sábado, 28 de enero de 2012

El glaciar de Hoyo Cerrado.-

Que perdone el improbable lector por la tardanza. Ya sé, ya sé: si uno decide mantener viva una bitácora, una amistad, un amor correspondido, o cualquier obligación voluntariamente contraída, lo propio es que deje de pedir disculpas y asuma su responsabilidad. Pero, de verdad, créame usted: no sabía que ser jubilata tuviera tantas y tan variadas obligaciones. Es que me disperso y no paro. Tantos palos toco al cabo del día que parezco el hombre-orquesta de las obligaciones inútiles... y la bitácora navega al pairo. Por eso, no me extraña el gesto de conmiseración que ponen algunos de mis familiares cuando, por ejemplo y un poco avergonzado, les confieso que estudio latín. "¿¡¡Latín...!! y para qué? Jubilado y estudiando esa cosa tan inútil". O cuando les confieso otro de mis vicios secretos: escribir relatos. "¿¡¡Cuentos!!? ¡Si nadie te va a publicar...!" Me miran como a bicho flojo de neuronas y piensas -estoy seguro de ello- "Debe ser una modalidad de alzeimer aún sin diagnosticar".
En fin, que entre la incomprensión familiar y las obligaciones inútiles, no sé dónde tengo la cabeza. Por eso, hoy quiero hablar de otra de mis actividades: la montañera (inútil -claro- y peligrosa, según el sanedrín familiar), pero que me proporciona auténticos momentos de dicha al verme triscando por los montes como una capra hispánica bípeda y jubilante.


Fue así: Antes de nada, tomamos un cafelito en Soto del Real y nos acercamos a admirar la colonia de cigüeñas que anidan sobre el tejado de la iglesia. Luego, iniciamos nuestra andadura junto al embalse del Mediano y subimos entre tapias en paralelo al arroyo Mediano Chico. En la pista forestal hay un cartel de la Comunidad de Madrid que, si uno lee de corrido, dice: Monte Hueco de San Blas. pero no, no se trata de un monte hueco propiedad del santo ese de las cigüeñas, se trata de que por la zona hay, o había, una ermita llamada de San Blas en Viejo y por eso el entorno recibe su nombre: Hoyo de San Blas, que visto desde media altura podría semejarse a un gran, gran circo romano cuyo graderío -una tupida pinarada- asciende laderas arriba.

Siguiendo la pista entre pinares, pasamos junto a la antigua casa forestal, hoy sin techumbre, donde puede verse un esplendido ejemplar de cedro. Monte arriba, siguiendo la pista en zigzag que han labrado sobre el entiguo camino, se llega junto a una trampa para cabras montesas. Más arriba puede divisarse otra. Según Juan, estas trampas tienen por objeto capturar cápridos silvestres. La sobrepoblación de esta especie en el entorno de la Pedriza, obliga a atrapar ejemplares que luego reubican en lugares donde no abundan tanto, así que nuestro corazoncito ecológico se tranquiliza al saber que los bichos aquellos no tendrán un mal fin.

Pero es muy cerca de las cumbres donde se encuentra el Hoyo Cerrado, a unos 1770 m de altitud. De aquí, pegando un tirón ladera arriba, se puede llegar en algo más de media hora a la loma de Bailanderos, en la Cuerda Larga. Hoyo Cerrado, para quien no lo sepa, es un pequeño circo glaciar en cuya base puede apreciarse la morrena terminal y lo que fue el pequeño lago formado al cerrarse el glaciar con las piedras arrastradas por los hielos. Actualmente -entienda el improbable lector-, desde hace una enormidad de cientos de años, el lago está colmatado por los materiales de arrastre que se han ido depositando. Un pequeño arroyo serpentea entre la hierba requemada por las heladas, siendo el único y modesto vestigio que queda de aquellas aguas de deshielo que debieron bajar torrencialmente.

