viernes, 23 de marzo de 2018

De charla en el Calero.-



El caso es que el otro día la santa me mandó con urgencia al DIA, a comprar una caja de leche para hacer una bechamel. Ante el ordeno y mando femenil, un servidor soltó por lo bajo varios comentarios micromachistas, quejoso de lo perentorio de la orden. Pero obedeció por aquello de la paz conyugal.

Cruzaba a buen paso el parque del Calero cuando vi a mi vecino el depresivo quien, con cara de ¡Ay de la Patria mía!, desgranaba su rosario de lamentos ante un individuo desconocido para mí. Me paré un momento a saludar y me presentó al desconocido: era un tabarnés exiliado en la meseta castellana. Por lo visto, había tenido varios malos encuentros con unos cachorros de Òmnium Cultura de su barrio, Torreforta, por un quítame allá esas pajas soberanistas. Como le dijeron que allende el Ebro nadie se peleaba por esas cosas, había liado el petate, había deslocalizado sus ahorros de toda la vida a un banco de honda raigambre española y había aterrizado en el nuestro barrio.

Como la tendencia o tending topic (creo que se dice) en las tierras catalanas, en los últimos tiempos, es una dispersión en busca de cómodos exilios, el tabarnés que me presentaron había salido por pies de Tabarnia para caer en el Barrio de la Concepción; exilio, si no glamuroso, al menos, tranquilo y de discreto pasar. Aparte que en la capital del reino están exiliados el presidente de Tabarnia y algunos consejeros in pectore, y eso siempre da consuelo a los expatriados y caché a los prófugos políticos trasterrados de su patria ideal.

Se lamentaba mi vecino el depresivo de la última maniobra antiespañola del señor Puigdemont. Eso de expedir, previo pago, carnés de identidad, pasaportes y otros certificados de la virtual República independiente de Catalunya le parecía un delito de lesa patria y le tenían en un sinvivir. La farmacopea de la Seguridad Social, con sus antidepresivos, estimulantes, calmantes y sobredosis de Prozac, no mejoraba su estado anímico. Y el tabarnés, dolido por el destierro, tampoco ayudaba mucho.
 
A este jubilata, la verdad, vista la cosa de forma objetiva, no le parecía tan fuera de propósito ni como para tantas angustias. Al fin y al cabo, el señor Puchimón (así le llamamos familiarmente en casa) había logrado aunar el patriotismo con el negocio, que, si bien se mira, no tienen contraindicaciones cruzadas y suelen ir de la mano. De hecho – les decía yo a mi vecino el depre y al tabarnés – un servidor, puesto en la tesitura independentista, me gustaría tener un DNI virtual al precio que fuera. Si el amor a la patria hay que pagarlo en metálico, se paga. Aparte que un President en el exilio ha de mantener, con la dignidad que merece su cargo, un tren de vida acorde a su status. Y para ello hacen falta unos ingresos regulares que, si no se logran vía impuestos o con el tan útil como denostado tres por cent, hay que detraerlos del fervor patriótico popular.

Un carné, un pasaporte, o un certificado de pertenencia al pueblo oprimido, por muy virtuales que sean sus efectos, siempre tienen un soporte físico que se puede llevar en la cartera, junto a los billetes de 20 euros, para exhibir con orgullo entre familiares y amigos. Así que su venta y adquisición tienen la doble ventaja de acreditar la adscripción ideológica de los adeptos y procurar una honrada sinecura al molt honorable que le permita pagar las mensualidades del palacete presidencial de Waterloo.

Trabajo me costó convencerles de que yo no era separatista, sino alguien que comprendía la lógica del asunto en su doble vertiente patriótica y económica. Tiempo me llevó. Tanto que me hizo olvidar lo del cartón de leche para la bechamel que estaba haciendo la santa. Subí corriendo a casa. El aceite y la harina se habían quemado en la sartén. La santa estaba que fumaba en pipa y la comida sin hacer. Tuve que soportar algunos comentarios aviesos sobre la inutilidad de los hombres en general y de mi persona en particular. Sacó a relucir todo el argumentario feminista que convenía al caso para demostrar el abandono en que tenemos a las féminas los hombres de mi generación. Me llamó jubilata machista irredento y me mandó poner la mesa.

Comer sí comimos gracias a la inventiva de la santa: un par de huevos fritos de gallina criada en jaula. Como refuerzo, unas chistorricas de la reserva estratégica que ella conserva en el congelador. En desagravio, me ofrecí voluntario para fregar los platos y ni eché la siesta en el sofá, ni nada.

Mientras le daba al estropajo, pensaba en los problemas de convivencia que origina la política.

jueves, 8 de marzo de 2018

La fea manía de las manifestaciones.-


Se refiere el título, claro está, a esas manifas antisistema que a la gente descontenta le ha dado por organizar, precisamente ahora que la recuperación económica es un merengue de nata al que cuatro privilegiados le dan lengüetazos. Estas últimas semanas han sido los pensionistas – jubilatas, en términos coloquiales de esta bitácora – que siguen/seguimos reincidiendo. Eso a pesar de que, como se ha dicho por activa y por pasiva, pasta para ellos no hay. Y ahora, las feministas, dispuestas a cambiar el mundo. Todo lo cual es un sinvivir para quienes se apoltronaron en el sistema.

