miércoles, 10 de abril de 2019

Libro viejo.-



¿El improbable lector recuerda a qué huele una librería de viejo? ¿A papel amarillento y rancio, a rincón no ventilado, a espelunca penumbrosa, a silencio y paso del tiempo? Puede. Pero, sobre todo, huele a viejas lecturas dormidas y a letra impresa acurrucada en montones de libros apilados por las esquinas; a rimeros de libros apoyados contra las paredes desconchadas, o bien, ordenados en ringleras en viejas estanterías que se comban bajo el peso de tantas historias. 

Pero también huele a continentes inexplorados, donde el lector – si se decide a conquistarlos – encontrará ríos torrenciales de palabras; a enormes desiertos de apariencia inhóspita, pero donde una mirada al texto hace aflorar mil imágenes imaginadas; a montañas infranqueables de páginas y páginas que llevan con esfuerzo a las cumbres más placenteras de la lectura. Ante cada librería de viejo hay – fíjate bien, improbable pero siempre amigo lector – un ángel flamígero que no te arrojará del paraíso en nombre de ningún Yahvé cabreado, sino que te invitará: Entra, husmea, ojea y hojea: Tolle, lege!

Pero no creas que las encontrarás, las librerías de viejo, digo, en las grandes calles comerciales, junto a los primark o los burgerking de consumo rápido; las encontrarás discretamente sobreviviendo en alguna de esas calles del casco viejo de tu ciudad o en un barrio sin pedigrí. Allí están, esperando que algún lector, mientras pasea sus ocios, se tropiece con ellas al azar, meta las narices por el hueco de la puerta, se decida a entrar y empiece a curiosear. Cada título impreso en el lomo, cada nombre de autor en la portada, son pequeños cebos que atraen la mirada y despiertan el apetito de lectura del curioso.

Déjate atrapar y te convertirás en ese pez sorprendido, que, con el cebo de la curiosidad, se traga el anzuelo de la lectura. Entonces, las palabras, los párrafos, los capítulos, las páginas numeradas que se suceden ordenadamente unas a otras, serán como el sedal que tira de ti y te arrastra por la trama de la historia que tienes ante tus ojos. Cuando termines el libro, habrás descubierto un mundo nuevo, habrás vivido una aventura sin moverte de tu rincón de lectura preferido. Y, lo mejor de todo, se te despertará el apetito de nuevas lecturas en viejos libros que dormían el sueño polvoriento de los olvidados, hasta que tú fuiste a rescatarlos de la indiferencia y el abandono.

Eso le suele pasar a este jubilata en sus flaneos (perdone, por Dios, hermano; pero lo del flâneur gabacho a un servidor le gusta mucho) por las calles de Lavapiés tras las clases Senior en la UNED. Callejear sin rumbo, curiosear dondequiera te lleven tus zapatos, espiar al paso los balcones, observar el grafiteo de las paredes, las fruterías con verduras exóticas, los tropecientos restaurantes pakistaníes e indios con sus aromas especiados, y, mira qué casualidad: una librería de viejo…

Subes por la calle de la Fe y, en una puerta de calle que da a un tabuco de aspecto descuidado, ves un cartel colgado: Fotocopias, encuadernación, vida laboral, curriculum vitae y otros servicios más que dice ofrecer. En el suelo, al pie de un expositor rojo que debió conocer tiempos de mayores glorias comerciales, donde se exhiben libros “Semana de la gastronomía”, hay un folio protegido por una funda de plástico, donde dice que esto es la Librería 7 Colores

Entras, el empleado está abducido por la pantalla de un smartphone de esos. “Buenos días – dices -, ¿puedo echar un vistazo?” Y el tipo: “Buee…”. La pantalla le reclama antes de terminar el “Bueeeeno…”, así que te deja a tu aire. Te mueves entre libros que cumplieron su ciclo vital y ven pasar con somnolencia el tiempo. Dormitan en ese limbo del olvido que forman las estanterías pegadas a las paredes y los rimeros amontonados en el suelo. Curioseas los títulos de los lomos, haces unas fotos y, lector que eres, buscas algo que te llame la atención: Las veladas de Santa Eufrosina, de don Julio Caro Baroja. Colección de relatos nacidos de una estancia del autor en la Academia de España en San Pietro in Montorio. Está editado por la editorial familiar de los Baroja, la Caro Raggio, en 1995. ¡Bingo! Pagas – esta vez el empleado sí te hace caso – guardas en el macuto la pieza cobrada y te vas.

