domingo, 1 de noviembre de 2009

Una utopía en el Reina Sofía.-


Aunque lo parezca, no se trata de hacer un pareado. Es que he ido a visitar la exposición sobre el Constructivismo ruso y eso es lo que me ha parecido: los artistas rusos coetáneos de la revolución soviética vivieron ésta con la fe que se pone en las utopías: el arte al servicio de una sociedad nueva.
Antes que nada, no sé si ha sido casualidad el hecho de que en estas semanas haya en Madrid dos exposiciones distintas dedicadas al más representativo de los constructivistas rusos: Aleksandr Rodchenko. Una de ellas en la Fundación Canal, la otra en el Reina.
La primera, la de Fundación Canal, “Rodchenko fotógrafo”, dedicada a su faceta de fotógrafo. Como tal, tuvo la originalidad de cambiar el punto de vista del objetivo fotográfico, de forma que abandonar el encuadre y la posición frontal, heredadas del retrato clásico, para adoptar unas veces la visión angular cenital, y otras en ángulo nadir (de abajo arriba), produciendo imágenes impensables hasta entonces. Trata, así, de mostrar la vida cotidiana vista desde nuevas perspectivas.
La segunda, que lleva por título “Definiendo el Constructivismo”, presenta a la par las obras de Rodchenko y la pintora Liubov Popova. Ambos se suman a la causa de la revolución rusa y ponen su arte al servicio de la sociedad. Ambos cuestionan los principios del arte tradicional y se preguntan qué papel ha de desempeñar el artista en la nueva sociedad socialista. Alejándose de la tradición burguesa, creen que a la expresión artística se ha de llegar disponiendo de los materiales objetivamente, como lo haría un ingeniero, de forma que la producción de obras de arte se atenga a los mismos principios que cualquier objeto manufacturado. Creen en el trabajo colectivo de los artistas y en que éstos han de contribuir a la mejora de la vida cotidiana a través de su arte.
Esta necesidad de ser útiles a la sociedad hace que se muevan en distintos campos de la expresión artística y apliquen el constructivismo a la publicidad, al diseño de libros, a los carteles, la decoración de obras teatrales, diseño para la industria textil… en fin, la fotografía y el cine.
En el otoño de 1921 organizan una exposición que denominan 5 x 5 = 25, donde dan por finalizada su relación con la pintura. Cinco artistas que presentan 5 obras cada uno, y que diseñan cinco portadas para los 25 ejemplares, hechos a mano, del catálogo de la exposición. Aquí plantean el rechazo de la expresión personal en favor de la objetividad. La Popova realiza obras de contenido geométrico sobre cartones o contrachapados sobre los que esparce aserrín para resaltar la materialidad de sus composiciones. Rodchenko esquematiza las suyas hasta reducirlas a líneas porque considera éstas el único elemento esencial en la obra de arte; el color, la textura, la tonalidad son sólo elementos decorativos que imitan la apariencia de las cosas. Incluso en los nombres que dan a sus obras se manifiesta esta tendencia: “composición”, “pintura no objetiva”, “construcción lineal”, “cuadrado y círculo”… Imagino que no están lejos de la influencia del suprematismo, de Malévich.
Una de las salas de la exposición está dedicada a las esculturas, que son la expresión de un acercamiento al mundo de la realidad en sus tres dimensiones, frente a la planitud de la pintura, que representa una realidad fingida. Lo interesante es que Rodchenko llega a la expresión escultórica a partir de figuras lineales, como listones de contrachapado o chapas metálicas. Un salto de la línea a la tridimensionalidad, de la representación a la realidad mediante el uso de materiales de uso cotidiano.
En fin, para no cansar al improbable lector, en la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales de París, 1925, Rodchenko es responsable de construir el “Club Obrero”, lugar de ocio colectivo de los trabajadores, donde el confort propio de los clubes burgueses se sustituye por mobiliario funcional geométrico. Allí hay mesas y sillas para lectura de libros y periódicos y un espacio para el juego de ajedrez, cuyos diseños son muy lineales y están desornamentados de todo ringorrango superfluo.
Pues eso, que he disfrutado siguiendo paso a paso la exposición y que la recomiendo a quienquiera que esté interesado en el mundo de las vanguardias artísticas. Tampoco es necesario ser un experto, basta con tener unas nociones básicas previas y observar con detenimiento. Eso sí, lo allí expuesto choca con nuestra educación estética tan pequeño burguesa y adoncenada, acostumbrada a la expresión figurativa y al reflejo de la realidad con sus colorines convencionales. Pero merece la pena el esfuerzo.
¡Ah! Un par de fotos las he sacado de los catálogos, para ilustrar el texto. Nadie se lo tome a mal.

1 comentario:

  1. No se si sabrá usted que mi hermano Dento compartió apartamento con Rodchenko (Roddy, le llamaba, y le molestaba, porque para él era nombre de payaso), allá por 1922, en las afueras de Berlín. Al parecer a ambos les gustaba la cabaretera de garrafa Agnes Vasilona, y, al final, fue mi tato el que se llevo la gata al agua, valga la expresión. Como muy bien sabe, mi hermano siempre fue deconstructivista y no le fue el rollito de este transuraliano, valga de nuevo la expresión.

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