No es que uno esté ante los grandes glaciares que aún pueden verse por los Alpes, pero al menos el lugar es un vestigio fósil, en modesto, del antiguo fenómeno de erosión que producía el desplazamiento de los hielos cuando no existía ni asomo de la Comunidad de Madrid, ni su presidenta campo-golfista, ni el FMI, ni las subprimes, ni toda la farfolla del capitalismo financiero que nos amarga los telediarios.

Total, que subimos hasta el glaciar, estuvimos allí, lo cuento y ya he cumplido por esta semana.

jueves, 19 de enero de 2012

Un poco de proselitismo.-




Como me dice un amigo en un correo, los jubilatas de hoy día llevamos una vida "estresante", o sea, que vivimos a tope y llenos de actividades. Cosa que nos retrotrae a aquella anterior situación de cuando éramos laboralmente explotados y productivos y el trabajo nos amargaba la vida. Ahora no es que nos la amarguen nuestras múltiples actividades, pero tantos planes como queremos realizar hacen que nos agobiemos un tantico y que no lleguemos a todo aquello que nos gustaría hacer durante el resto de nuestras vidas.

Lo digo como excusa porque tengo bastante olvidada la bitácora. Pero entienda el improbable lector que estoy más liado que un ministro metiendo tijera en todo aquello que atañe a recortes sociales. Claro que con lo mío, afortunadamente, no se trata de empobrecer a mis conciudadanos, sino de simple falta de tiempo.

Bueno, a lo que vamos. Resulta que aprovecho esta entrada de hoy para hacer proselitismo. Pero un proselitismo, digamos raruno. Por eso, antes de ponerme a ello, bueno será advertir que mi religión me prohibe taxativamente captar prosélitos. Dice su primer y único Mandamiento" "No difundirás tus creencias religiosas so pena de excomunión". Por eso digo que se trata el mío de un proselitismo raruno, ya que no afecta a la verdadera y no propagable religión que he adoptado a falta de otra mejor, sino a una de mis más queridas aunque inútiles (económicamente hablando) actividades: el estudio del latín clásico.

Desde hace ya bastante tiempo estoy empeñado en el aprendizaje de esa lengua "muerta"; muerta según quienes decretaron la defunción de la cultura clásica en aras del economicismo rampante. Y resulta que no está tan muerta, que hay por esos mundos un grupúsculo de cráneos privilegiados capaces de mantener una conversación corriente en el más puro latín clásico, y un servidor está dando los primeros pasos en ese idioma que fue lingua franca europea durante siglos; que fue, además, la lengua en que se estudiaban las ciencias y hablaban las personas cultas hasta casi el S. XVIII.

El caso es que un grupo de personas nos reunimos todos los miércoles por la tarde para aprender latín, hacemos lecturas dramatizadas en esa lengua, también ejercicios de expresión escrita e intercambiamos pequeñas conversaciones. Y la cosa marcha. Pues, hombre, si funciona, -pensaba yo-, si una minoría somos capaces de comunicarnos en tal idioma ¿por qué no decirlo por ahí para general conocimiento y para que otros gocen de ese privilegio?

De ahí lo del proselitismo, lo de ganar nuevos adeptos para la causa latina; porque la cultura clásica es patrimonio de todos y está al alcance de quien tenga conocimientos escolares previos, o no (también hay quien se pone a estudiar chino sin pajolera idea), y quiera esforzarse un poco.

Apuntarse a nuestras clases es tanto o más meritorio y divertido que hacerlo a un partido político, a una religión monoteísta o a un club de fútbol, y bastante más gratificante. Los viejos dioses latinos no son celosos y crueles, como los dioses monoteístas; en todo caso son demasiado humanos. Tampoco obligan a defender una determinada ideología política aunque sea a contadriós, ni a insultar al oponente si mete más goles que nuestro equipo. Y si, de todas formas, quieres hacerlo, pues hazlo en la misma lengua en que Julio César escribía los informes de sus conquistas guerreras, o en que Marcial escribía sus ingeniosos epigramas, o Catulo se quejada de los desamores de la veleidosa Lesbia. Incluso podrás encontrar barroquismos como el del dramaturgo Marcus Pacuvius, quien llama a los delfines Nerei repandirrostrum incurvicerbicum pecus. Bueeeno... esto último es por fardar un poco, que hasta ahí nos queda mucho camino por recorrer.

