lunes, 21 de enero de 2013

Por los caminos de Navalagamella.-



Aunque he colgado a primeros de año una humorada sobre la verídica historia de los Reyes Magos, seguida de algunas reflexiones sobre lecturas, ésta era la primera entrada de este año de sustos del 2013 y quise hacerla sobre una marcha que hicimos el Trío de los Tejos por estas tierras madrileñas al suroeste de la provincia, que frecuentamos poco en nuestras andanzas.

Nuestro objetivo era vario. Se trataba de explorar aquellas tierras de pie de monte, ver unas viejas instalaciones militares de cuando la guerra incivil, recorrer parte del curso del río Perales (tributario del Alberche), comprobar qué daba de sí (en cuanto a la posibilidad de hallar tejos en el lugar llamado las Tejoneras), y ver algunos antiguos molinos en las orillas de este río.
A la salida del pueblo tomamos un camino, dirección sur, entre antiguas tapias de piedra, próximo en su inicio a una explanada de material de construcción. Paisaje de dehesas con encinas y enebros, que veremos todo a lo largo de la marcha. Llegados al arroyo Veguillas nos extraviamos un poco hasta dar con la pista de seguimiento del Canal YII, que dejamos a nuestra derecha para llegar a una cantera enorme. 

Desde allí, a la derecha, hay un cerro donde se conservan antiguas casamatas de la guerra civil. Corresponden al cerco que el ejército franquista estableció en torno a Madrid. No se olvide que estamos bastante cerca de Brunete, donde se dio aquella terrible batalla entre las tropas republicanas y franquistas que arrasó la población.
Las casamatas se mantienen en pie – aunque faltas de techumbre –, adoptando una forma escalonada, siguiendo la ladera del cerro. Llama la atención un pequeño edificio semicircular, en forma de ábside abovedado, parcialmente derruido, abierto por uno de sus lados, y con cuatro pequeñas ventanas longitudinales rematadas por un pequeño arco semicircular. Tiene el aspecto de un ábside tosco y la explicación que se nos ocurrió es que se trataba de una capilla. En un lateral tiene una antigua plancha, aglomerado de arena y cal, donde aún pueden distinguirse los vestigios del yugo y las flechas.

Bordeando la zona de seguridad de la cantera, bajamos hasta el río Perales, que recorrimos hasta el embalse. Allí hay un lugar llamado las Tejoneras, donde no se aprecia vestigio de tejos, aunque el lugar es muy umbrío, pero la vegetación predomina la encina y el enebro como plantas de mayor porte, aparte el bosque de rivera, propio de las corrientes de agua. A lo largo del curso del río encontramos un puente de época musulmana, el del  Pasadero. Es de un ojo, en bóveda de medio punto y sillares bien labrados. Por aquí pasaba el camino de Navalagamella a Quijorna y fue, durante el dominio musulmán parte de la vía militar que unía Talamanca del Jarama con el Valle del Tietar y cumplía una función defensiva de la Marca Media contra las incursiones cristianas.

Paramos a comer junto a las tapias de un viejo molino que conserva la tolva por donde se acumulaba el agua para obtener la fuerza motriz que hacía funcionar el ingenio. Es un sistema llamado “de cubo”, que permite acumular agua en ríos de poco caudal. El cubo (un pozo de varios metros de profundidad) está hecho en buenos sillares labrados y se conserva en estupendas condiciones. Del otro lado del río, los restos de otro molino que no nos acercamos a ver.

Seguimos río abajo hasta el embalse del Cerro Alarcón, que también bordeamos hacia la presa. Por aquellos lugares vemos un revolcadero de jabalíes; un par de hoyas, como dos bañeras toscas, de un limo arcilloso. Camino adelante, salimos a la carretera, y, poco antes de entrar en el pueblo, vemos un complejo de varios búnker que fue puesto de mando en el frente de Brunete. De allí, a la iglesia, donde hemos dejado el coche.

Fue una marcha que nos llevó cuatro horas de caminata, sin contar las paradas para la observación del entorno y el preceptivo bocata y rato de conversación y fotos paisajísticas. Una buena forma de comenzar el año, que recomiendo a quienes gusten del senderismo y del disfrute de la naturaleza, así como a quienes quieran aunar el ejercicio físico con el interés por los vestigios históricos.
Ya sabe el improbable lector, hay que activar el músculo y la mente a la par, cosas que no son en absoluto incompatibles.

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