Llevo estas últimas semanas consumido por graves dudas. Dudas sobre si dejar
morir por inanición esta bitácora, viva ya desde el 16 de enero de 2009 y ya con 569 entradas.
De la
misma forma que ahora tengo dudas respecto a si dar matarile por abandono a
este sumidero de ocurrencias mías, las tuve entonces, al iniciar la aventura, no
fuese a meterme en un charco en el que no sabía cómo chapotear por falta de
experiencia en eso de las redes sociales.
Pasé de la timidez y la duda iniciales
a la gozosa autoestima de escribidor por libre (digamos “freelance”, ya que hoy
emplearemos angliparla, sin que sirva de precedente) y a una euforia que no
justificaba en absoluto el hecho de ser leído por algunos lectores incautos.
Una vez que tomé carrerilla en eso de publicar ocurrencias porque siempre
alguien las leía, no pasaba semana en que no inyectara en la blogosfera
opiniones que nadie me pedía – pero que alguien leía, como ya he dicho:
experiencias de viajes, marchas montañeras, visitas a museos, lecturas que, por interesarme a mí,
daba por supuesto que interesarían a todo quisque, a menos que el ocasional
leedor mío fuese de pocas luces neuronales.
En fin, no sé si los psicólogos
tendrán estudiado el perfil de los "influencers", los "youtubers", los pulsadores
compulsivos del “I like – I don’t like”, la caterva de "woke" inquisitoriales que
exigen el ostracismo a perpetuidad de quien abandona el rebaño del bienpensar
ovejuno, los conspiranoicos de todo jaez, los terraplanistas irredentos, los negacionistas
beligerantes de toda especie (con razón o sin ella), los embadurnadores con
sopas de los cuadros famosos y, en general, todo espécimen humano que quiere
sobresalir de la masa y atraer la atención de los media, siquiera lo que duren
un par de telediarios.
Ya digo, no sé si habrá algún manual de psicología que
explique todos estos comportamientos, pero sí sé que, dada la atonía y
mediocridad vital de millones de poseedores de un móvil con conexión, siempre
habrá alguna ameba humana dispuesta a destacar dentro de este barrizal
exhibicionista en que se han convertido las redes sociales. Y un servidor debe
de estar contaminado de ese tonto afán de notoriedad efímera, no tanto por tener "followers" de esos, como por reafirmar mi autoestima de jubilata con
obsolescencia programada.
Lo que me hace recordar – lo de la obsolescencia, digo
– aquello que dijo de nosotros la señora Christine Lagarde, la baranda del B.C.E. (esto va en francogálico): "Les personnes âgées vivent trop longtemps et
il y a un risque pour l’économie mondiale, il faut faire quelque chose,
rapidement”. Que viene a decir que los viejos vivimos demasiado tiempo y somos un riesgo para la economía mundial, y que a ver qué coños hacemos con ellos.
O sea, en román paladino: lo que yo estoy dudando si hacer con esta bitácora: darnos
matarile por pasiva, como hizo la Ayuso con miles de viejos de las residencias
geriátricas cuando el pánico de la pandemia.
Mira por dónde, no sólo
emborronamos con nuestras ocurrencias la blogosfera esa, sino que la
sobreabundancia de viejos pone en riesgo el delicado sistema económico mundial.
Esa consideración sería suficiente para que, ya que nos empeñamos en morirnos
tarde – y, por ende, ser un coste social inasumible –, al menos fuésemos
discretos y no molestáramos con nuestras ocurrencias, lanzadas a los vientos
internáuticos. Ya que somos depredadores de pensiones que sobrepasan los años de
vida laboral por culpa de la longevidad, al menos, seamos discretos y no
opinemos. Que no se note que existimos.
Pero este jubilata no está por la labor de la existencia silenciosa,
al menos en las redes sociales y entre amigos, que es hasta donde me llega la voz. Y eso porque, que a causa de los años
apilados desde que me nacieron en 1945, está uno expuesto a todos los vientos de la bobería humana
del buenismo imperante, a todas las mezquindades de los intereses personales
disfrazados de alta política (llámense Sánchez o Puigdemont), a todas las
decolonizaciones ministeriales, de un impostado progresismo auto inculpatorio
con arrepentimiento y compunción ante un pasado depredador. Y en particular, expuesto a esa desesperanza en el género humano que la edad provecta trae de
serie.
O sea que, de momento, esta bitácora sigue…
Bien. Que siga la bitácora
ResponderEliminarMe parece muy bien que sigas. Un abrazo
ResponderEliminarQue siga
ResponderEliminarBravo! Claro que sí. Eres un gran y brillante escritor, tanto en fondo como en forma. Y, mira, eso no abunda en la blogosfera
ResponderEliminarUn gran abrazo.
No queremos saber dónde están las llaves, no queremos saber qué cosa sea matarible, solo queremos, oh J.J, que siga, como oigo que rugen los pocos, que siga, que ruede la bola, como se decía en Radio Intercontinental, cuando lo de la joventú y que aquí podemos rememorar, con mi abrazo: https://www.youtube.com/watch?v=vq4IkI2KB_U
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=vq4IkI2KB_U
ResponderEliminarLa blogsfera esta más muerta que m
ResponderEliminarlos ojos de Espinete.
Juan José Aguirre, uno di noi.
ResponderEliminarJuanjo, te necesitamos aunque sea otros 500 relatos en esta bitácora de nuestros montes
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