martes, 3 de junio de 2014

La caspa, la casta y la pasta.-


Aparte de que nos van a estrenar nuevo rey, estos últimos tiempos el patio de Monipodio de la política castiza anda un tanto revuelto por culpa de unos tipos sin pedigrí y sin maneras que han pasado de rodear el Congreso a instalarse en el Parlamento Europeo, de vivaquear en tenderetes de plásticos en la Puerta del Sol a pisar las enmoquetadas salas VIPS de los aeropuertos internacionales. En fin, han pasado, sin mayores merecimientos que los votos de un puñado de rojeras casposos, de perroflautas a eurodiputados.

Con razón la casta política, experta en el manejo de los resortes del Sistema, ve cómo éste corre el riesgo de írsele de las manos. Anda lamentándose por tertulias afines al pensamiento único y prensa adicta a la cosa, con aspavientos quevedescos de miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados... Vaticina revoluciones bolivarianas de Chaves redivivos y ve con horror cómo las hordas de barbudos castristas de las plataformas anti desahucio bajan de Sierra Maestra para desahuciar, a su vez, a los herederos de Milton Friedman. Como quien dice, están viviendo los terrores milenaristas por culpa de un anticristo con coleta sin estilismo y una caterva de antisistemas resentidos que quieren dinamitar el F.M.I. y las más sagradas instituciones.

Nunca tal se vio, los antisistema en el corazón de Europa; el zorro bolchevique en el gallinero capitalista; el populismo populachero vociferando en Bruselas - traductor simultáneo mediante - en las 24 lenguas oficiales de la comunidad europea. La leche, oiga.

Vea, vea el improbable lector las cadenas del TDT Party, oiga las tertulias, lea los artículos de quienes imparten la sana doctrina neoliberal y se enterará de que están al borde de un ataque de nervios. Y todo porque cinco frikis tendrán acreditación parlamentaria. El acabose, pordiós.

Todos estos voceros del sistema olvidan que los ciudadanos tienen derecho a votar a quien mejor les parezca, y que sus representantes son tan dignos de respeto como los que más. Aunque replicarán con el conocido, y manoseado, contra argumento: también Hitler ganó unas elecciones democráticas en Alemania y puso Europa patas arriba. Hitler suele ser un espantajo muy útil que se presta a cualquier componenda. Pero sólo instalado en una ideología a piñón fijo se puede imaginar uno a las huestes de Podemos desfilando al paso de la oca, gaseando banqueros y políticos corruptos. No hace falta que lleguen a esos extremos, con que les echen a vivir con el salario mínimo ya se les impone bastante castigo.

En vez de enrabietarse por el auge del perroflautismo casposo y lanzar anatemas, deberían sosegarse un poco los de la casta y sus adláteres, y hasta darse alguna que otra alegría de bragueta; el refocile en tiempos de desolación es cosa que apacigua mucho los ánimos soliviantados y sosiega los espíritus atormentados. Verían la vida de otro color. Porque, no nos pongamos trágicos: en realidad, lo que ha ocurrido es que los de Podemos han dado con el ábrete, sésamo que da acceso a la cueva de Alí Babá y ahora entrará un poco de aire fresco en las instituciones europeas. Tampoco es el fin del mundo.  

Pero los jubilatas, algunos al menos, seguimos estos asuntos con el escepticismo que nos nace de un corazón endurecido por quinquenios de decepciones, promesas incumplidas y una recua de ilusiones políticas frustradas. Algunos todavía recordamos aquellos tiempos prometedores cuando el trileo de la Transición, de cuando el tándem González-Guerra vestía chaqueta de pana con coderas, nos convencieron de que "OTAN, de entrada, no" y luego fue que sí, y el ideario socialista quedó olvidado en el viejo baúl del abuelo Marx. 

Algunos, jóvenes ilusos que éramos, nos creímos lo del progresismo de izquierdas. Ellos pasaron de la caspa a la casta, instalándose en el poder y la pasta; nosotros nos quedamos con el crecepelos que nos vendieron los charlatanes de feria y fascinados con su labia. Esperemos que ahora la poda de Podemos limpie un poco la maraña del zarzal europeo y deje el camino expedito a los ciudadanos.

Pero de fe, mal que nos pese, andamos un poco escasos. Ya nos lo dejó dicho don Ramón, el de las barbas de chivo: Las revoluciones, cuando triunfan, se hacen muy prudentes. Y nosotros, mientras no se desmonte la Europa de los mercaderes, seguiremos desconfiados. 

¡Qué cruz!

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