¿Siente el improbable lector curiosidad por lo que le he dicho? Emplee un poco de su tiempo en entrar en este enlace: http://www.facebook.com/pages/Lat%C3%ADn-Vivo-en-Madrid/207849385937861 y verá cómo gente normalita, entre los veinte y los sesenta y bastantes años estamos en ese empeño. Y si vive en Madrid y quiere venir a conocer este grupo de irreductibles latinistas, pásese el miércoles por la calle San Mateo, número 15, junto al Museo del Romanticismo, entre las seis y media y las nueve de la tarde y nos verá metidos en faena y mas contentos que un sapo flauta en una charca verde. Le recibiremos con un: Salve, amice, quomodo vales?

miércoles, 11 de enero de 2012

Tomando el fresco.-

El sábado pasado un amigo y yo cogimos los arreos de montaña y nos fuimos a la Sierra a tomar el aire fresco. Ese sábado, el día siguiente a Reyes, con la madrugada, tomamos el tren que nos llevaba a Cercedilla para olvidar los tufos de las fiestas pasadas. Camino del Metro, pasé por delante de los contenedores donde se acumulaban todos los desechos de los regalos abiertos el día anterior. No es para dicha la cantidad de envases de cartón, plásticos y papelorios de colorines desbordando contenedores y aceras a mi paso. Tanto como para verme obligado a desplazarme por la calzada, a ratos.
Los que, con la infancia, perdimos la fe y las ficticias ilusiones en los Reyes Magos derrochones, agradecemos que la cruda realidad nos muestre las cosas como son: un gasto descontrolado de todo tipo de artilugios jugueteros a los que los niños no hacen más caso que mientras los están abriendo. Ya se sabe que los jubilatas, a fuerza de cumplir años, hemos sustituidos esas falsas ilusiones por un escepticismo irónico, así que pasamos de cabalgatas y preferimos las caminatas.
Sabemos que, tras tanto regalo -vulgar industria de hiperconsumo fugaz- lo que queda es la paga extra en parada cardio-respiratoria y toneladas de envases inútiles que hay que retirar de la vía pública y reciclar, en el mejor de los casos. Como quien dice, tenemos fundadas sospechas de que, tras los interesados regalos de Sus Majestades de Oriente, siempre hay, de una forma u otra, listos urdangarines dándole al manubrio de la caja registradora. Sin contar, ya digo, las toneladas de la industria del cartonaje convertidas en inútil basura.

Es cierto que los jubilatas no andamos sobrados de ilusiones ilusas, pero tenemos algunas ventajas. Por ejemplo,los que ejercen el poder no nos congelan la pensión (incluso nos la suben un generoso 1%) por aquello de que somos millones de votantes y, si nos cabreamos, podemos irnos con el voto a otra urna más a la izquierda. También tenemos otra gran ventaja: que el transporte nos sale baratito, baratito.

Lo digo, sobre todo, por aquello de poderse ir a la Sierra sin pagar billete de tren, lo que tiene doble ventaja: aparte del ahorro -que se agradece- el hecho de que esta gratuidad nos anime a salir con frecuencia al monte a hacer ejercicio, tomar el aire fresco y limpiarnos los pulmones de la contaminación madrileña que doña Botella, siendo concejada de la cosa medioambiental, negaba con tanta convicción como incompetencia.

Lo cual, a mi parecer, produce un grave desequilibrio en la pirámide de población. Me explico: por aquello del transporte gratis, vamos con frecuencia a la Sierra y, como he dicho, hacemos ejercicio, respiramos aire puro y nos mantenemos sanos. Consecuencia adversa: los que vamos para viejos duramos más, la pirámide de población crece por el vértice mientras se estrecha por la base y, encima, tienen que seguir subiéndonos ese generoso 1% anual de pensión para mantenernos contentos. Que ni por esas.

