miércoles, 4 de marzo de 2009

Aproximación a la taxonomía del jubilado

No sé si a alguien se le ha ocurrido hacer una descripción taxonómica de las variedades de jubilados que existen en nuestro país. Dentro del grupo que forman los miembros de la Tercera Edad, están los que se pueden llamar con propiedad Jubilados. Por dos razones: una, porque han cumplido su ciclo laboral y viven (más o menos) de la pensión que fueron generando con su trabajo durante su vida laboral; y dos, porque han alcanzado una edad provecta. El resto de miembros de esta Tercera Edad es una amalgama de gentes que tienen en común el hecho de haber sobrepasado esa edad a partir de la cual uno no es ni mucho menos “joven”, ni siquiera “maduro”, sino “mayor” sin mayores especificaciones. Decir “viejo” está proscrito por los usos sociales.
En cuanto a que todos los jubilados sean de edad provecta, se me objetará que no es cierto, que los hay con poco más de 50 años, víctimas de algún ERE. También se me puede objetar que con 60 años y una pensión regular, uno, de provecto, nada; más bien, capitán general con mando en plaza, sea Torremolinos o cualquier urbanización costera. A ese argumento digo que sí, pero que es una variedad de jubilado coyuntural, mero apéndice temporal que termina integrándose dentro de la categoría Tercera Edad. El paso del tiempo es implacable. No hay más que esperar y ver.
Pues bien, dentro de la categoría Tercera Edad, especie Jubilado, caben más subdivisiones, tantas como variedades de jubilados hay. Pero eso no es lo que interesa en la lección de hoy. Lo que me interesa destacar es que existe una variedad taxonómica de Jubilado muy específica, con connotaciones características que no comparte con otras variedades de Jubilado. Me refiero al Jubilado Cultureta, o, en la descripción taxonómica de uso propio, que estoy elaborando: Jubileta Cultureta. Lo de Jubileta es una licencia literaria que me he permitido en detrimento del rigor científico, pero en aras de la cadencia métrica. Y si no, deletréese con voz cantarina: ju-bi-lé-ta / cul-tu-ré-ta y se verá que tiene su aquél de rítmico y cadencioso.
El Jubileta Cultureta es un espécimen que alimenta sus ocios de la oferta cultural que se da en la gran ciudad. Por eso, lo primero que debe decirse es que se trata de un urbanita, y lo segundo, de un consumidor nato de eventos culturales, cualquiera que sean éstos. Verbigracia: a) exposiciones de pintura (el Cultureta siente auténtica debilidad por ellas); b) museos de diverso pelaje (sobre todo si hay exposiciones temporales –los fondos permanentes aburren un poco-); c) teatro (clásico, nuevas tendencias, de autor, de actor consagrado, y también alguna incursión en el género musical); d) cine (tipo premio de festival afamado, o director de remota procedencia); e) feria del libro (antiguo y de ocasión, o de novedades editoriales); f) restaurante de gastronomía exótica; g) hotelito rústico enclavado en parque natural (aquí una sub-subespecie: Cultureta-urbanita-ecologista, asimilable al bo-bo (bourgueois bohème francés).
Las filias del Cultureta son tan variadas como las ofertas del marketing cultural y están en plena expansión, como el universo. En general – ya para no cansar – cualquier evento etiquetado como “cultural” por los medios de comunicación, los vaivenes de la moda ad hoc, o los divos que imparten doctrina desde algunos programas autonómicos.
Dicho esto, quien tal cosa escribe afirma pertenecer, por derecho laboral, al género Jubilado, variable Jubileta, y, por afinidad, al subgénero Cultureta, con todas las consecuencias que hagan al caso. Uno, que practica la auto observación, sabe bien lo que se dice. Si pasa una semana sin esnifarse un algo cultural, es que pierde el sentido de la vida y empieza a preguntarse cuál es la razón de su paso por el mundo. Se le viene encima el síndrome de abstinencia y cae en la depresión filosófico-existencialista, tipo “de dónde venimos, a dónde vamos”. Si no tiene a mano la sección cultural de El País, más vale que corra a ver esa película que han premiado con el Oso de oro; si no, terminará masticando las hojas la prensa gratuita, que como sucedáneo, también vale.
Para ilustrarlo con algún ejemplo, iba yo a contar aquí mi visita a la Fundación Juan March para ver la exposición de Tarsila do Amaral, esa pintora vanguardista que llevó la expresión cubista a tierras brasileñas. También quería decir dos palabritas de mi visita al Museo del Prado, a ver y asistir a la visita guiada que, sobre el retrato ecuestre del Duque de Lerma, de Pedro Pablo Rubens, ha organizado el museo este mes pasado. Como la cosa se ha alargado bastante, lo dejo para otro día.

1 comentario:

  1. Pero usted, don Juan José, lo de cultureta lo lleva grabado desde casi siempre. Me da que su vida de jubilado, de jubilata, en materia cultural es igual que la de antes, ¿o no?
    Un abrazo.

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