lunes, 16 de mayo de 2016

Aprendiendo palabras.-

Eso de empezar el texto con un gerundio es como para no seguir leyendo. Más aún cuando se reincide: se comienza el título con uno y se termina la frase con otro. Pero, por favor, ocasional lector, no lo tomes a mal, de alguna forma hay que arrancar.

Por eso es bueno aprender palabras nuevas, sobre todo cuando el aprendizaje se hace a partir de la actividad política nacional. Ya que la vida política de esta España, "este país" o como quiera que se le llame, no da más de sí, moviéndose entre el déjà vu y el escándalo nuestro de cada día, al menos que nos enseñen nuevas expresiones. Será lo único interesante que uno saque de la política nacional.

Y haciendo un  inciso, aunque viene al caso, este jubilata se lo pasó muy bien oyendo/viendo la tertulia de La Noche en 24 Horas en la que un podemita decía de vez en cuando “este país, este país” y un contertulio en vena patriótica le iba contando las veces que no decía “España”. “Oiga, fulano - le reconvenía al final de la perorata - usted acaba de no decir “España” seis veces seguidas”, y adoptaba un gesto de dignidad nacional ofendida bajo su canoso bigote. El otro seguía a lo suyo, que para eso tenía cancha libre y nadie le interrumpía con el manido: ¡Y tú, Venezuela!

También me recuerda la cosa – la política y los sentimientos patrióticos dan mucho juego – cuando, a veces, he comprado productos catalanes en el súper, he leído la etiqueta, y ponía made in Spain, como cosa de país extranjero. En esos casos me ha dado por pensar si no recuerdan que aquellas tierras empezaron a tener entidad propia siendo la Marca Hispánica carolingia. Pero eso de la fibra patriótica es algo muy de cogérsela con papel de fumar, que incluso me han censurado con tachaduras la publicación de una entrada, que llamé “La lupara y la tecla”, porque me permití alguna ligereza zarzuelera en asunto tan serio.

Bueno, sigamos… Lo que de verdad me ha llamado la atención, y posiblemente lo único de interés en la vida política de estas últimas semanas, es que los podemitas, por boca de su mesías, han puesto en circulación una palabra que, como italiana que es, suena la mar de bien: Sorpasso. Francamente, me ha reconfortado saber que no recurrían a la habitual angliparla para introducir nuevos conceptos. Sorpasso = adelantamiento

Se ve que sus inventores quieren dar un acelerón y adelantar a otros competidores en el número de votos y, por ende, escaños. Lo que, a renglón seguido, ha provocado un solidario gesto de compasión de las fuerzas conservadoras hacia la exigua Izquierda Unida. Nunca hasta ahora los ciudadanos habíamos asistido a unas muestras de preocupación tan desinteresada de la derecha española respecto al porvenir de nuestro pequeño partido comunista y de ese muchacho descarriado, de nombre Alberto Garzón. Según se lamentan apenados tertulianos de pesebre mediático y políticos dextrógiros en precampaña, la caperucita roja de Izquierda Unida va a ser triturada entre las moradas fauces podemitas y entonces, ¿qué va a ser de nuestros entrañables izquierdistas de toda la vida?

Y eso que la parábola para ejemplificar el supuesto desastre de la izquierda tradicional marxista ya está implícita en la palabra sorpasso; pero, claro, hay que caer en ello, y los voceros del cotarro patrio están demasiado ocupados intentado salvar del naufragio a nuestra pobre izquierda descarriada. Sorpasso es el título de aquella película de Dino Risi en la que un Vittorio Gassman/Pablo Iglesias, cuarentón y a por todas, invita a subir en su descapotable a un estudiante en época de exámenes, Jean-Louis Trintignant/Alberto Garzón, para correr locas aventuras durante el ferragosto romano.En plan jóvenes alocados, se toman unos botellines, pisan el acelerador, se lo pasan de p. m. y se dan una castaña que deja al ingenuo estudiante para el arrastre. A poco que se observen las concomitancias, hasta lo de los exámenes y el ferragosto coinciden: elecciones y en verano, que no se pueden manifestar con más claridad las coincidencias que el hado dispone.

Claro que nuestra derecha está más por Los Santos Inocentes, trinque ibérico y cortijo en paraíso fiscal. Lo suyo es tener a jornal a Paco el Corto y a Régula para que no vivan por encima de sus posibilidades, mientras el señorito va a sus cacerías offshore de contratos amañados, comisiones al 3%, recortes laborales, austericidio y defensa de los valores tradicionales. Pero, como parece haber ignorado el sorpasso de Dino Risi tanto como haber olvidado el final de los Santos Inocentes, luego se lleva una sorpresa cuando el tonto del lugar, el pobre Azarías, cuelga al señorito de una encina porque le ha matado la milana, y éste, mientras da zapatetas en el aire, nos hace recordar aquello que decía de sí mismo el poeta François Villon:

Au bout de la corde d´une toise
Mon cou saura ce que mon cul pèse
(En el extremo de la cuerda de una toesa, mi cuello sabrá lo que mi culo pesa)


Y ya sabemos que nuestros próceres del "todo por la pasta" se nos han puesto un poco fondones tras estos últimos años de barra libre.


sábado, 7 de mayo de 2016

Primero de Mayo: una derrota sin prisas.-


Este Primero de Mayo pasado un servidor se ha acercado a participar en la manifa que los sindicatos y partidos de izquierdas relictos acostumbran a hacer para celebrar el Día del Trabajo. Armado de mi cuaderno de notas, boli y cámara fotográfica, he bajado al centro de la ciudad a  ver si me daba un baño de multitudes proletarias enfervorizadas.

