domingo, 17 de abril de 2011

Una luz dura en blanco y negro.-

De nuevo me acerco al Reina a ver una exposición. El Museo Reina Sofía -se me ocurre pensar-, al estar dedicado a mostrarnos las distintas tendencias del arte contemporáneo, se libra de esa sumisión a la belleza a la que se someten museos más tradicionales, como El Prado o el Thyssen. Más bien debería decir que su razón de ser es, precisamente, mostrarnos las miradas tan distintas -a veces duras, a veces antiestéticas- que, eso que damos en llamar arte contemporáneo, ha lanzado sobre la sociedad.
Esta vez, es la fotografía la que mira a la sociedad y da testimonio de las gentes que vivían en la Europa de entreguerras, años 20 y 30 del siglo pasado. Cuando en Rusia el comunismo marca como objetivo el despegue industrial y el desarrollo de la agricultura mediante la colectivización. Mientras, en el resto de Europa, entre el paro, la miseria y el hambre de casa día, se van abriendo paso las doctrinas nacionalsocialistas y fascistas.

No sé bien si, hablando del comunismo ruso, se puede hablar de optimismo; supongo que sí, en el sentido de que pretendía optimizar la dignidad del trabajo y hacer grande la Madre Rusia con el esfuerzo colectivo. El caso es que el Congreso de la Internacional Comunista de 1921, fomentó entre los obreros la afición por la fotografía para que éstos "captaran la belleza del trabajo y los horrores de la miseria social". Consecuencia de ello es la muestra de esta exposición que he visitado: Una luz dura, sin contemplaciones.

Pero lo que empezó siendo un movimiento de obreros amateurs de la fotografía, terminó pasando a manos de fotógrafos más o menos profesionales, comprometidos socialmente. Y es fácil de entender. El obrero ruso, con su vieja cámara, captaba la pobreza del día a día, la falta de medios materiales y el hambre. Con el estalinismo, resultaba contradictorio ese testimonio con la política propagandística del Estado, que ocultaba las duras condiciones laborales de los obreros y el sufrimiento de los campesinos, sometidos a colectivización forzosa.

Por eso, la fotografía social "espontánea" -no la propagandista, la dirigida por el Partido- desaparece poco a poco. En Alemania, durante la República de Weimar, aparece la revista AIZ (Arbeiter-Illustrierte Zeitung), donde se continúa con la denuncia social. También en Praga, en París y otras ciudades europeas aparecen testimonios gráficos similares.

En la muestra puden verse, además vídeos sobre el Frente Popular, tanto en Francia como en la España Republicana, y propanganda de guerra. Personalmente, al margen de su valor documental, la propaganda de guerra me ha interesado menos que la de denuncia social. Todos sabemos que la retórica de guerra es intercambiable y sus argumentos sirven a ambos lados de la trinchera: se cambia el objetivo a abatir y se emplear similares argumentos que los del enemigo. Funciona igual en ambos bandos.

Son los fotógrafos de AIZ los que nos muestran las colas de parados, las colas de hambrientos ante los comedores de beneficiencia; los obreros en grupo, esperando quien les contrate por unas horas; los carretilleros ociosos , durmiendo sobre la plataforma de sus carretillas. Mendigos, muchos mendigos: niños mendigos, ancianos mendigos, familias enteras de mendigos, mujeres mendigas con dos o tres niños agarrados a sus sayas. Sorprende la candidad de niñós famélicos, astrosos, arracimados, que pueden verse retratados. Me recordaba aquella frase resignada, de cuando no existían los preservativos con la profusión de ahora: "Todos los hijos que Dios quierea darnos". Y es que Dios premia a los pobres con una prole numerosa; mano de obra barata en tiempos de paz y carne de cañon en tiempos de guerra.

... Y gente durmiendo no importa dónde: en la calle, en los bancos públicos, acurrudas en una escalera, en los quicios de las puertas. Y rostros; rostros que miran a la cámara con una mirada dura, ausente, resignada, indiferente...

... Y gente comiendo. Nunca había visto tantas fotos de gente comiendo. Comiendo de una escudilla desportillada, comiendo de la olla común, en un comedor social, en un rincón de una cocina miserable, en medio de la basura... Comiendo con ese ansia de quien ve en la comida de ese día (a lo peor, mañana ya no la hay) un asidero para la supervivencia. Niños que comen mientras miran a la cámara con mirada de miseria y el plato pegado a la boca. Obreros que comen en el tajo. Desarrapados, descalzos, ruinas humanas que comen cualquier cosa. La comida como acto de mera supervivencia.

Vista esta exposición de fotografía social, uno entiende que Europa terminara ardiendo por los cuatro costado. La culpa ¿de quién? Siempre hay a quien echársela. Goering lo dijo sin ambages: Cuando el mundo arda, persuadiremos al mundo de que ha sido obra de Moscú. Eso, al menos, se puede leer en una vieja revista francesa de la época. claro que la propaganda soviética podría haber dicho otro tanto del III Reich.

