El CCCM viene a ser como la CCCP de la extinta Unión Soviética, pero en plan club privado donde se retiran a sestear los viejos elefantes de la política. Es pura coincidencia lo de las iniciales CCC pero unas y otras son un paraíso a su modo. La CCCP (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) aspiraba a ser el paraíso igualitario donde cabrían todos los desheredados de la tierra. El CCCM (Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid) es un paraíso excluyente donde solo caben unos pocos privilegiados.
Diez, exactamente, contando al
exministro Ruiz Gallardón. Precisamente ese que hace unos días nos dijo que
dejaba todos sus cargos públicos y se retiraba de la política. Claro que, gente
que sabe de estas cosas, como Iñaki Gabilondo, ya nos lo pronosticó más o menos
así: “Gallardón dice que se va de la política, mañana lo tendremos otra vez”.
La verdad, joden los profetas que aciertan. Sobre todo porque algunos
ciudadanos ya nos habíamos hecho la ilusión de que don Alberto se retiraría a
sus lares para escribir sus memorias y demostrarnos qué lumbrera pierde la
Patria con el desaire que le ha hecho Mariano.
Uno se pregunta qué utilidad tiene
eso de la CCCM y, según parece, es que se dedican a asesorar en cuestiones de legislación
a los municipios madrileños y la comunidad autónoma. Lo cual debe ser algo de
absoluta necesidad para el buen
funcionamiento de la cosa pública de la administración madrileña en general; y
no hay por qué dudar de ello, para algo fue invento de doña Espe, la Lideresa
carismática.
Lo que no se entiende bien – este
jubilata, al menos, no lo alcanza con sus entendederas – es por qué políticos
de postín que rompen la baraja y dicen que se van del todo, al día siguiente se
montan de nuevo en el coche oficial y se apoltronan en un chiringuito hecho a
su medida. Dos ejemplos tenemos en casa: la susodicha doña Espe, quien dijo que
dejaba la política y se iba a cuidar a su mamá, y terminó de presidenta del PP
en Madrid; y ahora don Alberto, quien no ha tenido tiempo ni de deshacer las
maletas de ministro y ya es flamante Consejero consultor de un club exclusivo,
por cuya pertenencia le pagamos 5.500 € (impuestos aparte) todos los ciudadanos
de esta provincia.
El improbable lector me echará en
cara que no hable de otros que han hecho otro tanto o parecido. Le aseguro, sin
faltar a la verdad, que un servidor está hecho un barullo y solo recuerda unos
pocos. Así, a bote pronto, ahí está el inefable Arias Cañete, que dejó un
ministerio anodino por una poltrona en la Eurocámara, más cómoda y con mejor
paga. Aparte que le van a nombrar, según dicen, comisario de Acción Climática y
Energía, que es como darle las llaves del gallinero a la zorra.
Que hay otros muchos de otro signo
político, haberlos haylos. Antiguos dirigentes socialistas, ahora viejos y
gordos a quienes cualquier Podemos callejero les espeluzna y no aspiran más que
a una vida confortable y a los menos alborotos posibles. En estos momentos me
viene a las mientes el señor Leguina, consocio de Gallardón en la CCCM, y don
Felipe (el González, no el VI), quien preside un comité de sabios de la Unión Europea y, en sus ratos, asesora a Carlos Slim,
el hombre más rico de Méjico y de parte del universo. Que cada cual vaya
engrosando la lista a su gusto. Pero que no se olvide: a todos ellos les
pagamos su feliz jubilación con largueza.
Todos iguales. Y lo peor es que, ademas de esta prebenda, podrá hacer todos los negocios que quiera aunque, eso sí, cuando vayan a ser tratados por la CCCM, tendrá el detalle de abandonar la sala...
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