Lo de que a ver por qué sí hay un pastizal jugoso para rescate de bancos autoquebrados, autopistas desiertas, proyectos Castor de don Florentino, sostenimiento de la Iglesia Católica que ha siglos ya olvidó la pobreza evangélica…, todo eso es argumento torticero y malintencionado de cuatro podemitas vendidos al oro de Venezuela y de otros cuatro viejos caducos y en proceso de senilidad galopante… y de cuatro feministas privilegiadas, con trabajo y todo.

Un servidor, francamente, a estas manifas que remueven la charca social prefiere las manifestaciones de don Mariano, que, aparte de jugosas, no alteran la paz ciudadana y alegran al personal con sus dislates tan bien trabados. Su último hallazgo de Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda, si es que eso es posible. Y haré todo lo posible e incluso lo imposible si es que lo imposible es posible, es un modelo de trabalenguas que difícilmente mejorará el académico de la Real Academia, tan verboso como echao p’adelante, don Arturo Pérez-Reverte. Hay que recurrir nada menos que al caballero de la Triste Figura y sus lecturas de libros de caballerías para encontrar requilorios que lleguen al nivel de ingenio del inquilino monclovita.

La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece que con razón me quejo de la vuestra fermosura, eran intrincadas razones que a don Quijote le parecían de perlas y que, sólo porque las trajo a colación don Miguel, las podemos parangonar con Es el vecino el que elije el alcalde y el alcalde…etc., etc. Aunque la andanada de Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza, que fue secando el poco juicio del hidalgo manchego, no llega con mucho al famoso trabalenguas del finiquito diferido de doña Cospedal, joya de la oratoria política; pieza retórica que hasta se debería enseñar en las escuelas de pago.

A juicio de los expertos tertulianos de tertulias en torno al pesebre mediático, la culpa de tanta manifa es de lo de Cataluña, que está perdiendo fuelle. El personal se está aburriendo de ese drama patriótico en el que un monarca republicano en el exilio nombra como delfín y sucesor a un héroe aherrojado en las zahurdas carcelarias del estado opresor. Ni siquiera lo del lazo amarillo da ya juego, que todos los grupos en protesta tienen cada cual el suyo. Y si no, ahí está el lazo color mierda 0,25% que han adoptado los jubilatas para visualizar sus irreflexivas reivindicaciones, y el morado de las féminas que piden paso a marchas forzadas.  A menos que no salga la CUP con un golpe de efecto y tome el Parlament blandiendo la hoz de els segadors, eso del procés ya no hay quien lo remonte. Soy un fui que no será, podría decirse de ellos.

Aunque alguna luz se vislumbra. Eso de cantar el pasodoble de Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda en el cole concertado y convertirlo en materia curricular, es un hallazgo que puede dar sus frutos si se insiste en ello. A condición de que no se acabe dejándolo en el abandono, como el sentido himno nacional que cantó la buenorra de Marta Sánchez en el Teatro de la Zarzuela. Aquello duró cuatro tuits y fue humo de pajas. Y lo de Tabarnia, ya veremos qué recorrido tiene.

Parece razonable, para la gobernanza del país, anteponer el patriotismo común a los patriotismos periféricos y separatistas. Y para eso, Banderita es muy pegadizo y zarzuelero y muy entrañable. Muy Bien de chez nous, que dirían los franceses. Debidamente fomentado, puede durar cuarenta años, como cuando un servidor era niño y entraba en la escuela pública cantando Montañas nevadas, y marcando el paso con los zapatos remendados, como pequeños patriotas de la España franquista que éramos. Que hasta nos daban en el recreo leche en polvo y queso amarillo de la ayuda americana, de cuando el Invicto les alquiló un trozo de patria a los yanquis para que fuésemos el Vigía de Occidente.

Pero, en fin, el asunto de hoy era el de las manifas que proliferan a pesar de que don Mariano hace lo posible por distraernos con su florilegio de verbosidades ingeniosas. Pero el hombre, por más voluntad que le ponga, no consigue arrastrarnos, como el flautista de Hamelín, chuflando la tibia de doble caña de la recuperación económica a dos velocidades.  Contumaces y tercos, el personal sigue empeñado en sus particulares cruzadas reivindicativas. Quizás sea por eso que este 8 de marzo, cuando volvíamos del médico, la santa y yo hemos estado un rato en la concentración feminista de nuestro barrio.  Pero, bueno, solo ha sido un rato, ¿eh? Tampoco nos pongamos estupendos, que tampoco estamos en edad para poner patas arriba el mundo. Solo, de vez en cuando, alguna patada anticapilatista en los tobillos del sistema, señor Rivera, que por poco me olvido de Vd.

¿Ustedes piensan antes de hablar o hablan antes de pensar? Ahí queda esa reflexión de don Mariano que me hago cada vez que me pongo a escribir una entrada a esta bitácora.  It’s very difficult todo esto, me respondo a veces.