Sigues tu flaneo, ahora por la calle Ave María con giro a la derecha por la calle de la Esperanza arriba. A la altura del número 5, una puerta cristalera, un cartel LAVAPIES NO SE VENDE. Pegada al montante de la derecha, una estantería vertical llena de libros a 1 € la pieza. Al pie, una banasta de plástico y libros que se regalan; junto a ella, un tiesto con una planta esmirriada. Arriba, una pizarra, y escrito con tiza: Librería Eleutheria y el horario comercial. Eleuteria: Libertad.

Al interior, los libros parecen estar cómodos en sus estanterías. Entra luz por los ventanales. Incluso hay unos silloncitos donde uno puede sentarse a leer. La persona que está allí pudiera pasar por uno de aquellos anarquistas, apóstoles de la libertad individual por encima de las normas sociales. Tiene mediana edad, con una melena partida por una calvicie en lo alto del cráneo. Unas gafitas de intelectual ácrata, aspecto amable y atención concentrada en un portátil en el que va catalogando los libros que tiene sobre la mesa. Pido permiso, fotografío, curioseo.


El local parece ser un híbrido de librería y vivienda: hay una barra en escuadra dividiendo lo que parece ser una cocina del resto del lugar, un microondas, una cafetera (creo recordar) y utensilios domésticos. El lugar invita a quedarse, pedir un café al dueño y charlar de los problemas del barrio, de la turistificación, de los fondos buitre que expulsan a los inquilinos para montar esas pateras turísticas de extranjeros que van y vienen por los empedrados del barrio, arrastrando una maleta con ruedinas y guiándose por el Google Maps para encontrar su alojamiento provisional.

Pero no es el caso. Hoy es el día de husmeo de librerías. No saldrás de ésta sin pagar el óbolo correspondiente a cambio de La Conquista de Madrid. Paletos, provincianos e inmigrantes. Abierto el libro al azar, estos párrafos: Gloria Fuertes, en uno de esos ripios con que hizo el traje lúcido y ñoño de Madrid, escribió:

No puedo decir: Madrid es mi tierra,
tengo que decir mi cemento,
y lo siento.

Y añade el autor: Está claro que para estos madrileños a tiempo parcial, Madrid sólo puede ser su cemento. No hay que dudarlo un instante, la cosa promete 229 páginas de entretenida lectura. También esta pieza va al macuto. 

Entre la calle Tres Peces y Torrecilla del Leal,un Café Cultural la Infinita, una invitación a un cafelito y una ojeada a las nuevas adquisiciones. Luego, subes por Torrecilla del Leal, sales a la calle Magdalea, Antón Martín, calle de Atocha, y estás de lleno en el tráfago de gente y vehículos. Vas corriendo al metro para huir a tu barrio, palpando la caza de hoy y anticipando el placer de las lecturas.

Pero no olvidas otros cazaderos de viejos libros que ya descubriste hace tiempo, y de los que queda una referencia en forma de entrada en esta bitácora .(se puede ver aquí). Se trata de La casquería Libros al peso, en el mercado de San Fernando, en la calle Embajadores. Tomas lo que te apetece y te lo pesan en una báscula, como quien compra medio kilo de higadillos de pollo. O la librería Nicolás Moya, librería médica, en la calle Hortaleza. Librería que, por cierto, tiene los días contados y el destino de cuyo local será convertirse en una de esas tiendas donde se venden cruasanes y bollería rica en colesterol y pizas al corte. Comida rápida para turistas escasos de euros y de tiempo porque hay que verlo todo, todo, ya que estamos visitando esta ciudad tan cara. 

Respecto a eso del ángel flamígero, custodio de las viejas librerías, del que se ha hablado más arriba, no se lo tome el presunto lector al pie de la letra. Era una forma de llamar su atención. Aunque este jubilata algunos sí ha visto en sus correrías. Lástima que un tanto alicaídos...

2 comentarios:

  1. Un jubilata que todavía se preocupa por la cultura y los libros.
    Gracias por tus crónicas y un apunte el 26 de mayo es la noche de los libros.
    No OS olvideis visitar las librerías, "Sin tarima", " La Fugitiva", " La gran belleza", etc y muchas más.
    Saludos

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