilizar masiva e indiscriminadamente, sin más riesgo que una leve desorientación respecto a la realidad circundante. La “cuesta de enero” es una reacción normal que advierte de la caducidad definitiva de Navidad Everybody y da por concluidos todos sus efectos.

8.   Si, tras dos semanas de consumo indiscriminado siente una leve depresión, no se alarme: es una reacción normal. Acuda a las rebajas de enero más próximas, o espere a las vacaciones de Semana Santa, otro acreditado producto de Merry Christmas y Asociados, cuyo distribuidor oficial para España es FESA.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

20-D. Buscando votos.-

En Internet.

Luis Barrenas, por así decirlo, era comprador de votos. Bien trajeado, con cartera negra de ejecutivo, iba de puerta en puerta pidiendo el voto. Cuando se quedó sin trabajo no había nada mejor en el mercado laboral. Un reajuste de plantilla le había puesto en la cola del INEM y, por eso, se especializó en  el duro oficio de comprador de votos.

Bien es verdad que se trataba de un trabajo fijo discontinuo, sólo cuando se convocaban elecciones, pero le iba sacando del apuro. Que las elecciones fuesen autonómicas, locales, legislativas o europeas, era una cuestión  marginal. Lo importante en esos casos es que había que solicitar votos, y ese era su cometido. En su nuevo oficio el tipo de elecciones convocadas no era relevante, tampoco lo era la adscripción ideológica del votante. No dejaban de ser matices que no alteraban lo sustancial: hacerse con un buen puñado de votos.

Llamaba al timbre, saludaba con educación y pedía el voto. Había gente comodona que se lo daba enseguida y, encima, le estaba agradecida porque le ahorraba desplazarse al colegio electoral el día de las elecciones. Otros, sin embargo, se resistían y querían saber qué iba a hacer con su voto. En estos casos, Luis les preguntaba por sus preferencias políticas y, de acuerdo con éstas, les prometía lo que querían oír. A unos, que iba a bajar el paro, la gasolina y los impuestos; a otros, que iban a erradicar la delincuencia y controlar la inmigración; a otros, despido libre, recorte salarial y paraísos fiscales. No era lo mismo pedir votos en el barrio de la Elipa que en de Salamanca. Luis Barrenas disponía de una carta muy surtida de promesas electorales y no había más que saber dónde le apretaba el zapato ideológico a cada cual.

– Mire, señora – decía Barrenas – dígame usted sus preferencias ideológicas y yo le improviso un programa político que se chupa los dedos.

Los más duros de convencer eran los que nunca votaban. Esos se guardaban su voto sin usar y se les pasaba la fecha de caducidad. Eran clientes de lo más variopinto. Los había escépticos, indiferentes o – lo que era peor para el negocio de Luis – convencidos de su inutilidad. En tales casos, el surtido de promesas electorales que llevaba en la cartera no solía hacer el efecto previsto, así que recurría a argucias que no se enseñan en los masters de marketing: se lo jugaba a los chinos o improvisaba un juego con tres cubiletes.

– Voto por aquí, voto por allá –, decía. A toda velocidad movía el cubilete de derecha a izquierda, o al revés, y mareaba a los votantes con palabrería de tránsfuga. – Hagan su juego, señores –, y escamoteaba el voto con la habilidad de un trilero. 

Raro era el que se resistía a jugarse el voto. Total, como les salía gratis… Muchos terminaban por cogerle gusto. Algunos se enviciaban tanto que acababan jugándose los votos de la mujer o de los hijos y terminaban endeudados por varias convocatorias electorales. Había que currárselo, pero los votantes ludópatas eran un buen negocio.

Cuando tenía la cartera llena de votos, Luis Barrenas iba a las sedes de los partidos políticos y se los vendía a los directores de campaña. Era lo más duro de su oficio, porque siempre tenía que regatear, aunque nunca los vendía por menos de un 10 por ciento de comisión. Entre lo que sacaba de los votos y el paro el bueno de Luis iba sobreviviendo, aunque él hubiera preferido un contrato fijo con horario de ocho a tres. Pero es lo que tiene vivir en época de crisis…

domingo, 6 de diciembre de 2015

Como vaca sin cencerro.-

Así anda este jubilata desde que anunciaron las elecciones generales para el 20 de este mes. Y no porque no tenga una idea aproximada de hacia dónde dirigir el voto, sino por un problema de solidaridad gremial -  o generacional, si se prefiere -, con la gente nacida en tiempos de los coches con motor de arranque a manivela.

El caso es que salía, la mañana que eso escribo, de comprar del mercado de Las Ventas cuando he visto un tenderete de los de Podemos y me he acercado a que me diesen propaganda, a ver qué promesas electorales nos ofrecían para estas fiestas navideñas. El programa no lo he leído, aunque lo tenían allí en un cuaderno de gusanillo, a disposición de los curiosos. Era un tocho considerable, difícilmente digerible a pie quedo, sin gafas y con el carrito de la compra aparcado en doble fila. Sí me han dado, en su lugar, unos papeles con resúmenes de sus propuestas, que luego he leído en casa.