Este jubilata salió impresionado, y con los pies molidos, de esta exposición , tras dos horas y media de visita. Lo que vio ¿Es arte? La fotografía social ¿Es arte?. El arte no siempre apacigua ni transmite belleza, ni tiene por qué. Sea o no sea arte lo que uno vió, si uno se fija bien, encuentra más humanidad en los ojos de un desamparado que mira a la cámara, que en la Rendición de Breda. Comparación, por otro lado, traída por los pelos.

Además, cuando el jubilata quiera ver Arte con mayúscula, armonía, serenidad, belleza y equilibrio, se parará a contemplar el retrato de Giovanna Tornabuoni. Una muchachita de tan corta vida, y que Ghirlandaio pintó tan hermosa...

sábado, 9 de abril de 2011

Peleando por la puta pela (con perdón).-


Los jubilatas, aparte nuestra pensión, solemos disponer de ciertas cantidades de pasta bancaria que hemos depositado en cajas de ahorro. Lo que llamamos "los ahorrillos de toda la vida" y que cuidamos como a la niña de nuestros ojos. A veces, esos "ahorrillos de toda la vida" duermen el sueño de los justos en una cuenta a plazo fijo que te renta el 1,6% (menos el 18% de impuestos), o en migajas de productos financieros, de esos que proporcionan enormes beneficios a los banqueros y - por razones de alta finanza, incomprensibles para los simples mortales - pérdidas a los pequeños ahorradores. Luego, el jubilata se muere y los herederos se compran un coche o se van de vacaciones a Cancún con los dineros tan celosamente guardados.

Esto en el mejor de los casos. Puede ocurrirte que la pasta bancaria, que creías tan segura en la sucursal de tu barrio, resulta que corre grave riesgo de disolverse en la nada, si en que la caja de ahorros empieza a hacer agua. Y en esas estamos.

Media vida guardando ahorros en la Caja del Mediterráneo y resulta que empiezas a leer sobre sus problemas financieros y se te ponen los pelos como escarpias. Fracasada su fusión con Caja Astur, Caja Extremadura y Caja Cantabria, le pide al Gobierno de la Nación (o sea, a todos nosotros, como siempre) 2.800 millones de euros para reflotar el banco ¡Ay, mis ahorros de toda la vida!, clama el jubilata.

Aparentemente, no pasa nada. Su escaso peso financiero, el de la CAM, no pondrá en peligro el sistema bancario español, según parece. El Estado la interviene, los consejeros son sustituidos por otros, nombrados por el Banco de España, aquí paz y después gloria. El jubilata respira con algo de alivio. Pero, como pertenece a la extinta categoría de los socialistas utópicos, con mayor inclinación por los falansterios que por los bancos, siempre ha sido partidario de que el Estado ponga orden en el sistema financiero y en tantas otras cosas que atañen a la recta administración del bien común.

Pero ¡coño! va y lee que un don Fulano, Pere Joan Devesa, vocal en el consejo de la CAM a propuesta de la Generalidad Valenciana (¡Esas amistades peligrosas...!), va el otro domingo - como quien dice, durante la misa mayor - y vende todas sus cuotas participativas: 6.176 acciones. ¡Coño! se dice de nuevo el jubilata, mis 794 cuotas participativas (los "ahorrillos de toda la vida", no se olvide) no van a valer un carajo como el Consejo de Administración de la CAM se fumigue todas las acciones que poseen sus miembros, con lo que está tronando. Total, que hacemos junta de accionistas la santa y yo (en régimen de bienes gananciales hasta que la Banca nos separe) y decidimos que lo convertiremos en dinero, si llegamos a tiempo, y nos lo gastamos en pipas Facundo.

En la sucursal me miran como a un bicho raro: un jubilata histérico que intenta recuperar, sin respetar la lógica del mercado, el calcetín de sus ahorros. Me dicen que, para vender mis acciones, tengo que hablar con el director de la sucursal. Me niego. Nunca he intercambiado palabra con tan ilustre funcionario; además, temo que me de una lección de economía financiera y me convenza de que la CAM es el mejor de los mundos posibles y yo un necio avariento. Así que insisto, yo quiero mis euros y gastármelos en pipas Facundo, aunque me de de narices con la lógica capitalista.

Al socarie de estas angustias financieras, uno empieza a leer y se entera, tarde, de que la CAM es un ladrillo agujereado. Algunos ya se preguntan ¿Por qué el Estado tiene que salir al rescate con dineros públicos? Al fin y al cabo, el sistema financiero español no se resentirá si se deja caer a la CAM. Otros se preguntan, y yo entre ellos ¿Qué pasa con los administradores de la Caja del Mediterráneo, los que la llevaron a esta situación? ¿No deberían rendir cuentas? ¿No hay un hueco en las cárceles para una larga estancia, como han hecho los islandeses con sus banqueros? ¿Todos los españolitos pagaremos la torpe política de inversiones de esos señores? El jubilata, que lo ignora todo sobre ingeniería financiera, pero tiene rudimentos de latín, se pregunta, como Cicerón: Quousque tandem abuteris patientia nostra...?

