domingo, 1 de febrero de 2009

Wagneriana

Este domingo hemos asistido a un concierto en el Auditorio Nacional y recibimos una dosis completa de música wagneriana (Mozart y Britten, que estaban en el programa, quedarán para mejor ocasión). Juro que he puesto mi mejor voluntad, pero esos sones heroicos y esa grandilocuencia musical de don Richard, la verdad es que no logran conmover mi sensibilidad carpetovetónica y pequeño-burguesa, lo que me tiene muy acomplejado. Como la magnitud del drama del Ocaso de los Dioses y de los mitos del Walhala nórdico, no logra traspasar mi tosca epidermis, me dedico a observar con ojos de villano socarrón. ¡Qué fervor el de la burguesía melómana capitalina! El trompeteo mítico y la fanfarria heroica los mantienen clavados en sus asientos; los dulces y profundos lamentos de los violonchelos llorando la muerte de Sigfrido llenan la sala de emotividad. Yo, prosaico hasta la desvergüenza, me entretengo observando cómo trabajan los músculos deltoides de las dos violonchelistas descotadas, mientras deslizan el arco sobre las cuerdas.
La Brunilda que hace su recitativo sobre el escenario, es de por sí, un paradigma de la solidez wagneriana: físicamente poderosa, grandona, rubicunda y pechipotente. Oírla cantar ese pasaje tan emotivo de "O irh, der Eide ewige Hüter! Lenkt au´ren Blick auf mein blühendes Leid: erschaut eu´re ewige Schuld!! " puede conmover incluso a los peñascos sobre los que se levanta la pira funeraria de Sigfrido. ¡Lástima que yo no sé alemán! Lástima también que, durante la grandiosa e interminable marcha fúnebre, sea el pueblo de los Gibichungos (lo dice el libreto) quien lleve las andas con los restos de Sigfrido. El héroe de destino tan trágico bien merecía que los porteadores de su cuerpo inerme tuviesen un nombre más en consonancia con la magnitud del drama. Nos evitaríamos comentarios fuera de lugar.
Siento que mi condición de crustáceo melómano me haya mal dotado con un espíritu tan tosco y botarate que me incapacite para comulgar con los profundos sentimientos que despierta la solfa wagneriana. Uno tiene sus limitaciones y lo reconoce. En desagravio, no me hubiese importado formar parte del pueblo de los gibichungos y ser uno de los porteadores de los restos mortales de Sigfrido. Incluso estaría dispuesto a tirarme a los pies del corcel de Brunilda cuando salta sobre la pira funeraria, para, así, purgar mi insensibilidad entre el chisporroteo de las semicorcheas que consumen el cuerpo del héroe.
Espero que mi cuñada, tan profundamente wagneriana, me perdone la cuchufleta.

8 comentarios:

  1. Hay que tener cuidado con las cuñadas wagnerianas. Ya lo dijo el teutón Heirich Büggen en su llamada oda redonda: entre Wagner y Mozart, me quedo con Mozart; entre Mozart y Beethoven, con Beethoven; y entre Beethoven y Wagner, con Wagner.

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  2. ¡coño! No tengo la Oda Redonda de Bügger. Me voy a la FNAC y la compro ya

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  3. Ojo, es Büggen, con N, no Bügger ni Bürger. En wikipedia puedes conocer más detalles de este insigne poeta de Munich nacido en Baden baden en 1911 y desaparecido en 1944 en el campo del Bayern tras una tumultuosa pelea. La oda redonda la escribió en 1952 tras su visita a la fábrica de BMW de Grashopper.

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  4. Ahora lo entiendo. En la FNAC pedí la Oda de Bügger y al llegar a casa me di cuenta que no era la Oda Redonda (Büggen) sino la Oda Dodecagonal, ésta sí de Bügger. Debían ser primos y con aficiones parecidas.
    Me toca ir a devolverla. Cahis la mar.
    Gracias, de todas formas.

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  5. No, no la devuelvas. Existen muy pocos ejemplares y podría alcanzar un alto precio en el mercado. En realidad la oda decagonal es la oda redonda, pero defectuosa y eso le confiere un gran valor. No la devuelvas, hazme caso. La oda redonda propiamente dicha no merece la pena: le quitas la circunferencia y la oda y se queda en nada.

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  6. De verdad que estoy hecho un lío. Por equivocación compré la "Oda Dodecagonal" de Bügger en lugar de la "Oda Redonda" de Heirich Büggen, y ahora resulta que la buena es la "Oda Decagonal" Pero ¿ésta es de Bügger o de Büggen? Es que en la FNAC me han dicho que ya quedan pocas...

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  7. ¡Cómo no van a quedar pocas! Si es que no debería haber ninguna... ¡Es que no existe! Heirich Büggen nunca escribio ninguna oda ni redonda ni decagonal. Era una broma. La única oda CIRCULAR que existe es la que a principios de siglo (y ya no me preguntes de cuál) se encontró en Berlín y se atribuyó a un poeta decimonónico (de ahí la posible confusión con la oda dodecagonal). Es un ejemplar manuscrito que solo se puede contemplar en la casa de Chopin en Varsovia.

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  8. Vamos a ver, que no es así como dices. Heirich Büggen, seudónimo de Bügger (Ulrich), fue en realdad la usurpación de personalidad de un Consejero del Grössenkartophenbanck, de Cölm, que se suicidó cuando la República de Weimar prohibió las Odas patrióticas(redondas o poligonales) con motivo de la devaluación del marco.
    Y si no me crees, pregúntalo en la FNAC.

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