Pensada la cosa en plan maltusiano y neoliberal, deberían retirarnos la tarjeta de transporte. La Lideresa doña Espe se ahorraría una pasta muy útil, por ejemplo, para abrir un nuevo campo de golf, tan necesario para el asueto de las clases dirigentes; la población vejestoria, obligada a respirar el aire contaminado, se moriría más deprisa; las funerarias e industrias auxiliares (tal que los fabricantes de féretros, coches de muertos, floristerías, imprentas, notarías...) tendrían pingües beneficios que darían como resultado el aumento de los contratos de trabajo. Quién sabe, a lo mejor por ahí se salía de la crisis esa que tenemos que pagar con nuestro menguado IRPF.

Elucubraciones aparte, en la cumbre del Montón de Trigo se estaba francamente bien. El aire era diáfano y puro y las vistas de postal. El Peñalara lucía su cara norte nevada; la Cuerda Larga, alomada y tendida, invitaba a una travesía, y Siete Picos parecía al alcance de la bota montañera. Por el lado segoviano, la Pinareja y el Oso lucían señeros. A nuestros pies, los pinares de Valsaín y, allá a lo lejos, en la Castilla llana, las agujas de la catedral de Segovia.
Todo eso, ya ve el improbable lector, gracias a un abono transporte.

martes, 3 de enero de 2012

La mansedumbre de Nuestra Señora.-

En estos días de turrón a mansalva y felicidad de oficio, he entretenido mis ocios de jubilata curioso releyendo Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo. Atrás quedan los tiempos de escolar, cuando me enseñaron que Berceo fue el mejor representante del Mester de Clerecía y aprendí qué eran el tetrástrofo monorrimo y la cuadena vía, en que escribía su poesía de culto hombre de iglesia, allá por el S. XIII, el monje riojano.

Lo he hecho, su lectura, digo, en una vieja edición de la Cía. Ibero-Americana de Publicaciones (Madrid-Buenos Aires). El librito llegó a mis manos en pésimas condiciones, muy deteriorado, impreso en rústica, en un papel quebradizo y de gran acidez, cuya encuadernación restauré hace unos meses. No tiene año de publicación, pero es algo posterior a 1929, por cierta información que allí se da.


Pues bien, cuando uno pierde la inocencia de los primeros años, y relee viejos autores con ojos nuevos que ya saben distinguir si gato o liebre, descubre que las cosas tienen otro cariz a como recuerda de viejas lecturas de bachiller en letras. Y en esta ocasión, he puesto el interés en observar la fuerte carga ideológica religiosa que informa esta obra.

Ya sé que esto no debería sorprenderme, pues el sentimiento religioso impregnaba -como acutalmente en el mundo musulmán- toda la sociedad medieval. Y un estudiante de Historia, como yo fui en tiempos, no debe juzgar con la mentalidad actual comportamientos, testimonios y sociedades que tenían sus propios criterios de comprensión del mundo que les tocó vivir. Su cosmovisión, según se dice.

Pues eso. Lo digo por la subjetividad de mis comentarios, que siguen: Visto con ojos de lector curioso y convicciones laicas, uno se sorprende al comprobar que la siempre dulce Nuestra Señora tiene, respecto a sus devotos, una actitud de dama de alcurnia, orgullosa de sus prerrogativas y dispensadora caprichosa de favores a sus fieles vasallos, que llega a contravenir, cuando le conviene, las leyes divinas y las naturales. Y, respecto a quienes causaban daños a sus devotos, un ensañamiento que roza la crueldad, sin recatar insultos hacia el protervo.

