sábado, 20 de octubre de 2012

Un punto filipino.-


Ser un punto filipino es una locución anticuada que se empleaba mucho en mi cada vez más lejana juventud. Solía decirse de la persona que es desvergonzada y poco escrupulosa. También, según he leído, se decía de aquellos peninsulares que vivían en Filipinas sin oficio ni beneficio conocidos, pero dándose mucho postín. De cualquier forma que sea, la primera acepción  era la más popular.

Algo tenemos en común españoles y filipinos. No sólo porque Filipinas fue colonia española hasta que los yanquis, so capa de derecho a la independencia del archipiélago, lo descolonizaron de aquella España obsoleta de fines del XIX para colonizarlo en provecho propio. Lo que, aun no viniendo a cuento, me recuerda a aquel profesor de geometría de mis tiempos bachilleres, quien nos decía que dos líneas paralelas prolongadas en el infinito terminarían por encontrarse. Si es cierta tal teoría no lo sé, que soy de letras.

Pero en mis últimas lecturas paralelas, descubro que sí, que Filipinas y España tienden a encontrarse, no en el infinito, sino en un tiempo más o menos próximo. Y diré por qué, que uno no quiere hablar a humo de pajas y, aunque mal trabadas, este jubilata tiene sus razones.

Leo en Le Monde diplomatique que el gobierno filipino ha establecido unas Zonas Económicas Especiales agro-industriales (biodiesel a partir de la caña de azúcar) para atraer capitales extranjeros en condiciones privilegiadas: ventajas fiscales con exoneración de impuestos de 6 a 8 años; capacidad para repatriar sus capitales y maquinaria sin contraprestación; empleo de su propia policía; por supuesto, nada de sindicatos ni derechos de huelga. Estas zonas económicas especiales son grandes extensiones de territorios declarados previamente “improductivos”, muchos de ellos tras expulsar de sus tierras a los campesinos que mantenían una producción agrícola de subsistencia. El artículo, por si al improbable lector le interesa, es mucho más denso y puede leerse en el número 703-59e. année. Octobre 2012 (pp. 6-7), de esa publicación. Yo lo traigo a colación para ilustrar el paralelismo que pretendo.

En esta España llevamos ya meses oyendo hablar de Eurovegas y no aburriré al improbable lector con información que puede encontrar en las hemerotecas y en la Red, sin ir más lejos. Pero sale de ojo que, entre las Zonas Especiales Económicas de Filipinas y el Eurovegas, de previsible instalación en los eriales madrileños, hay tantos paralelismos que parecen calcados, salvadas algunas diferencias como es el tipo de explotación en uno u otro caso: exenciones fiscales, suspensión de algunas leyes molestas  y supresión de derechos laborales; Todo ello vienen a ser como el lubricante que estimula el buen funcionamiento de la máquina capitalista.

El gobierno filipino apuesta por los nuevos carburantes, aun a costa de la remontada de los precios de los productos agroalimentarios y del hambre de sus campesinos. Los jerifaltes de aquí apuestan por casinos, hoteles, campos de golf y otros derivados del ladrillo que tanto añoran y trajo años de gloria especulativa y corrupción. Uno y otros, dicen, pretender incrementar la actividad productiva y crear puestos de trabajo. Dos ejemplos paralelos que, prolongados en el tiempo, terminan coincidiendo en un interés sin escrúpulos por explotar recursos con el mínimo coste y las máximas ganancias.

Mira por dónde, aun estando tan lejanos geográficamente, y ya sin el viejo galeón de Manila que nos una, tenemos un bonito paralelismo convergente. Filipinas, país en vías de desarrollo, acabará cruzándose con España, país en vías de subdesarrollo. Y coincidirán en aquel punto donde la voracidad capitalista fagocita derechos sociales y los intereses privados prevalecen sobre los públicos al desagregar parte del territorio nacional para imponer la ley del gang, previo el vacío legal amigablemente consensuado. 

Ya sé que tampoco esto viene al caso, pero este jubilata no entiende el crujir de dientes patriótico-político-mediático  por aquello de una futurible Cataluña CiUma(r)sista y ex-pañola, mientras, por otro lado, se exhibe esa desvergonzada despreocupación ante la extraterritorialidad de los eriales madrileños donde montarán el chiringuito de la ruleta, bajo imperio de la ley del oeste.  A ver por qué hay que españolizar las gentes cataláunicas y desespañolizar parte de las tierras madrileñas, por muy secarral que sean; deberían explicárselo al personal, que lo tienen hecho un lío.

Mientras patriotizan o despatriotizan solares patrios, el apaño de Eurovegas sigue su curso. Y si no acabábamos de creérnoslo, ahí está el mister Adelson banqueteado por doña Espe en su mansión de Malasaña y recibido por el baranda monclovita. Es sabido que dios los cría y ellos se juntan para hacer de su capa un sayo; mientras, el pueblo soberano anda como puta por rastrojo. 

Un punto filipino, oiga, el míster de las tragaperras. Claro que los políticos del ladrillo y pasta fácil no le van a la zaga.

2 comentarios:

  1. Ursicino Peláez Jardilla23 de octubre de 2012, 0:06

    Bueno, hombre, todo será tan malo en Eurovegas... Al menos dejarán fumar allí. Algo de libertad va a haber.
    Por cierto, ¿disfruta usted con ese trato, como si fuéramos piojosos o apestados, con el que nos desayunan un día sí y otro también esa panda de basura política catalana?

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  2. Que el dinero no tiene patria, hombre, eso es bien sabido. Bastan unas buenas monedas, y listo, nos cambiamos de vereda como quien cambia de calzón. Ahora, eso si, que esos señores independentistas de Cataluña (de donde era mi santo abuelo) no se les ocurra nacionalizar a Messi. Eso si que no.

    Albur!

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