Pero no se trata de lo que me ha parecido su lectura, que daría para otras solfas. Se trata de la actitud malcarada de un pensionista que me ha visto parado ante los secuaces del de la coleta y hablar con ellos amistosamente, y recoger todos los papeles que me iban dando, atendiendo a sus explicaciones con sonrisa educada, de persona bien criada; porque uno será setentón y eso, y se le escapan los gruñidos por las costuras de la edad, pero tal deterioro sicosomático no empece para saber pedir las cosas con buenas maneras, con independencia del credo político del interlocutor al que uno se dirija.

Pues eso que te estoy contando, paciente aunque improbable lector - cualesquiera que sean tus filias y tus fobias políticas, que yo ahí no entro -, que el colega jubilata de marras me ha mirado con odio, como a traidor a los intereses colectivos del honrado gremio pensionista; como si, por haber confraternizado unos minutos con los antisistema del círculo morado, acabase de cometer un acto execrable, indigno de un miembro del colectivo matusalén.

De rabia que me ha dado, a punto he estado de atropellarle con el carrito de la compra, cuando cruzábamos el semáforo, pero me he contenido por varias razones: primera, porque, a la hora del “pies para qué os quiero”, el carrito no tiene turbo y es muy lento en las arrancadas, aparte que derrapa con facilidad y podría habérseme volcado toda la fruta por la calzada; segunda, porque el provecto de mirada acerva estaba bastante escarranchado y, a lo peor, en la colisión, le rompía una cadera y, por culpa de mi repente irreflexivo, se iba a convertir en una carga para la seguridad social, tan menguada de recursos desde que con ellos pagamos la mangancia de los banqueros; tercera, porque un servidor no es hombre de odios y tiende a la empatía: el pobrete me dio pena con su enrabietada ignorancia.

Tras observar a aquel vejete lanzándome miradas rencorosas a través de sus cataratas, y pasado el primer momento de asombro por mi parte, el incidente me ha hecho reflexionar mientras regresaba del mercado a casa: Llevo leído estos días que los pensionistas votan mayoritariamente al PP; que el caladero donde pesca sus votos la gaviota genovesa está en los mayores de 54 años. A su vez, el gobierno nos dice que va a disponer, si no lo ha hecho ya,  de 7.750 millones de euros del Fondo de Reserva de la Seguridad Social (lo que conocemos como la hucha de las pensiones) para pagarnos a los pensionistas la mensualidad y extraordinaria de diciembre.

Un servidor, que es jubilata profeso y confeso, pero aún goza de una actividad neuronal estándar, mientras empujaba el carrito, he empezado a darle a la máquina de pensar. Millones arriba, millones abajo (doctos habrá que sabrán enmendarme), me salen estas cuentas: En cuatro años de legislatura, el gobierno marianista ha hecho trizas unos 50.000 millones de euros del fondo de pensiones y ya solo quedan 34.220 millones en reserva; una simple división nos dice que queda pasta para cinco extraordinarias (a saber, las del 2016, del 2017 y la extra de verano del 2018). ¿Y después? Dios se la depare buena, hermano.

Hay dos futuribles, pura política ficción que, mientras esperaba que se abriera un semáforo, me han venido a las mientes. Por un lado, que el marianismo resulte derrotado y una fuerza política de izquierdas forme gobierno. No les arriendo las ganancias cuando, a media legislatura, se queden sin alpiste para alimentar viejos, ni me gustaría oír el vociferio desde los bancos de la oposición dextrógira asegurando que el gobierno de los antisistema condena a la hambruna a los ancianos españoles. Si, por el contrario, el partido genovés renueva legislatura, y también se les termina el alpiste – que ese paso lleva la hucha, de tanto meterle mano –, su lógica política les llevará a afirmar, con los aspavientos de rigor, que Zapatero tiene la culpa. El gremio pensionista comulgará con ruedas de molino y maldecirá del de la ceja por la gusa que les está haciendo  pasar. Que no me toquen lo mío – argumentarán –, que los de izquierdas vienen a hacerse ricos y roban más deprisa que los de derechas, que ya lo son por familia.

Ya digo, lo anterior es política ficción y puede que no dé una en el clavo. Uno es jubilata caviloso, no augur, ni cocinador de encuestas.

No se extrañe el improbable lector cuando afirmo que ando como vaca sin cencerro. Por cuestiones de inexorable proceso biológico estoy en posesión de siete lustros vividos, lo que me sitúa en el corral de los viejos que viven de una pensión que sale del fondo de reserva de la Seguridad Social. Pero que la edad y las circunstancias sociales me sitúen en un colectivo carcunda y temeroso – salvo excepciones, que las hay –  del qué pasará si dejan de mandar los de siempre, no significa que haga las mismas rumias del resto del rebaño. 


Aunque uno se sienta como descencerrado y fuera de la onda generacional que le corresponde, al menos no anda como pollo sin cabeza y sabe en qué cesto no tiene que poner el huevo de su voto.
En estos tiempos confusos no es poca certeza.