Multitudes, lo que se dice multitudes, más bien eran pocas; aunque sí en plan fiestero, como corresponde a la celebración del día del santo patrón, aunque sea laico. Ha sido, si al jubilata se le permite la licencia, una bonita exhibición de folclore obrerista, con sus banderas rojas y tricolores, sus pancartas y sus consignas con ripio, sin que faltasen batucadas, que convierten cualquier manifestación reivindicativa en un bailongo rítmico y cachondón.

Con una especie de afán entomológico (el ocasional lector perdonará lo impropio del término en este caso) el observador ha tratado de identificar y definir las diversas sub especies en que se divide la izquierda a partir de los grupúsculos ideológicos presentes, identificables por sus siglas. No es que los haya clasificado a todos, ni puede hablarse de sus peculiaridades con conocimiento de causa, pero sí que se ha hecho una identificación siquiera somera de algunos. 

Sirvan como ejemplos al caso: Partido Trabajador Democrático cuyos componentes, no abundantes pero sí entusiastas, coreaban “Obrero despedido, patrón colgado”, “Nativa o extranjera, la misma clase obrera”; la primera consigna, una variedad de ley del Talión de dudosa efectividad; la segunda, signo de aggiornamento de la sensibilidad social.  También había banderas de un P.C.E. (Leninista) que coreaba la habitual “El pueblo unido, jamás será vencido”; consigna sorprendente en un grupúsculo del atomizado Partido Comunista de toda la vida. También coreaba “Revolución, revolución, es nuestra solución”, mientras los curiosos consumistas de novedades les fotografiaban con sus smartphone de moda. Aquello era la pura banalización de viejos ideales, como si se tratase de una performance.

Como no, ahí estaban escasos en número, pero dignos, el P.C.E e I.U con el bueno de Alberto Garzón tras su pancarta, flanqueado por las cámaras de los medios que luego habrán dicho vaya usted a saber qué cosas, según las conveniencias del consejo de administración de la empresa para la que trabajen: “Uno de Mayo, orgullo proletario”, coreaban. Aseptico.

También U.G.T., junto a su desclasado pariente socialista, paseaba sus colores y consignas habituales. No deja de sorprender que hubiera algunas tímidas pancartas del P.S.O.E., quizás de algunos irreductibles que querían hacer honor a sus tradicionales y un tanto herrumbrosas siglas de Socialista y Obrero. De gerifaltes del partido y otros bien aposentados en el stablishment no vi rastro, quizás porque son conscientes de aquella máxima del evangélico que dice: no se puede servir a dos señores (Mateo 6:24). Sometidos a servidumbre, qué mejor amo al que servir que aquel que engrasa las puertas giratorias, aunque sea con unto de reformas laborales.

También había una representación escueta de jubilatas, identificados con chalecos reflectantes, en cuyo dorso estaba escrito: Yay@flauta. Con esa acomodaticia @ utilizada para identificar “ellos y ellas” sin discriminación de género. Como si los derechos igualitarios de hombres y mujeres tuvieran como primera necesidad cargarse el equilibrado armazón del idioma, por su estigma sexista. 

Este servidor de Vd., que siente gran simpatía por el yayoflautismo, colectivo ciudadano de individuos provectos pero marchosos, al verlos marcados con la @ de "los/las", andaba dándole vueltas en el magín a este asunto: Que  se empieza por discriminar entre miembros y miembras, se continúa por poner una @ en la espalda del viejerío cañero, y se remacha con un intento de Congreso de los diputados y las diputadas en la Casa de todos, para terminar por no entender ni jota del bello discurso que hizo la discreta pastora Marcela ante la tumba del estudiante enamorado, y pastor fingido,  Grisóstomo, según se cuenta en la primera parte del Quijote. O, a lo mejor, el proceso degradante de lenguaje a neolengua ha hecho el camino al revés, que uno ya no lo tiene tan claro.

Un tanto melancólico, este jubilata escéptico, con los ardores sociales harto entibiados después de haber comprendido lo sin prisas que el sistema desdibuja las reivindicaciones ciudadanas y las convierte en un paseillo folclórico, ha regresado a casa para comer. 

Y, como uno, en el fondo y la forma, no deja de ser un pequeño burgués - aunque progre -, se ha cogido de la mano con la santa y ambos nos hemos ido a pasear el Retiro por la tarde. Todo ello en la confianza  de que al menos, de momento, nos irán echando el forraje mensual en el pesebre de las pensiones. Más ahora que estamos a punto de entrar en campaña electoral bis.