El jubilata está que no vive. A lo único que aspira es a rescatar sus euritos y gastárselos en pipas Facundo, hasta el último céntimo. Aunque se de un atracón de pipas de girasol. Aunque los dietistas y los banqueros se confabulen contra uno. En casa tenemos bicarbonato.

domingo, 3 de abril de 2011

La calzada romana de la Fuenfría.-




Ya se sabe cómo somos los jubilatas con ganas de marcha. Siguiendo aquella vieja máxima que proponía instruir deleitando, este sábado hacemos con la agrupación ateneísta Aire Libre una marcha por la calzada romana, desde las Dehesillas hasta Valsaín.


Seguimos el trazado caminero según las investigaciones arqueológicas realizadas en 2009 sobre el terreno, que han reconstruido el recorrido que seguía esta vía hasta alcanzar el puerto de la Fuenfría.







Este segmento corresponde a la Vía XXIV del Itinerario Antonino, que unía Toledo con Segovia. La reconstrucción del trazado, mientras no aparezcan nuevos hallazgos que lo modifiquen, nos marca un camino que sube, en suave pendiente, en sentido N.E, parte del cual está solapado con/o borrado por las trazas de caminos históricos posteriores.


Parece que la calzada fue perdiendo su funcionalidad cuando, con la caída del imperio romano, y a falta de una autoridad que se ocupase de su mantenimiento se fue borrando su trazado por efectos de la erosión o las obras de acondicionamiento de nuevos caminos. En la Edad Media se comenzó a usar el llamado Camino Viejo de Segovia, que tenía, al parecer, una utilidad ganadera. En el S. XVIII, cuando Felipe V mandó construir el palacio de la Granja, se trazó la ahora llamada calzada borbónica para unir el palacio a la capital.


Los montañeros, desde siempre, hemos confundido esta calzada borbónica, empedrada en gran parte, con la vieja vía romana.


La borbónica es una calzada que sube al puerto por derecho, a las bravas, con pendientes que alcanzan hasta el 22 % de desnivel, como en la cuesta llamada "del reventón", mientras que la romana nunca supera el desnivel de un 8%. Se adapta a las curvas de nivel y asciende en suave zigzag, como corresponde a una sabia labor de ingeniería, que de eso los romanos sabían.


Por si no eran bastantes estas tres vías que - a tramos - se superponen, se cruzan o van en paralelo, existe una cuarta: la carretera de la República, construida en los años 30 del siglo pasado, que en algún tramo a borrado la vía romana.


Y, para complicarlo un poquito más, la senda Smithd (que viene desde Navacerrada hasta la Fuenfría), también coincide en un pequeño tramo con la vieja calzada. Pero no hay que preocuparse, cada camino tiene su propia señalización; así, la romana está marcada con puntos verdes; la borbónica con puntos blancos, la senda Smithd con amarillos...


Sin olvidar el último: el Camino de Santiago, que lo han trazado sobre la propia calzada.


Para salvar los arroyos, tan abundantes por estos montes, la calzada dispone del puente del Descalzo. Según parece, construido en tiempos de Felipe V sobre otro puente romano del que no quedan vestigios. Pero como los puentes son una solución costosa, a lo largo del trazado se ha recurrido a una solución más barata y también efectiva: los vados.


Los hay para salvar el arroyo del Infierno, el de la Fuenfría, el del Minguete... Un empedrado acanalado permite que las aguas atraviesen la calzada sin encharcar el firme de la misma y permitiendo el paso de viandantes y carruajes. Quizás, el del Minguete, transpuesto el puerto de la Fuenfría, sea el más vistoso de todos. Reconstruido, eso sí, pero muy ilustrativo.


Bueno... Para no cansar al improbable lector, habida cuenta que en esta bitácora no se imparte conocimientos ni doctrina, sino que se habla de las cosas que ve y hace este jubilata que aquí se explaya, se recomienda vivamente, a quien esto leyere, que se calce las botas y eche a caminar por estas pinaradas de Valsaín y disfrute de su verdor y la hermosura de estos paisajes serranos. Yo hago bastante con decirlo. No se sentirá defraudado.


Eso sí, sudará durante el ascenso: son 600 m de desnivel. Pero piense que encontrará varias fuentes a lo largo del camino: la de la Salud, la de la Fuenfría, en lo alto del puerto, la de la Reina, la Romana...



Además, a lo largo del camino hay muchos paneles informativos que le irá ilustrado, a la vez que se llena los ojos de paisaje, los pulmones de aire puro, y el espíritu de belleza natural. Y todo eso sólo con sudar un poquito....