jueves, 16 de junio de 2016

Días de campaña.-

Hay formas y formas de enfrentarse a la campaña electoral en curso, y una de ellas es olvidarse - a modo de higiene mental - de los dimes y diretes de los candidatos; cerrar los oídos a sus previsibles ¡Y tú más! aprovechando venezuelas y otros espantajos basados en lugares comunes que sirven para un roto y un descosido; no hacer caso del manual de tópicos para mentes con paladar de grano gordo, con sus marrullerías de serie y cutrez manifiesta; y, en fin, dedicar todo ese tiempo a hacer algo provechoso: por ejemplo, rascarse la barriga al sol o ponerse al día en algunas lecturas. Más ahora que tenemos tan reciente la feria de libro del Retiro y hace un calorcillo primaveral.

Este jubilata, a pesar de lo dicho más arriba, confiesa que sí ha dedicado un tiempo a ver qué decían los candidatos en el debate a 4 que retransmitieron por varias cadenas. Y lo que más ha gustado, con mucho, – y supongo que a la mayoría de telespectadores – ha sido descubrir que existe una España de ensueño y tul ilusión, donde las cosas van bien y podrán ir aún mejor con dos pequeñas condiciones: Que siga Rajoy atornillado a la poltrona presidencial (condición sine qua non) y que ahorremos en gastos sociales unos 10 mil milloncejos de nada.  Lo que no tenemos muy claro – un servidor al menos – es en qué lugar del cosmos insoldable está esa España de reino de Cucaña, donde los trabajadores se chutan en vena contratos fijos y embaúlan en sus cuentas corrientes pastizales de puerta giratoria, mientras por los azules cielos de la patria vuelan  gaviotas benefactoras.

Quien estuvo un poco plasta, con esa insistencia como de melopea, fue el candidato socialista porque – decía -, en las anteriores elecciones, el señor de azul y el chaval de morado se pusieron de acuerdo para que no prosperara su investidura. Extraños compañeros de cama que hace el oportunismo político, aunque fuese en un fornicio interesado, ocasional, de aquí te pillo y aquí te mato, donde el placer, si lo hubo, consistió joder a un tercero. No fue extraño, a tanto oírselo repetir, que el chico de la coleta pusiese cara compungida y filosófico ademán de “No es eso, no es eso” orteguiano. Aliados naturales, o algo parecido, socialistas y podemitas no estaban, a juicio de Pablo Iglesias, para navajeos rencorosos, sino para un juego de floretes con  punta roma y fintas de exhibición. Pero el pobre Pedro estaba muy dolido por la pasada infidelidad del chaval de la coleta con el señor mayor de azul, y todos lo echamos de ver.

El chico Albert fue, al parecer de este jubilata, un verso libre muy dado al estribillo venezolano y ripio iraní. Si al menos hubiese declamado sus gorgoritos de esencias hispanas en octavas reales, los endecasílabos en rima consonante hubieran maquillado esa obsesión por el chándal bolivariano de Maduro que resulta ya tan monótona como el tetrástrofo monorrimo del mester de clerecía. Monorrima que en Gonzalo de Berceo queda muy propio, pero en un joven cool como Rivera suena a monserga, flojera intelectual y falta de imaginación. Lástima, porque a algunos nos gustaría para España una derecha progresista (si se puede ser conservador y su contrario), culta y comprometida con el fair play; alejada de ese sabor a sobaquina y resabios de arribaspañacoño de la derechona de toda la vida. Se ve que nos queda mucho camino por recorrer y pocas ganas de enmienda.

No es que un servidor quiera dar lecciones a los políticos, que este jubilata está ya solo para opinar sin que se le exijan responsabilidades, pero a lo mejor hubieran necesitado leerse el tratado de urbanidad que Erasmo de Rotterdam escribió para Enrique de Borgoña: De ciuilitate morum puerilium. Lo que recomienda para ser un niño bien criado podría servir para los políticos en campaña: Sint exporrecta supercilia, non aducta, quod est toruitatis… Frons ítem hilaris et explanata… Estén las cejas distendidas, no contraídas, que es cosa de torvedad; la frente, asimismo, alegre y despejada, mostrando en sí un alma bien avenida con su conciencia… Las mejillas tíñalas el pudor natural y biennacido, no afeite ni color postizo.

Vamos, que a nadie desagradaría ver a los aspirantes a monclovita in puris naturalibus, pero no mostrando las vergüenzas que Naturaleza ocultó pudorosamente, sino el aspecto afable que nace de una buena educación y respecto por el oponente. Oponente que, a la postre, ideologice como ideologice, en cuanto le pasen los trastos de gobernar va a tener que apuntarse a eso del pragmatismo y el cómo me las maravillaría yo, si quiere sobrevivir cuatro años amarrado al machito.

6 comentarios:

  1. Poleador ocasional18 de junio de 2016, 8:55

    Voy a votar a Podemos, pero el que más me gustó del debate fue Rajoy. Rivera estuvo chulesco y Sánchez acartonado. Iglesias estuvo flojo, no se hizo con el formato.
    Gracias por el análisis y enhorabuena por el blog.

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  2. Poleador frustrado19 de junio de 2016, 11:42

    A fe mía, me han hurtado la pole!! :(

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  3. Albert Sánchez Brey22 de junio de 2016, 17:04

    Curioso. Poco le dedica usted a Pablo Iglesias y no sé por qué. ¿Le va a dedicar una entrada próximamente? Le parece cansino lo de Venezuela... A lo mejor no le importa a usted de dónde ha sacado el dinero este mozo y tampoco, lo que es peor, con qué fines se lo han regalado. Igual no es usted tan crítico como parece.

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    1. Nunca llueve a gusto de todos, y menos con Venezuela de por medio. ¡Paciencia y barajar!
      Parafraseando al presidente mejicano Porfirio Días: Pobre Venezuela, tan lejos de Dios y tan cerca (de los intereses petroleros) de los Estados Unidos.

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  4. Maurice Merleau-Ponty11 de agosto de 2016, 0:48

    Derecho a la pereza sí, pero nunca a costa de frenar el ideal revolucionario. Ya se ha visto que primero hay que hacer una revolución sangrienta como está mandado, con su buena guillotina en la Puerta del Sol y que rueden cabezas, empezando por las de los oportunistas de podemos y terminando por las los patrones del Ibex35 al completo. Al humanismo por el terror: es la única vía, la de nuestro Pepe (me refiero a Stalin, por si hay algún despistado).

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