Al obispo que prohibió decir la misa de Santa María a un clérigo ignorante (quien no sabía más latines que los de esa misa), le amenza: "e tu serás finado hasta el extremo día / ¡Desend verás que vale la sanna de María!". Que la madre de dios, sañuda, amenace con la muerte eterna al obispo es para que éste se eche a temblar: "Fo con estas menazas el obispo espantado..." afirma Gonzalo. ¿Y quién no?

Y a aquel canónigo de Pisa, que se iba a casar porque heredó la fortuna familiar y así se lo exigían sus parientes para que tuviera descendencia, le llama: "Don fol, malastrugado, torpe e enloquido / ¿En qué roidos andas, en qué eres caído?", y hasta se muestra celosa "Assaz eras varón bien casado comigo". Como se ve, mejor era plegarse a su santa voluntad.

Pero lo que más llama la atención es el odio antisemítico que se desprende de algunos de sus milagros, como el del Niño Judío o los Judíos de Toledo. Llega, en una misa de pontifical en la catedral, a incitar a los fieles contra los rabíes de la aljama: "Oíd -dixo- christianos, una extrana cosa: / la gent de iudaísmo sorda e cegaiosa / nunqua contra don Cristo non fo más porfiosa /. Llama a los judíos "los que mala nazieron, falssos e traidores". Y el buen pueblo cristiano asalta la judería: "Movieronse los pueblos, toda la clereçía / fueron a mui grand priesa pora la iudería / Guïólos Jesu Cristo e la Virgo María".

El odio que el cristiano medieval sentía hacia los judíos es un tópico conocido en la literatura de la época, pero que el bueno de Gonzalo lo ponga de exiemplo para alabar a Santa María da idea de lo aberrante que puede ser la religión llevada a su extremo... y de la escasa mansedumbre de la Señora que tan rencorosa se muestra porque sus paisanos dieron muerte a su Hijo trece siglos antes.

Puestos a verle la otra cara a la Historia, me viene a las mientes el célebre Don Suero de Quiñones, tan admirado por los peregrinos jacobípetas. En Hospital de Órbigo, año 1434, organizó las célebres justas del Paso Honrosso en honor y por amor de su dama, donde llegaron a romperse casi 300 lanzas en combate con los caballeros que por allí pasabam camino de Santiago. De este tan noble Don Suero, del que uno encuentra centenares de entradas en Google alabando su gesta caballeresca, es difícil encontrar una sola referencia a las tropelías que perpetró en la aljama de León.

En manos de prestamistas judíos porque, a lo que se ve, llevaba un tren de vida "por encima de sus posibilidades" -tal y como dicen de nosotros los políticos y otros fautores del descalabro económico que sufrimos- resolvió el problema de los vencimientos impagados a taja-cuellos. En un tiempo de disturbios civiles y pesca a río revuelto, Don Suero de Quiñones protagonizó, seguido del entusiasta populacho, el asalto a la judería leonesa y no dejó títere con cabeza.

Lástima que aquellos eran otros tiempos. Si fuesen los actuales, les hubiese sido útil conocer las opiniones del israelí Shlomo Sand y su ensayo La invención del pueblo judío. Habrían aprendido que los judíos no son un pueblo étnicamente distinto al resto, sino una cultura religiosa que tuvo gran capacidad de proselitismo, lo que le llevó a extenderse por el N. de África y el E. de Europa; que fueron los cristianos desde tiempos de Constantino quienes ayudaron a crear el mito de los judíos como pueblo. Claro que, en un apugna entre monoteístas, cultura religiosa o pueblo elegido son motivos suficientes para el odio y el degüello, llegado el caso. No importa que las masas enfervorecidas sean guiadas por Santa María o por un noble arruinado.

Para terminar, si el improbable lector encuentra que la poesía de Berceo, o los actos caballerescos de un noble leonés no están para ser comentados por jubilatas con ínfulas culturetas, que no me lo tome a mal. Aplíqueme lo que decía el monje poeta de San Millán en El Milagro de Teófilo: "...Non quisso que granassen esas tales lavores /ca eran barvechadas de malos lavradores".