lunes, 24 de mayo de 2010

Mira qué te cuento, 3: El mundo es injusto.-

Pues, sí, hombre. Yo creía que ya te lo había dicho: aquí donde me ves, soy un incomprendido. Pero no le echo la culpa a nadie ¿eh? Que yo ya sé que tengo un carácter un poco raro, aunque el en fondo soy una malva y un sentimental.
Yo creo que lo que me pierde es esta sensibilidad tan grande que yo tengo. En cuanto me gusta una persona, es que me devora el cariño. Porque, vamos a ver ¿te has fijado en la gente? Siente como vergüenza de expresar sus sentimientos y anda por ahí con cara de estreñido. Yo, al contrario, en cuanto quiero a alguien, no me puedo aguantar, es que me lo comería...
Fíjate tú cómo será que yo tenía una novia de pueblo. De esas mozas de mejillas coloradotas, carnes prietas y más blancas que la leche... y unas tetas; cosa más sabrosa no había probado en mi vida. Fíjate si la quería, que me la comí a bocados. Pero, no te vayas a creer... civilizadamente, eso sí; que en España tenemos una tradición culinaria muy depurada y yo casi, casi, soy un cordon bleu en eso del arte culinario. Si me apuras, ni Arguiñano... Lo que pasa es que me inclino más por la cocina tradicional. Además, aquella novia tan maciza se había criado en la montaña y no era cuestión de emplear una fórmula de esas amariconadas de la cocina francesa, que todas las salsas las hacen con mantequilla. Yo, buen aceite de oliva y siempre, siempre, productos naturales.
El caso es que me preparé con ella un chilindrón de chuparse los dedos. Aunque te parezca mentira, es fundamental el pimiento seco. Ha de ser de muy buena calidad: si es de Lodosa, mejor. Antes de guisar la carne ...¡ Por cierto!, Encarnación se llamaba esa novia de la que te estoy hablando... Pues, eso te decía, que hay que preparar un sofrito de cebollas picadas, tomates previamente escaldados y pimientos rojos asados al horno, cortados en tiras, y sin piel. ¡Joér...! Todavía me pongo cachondo cuando me acuerdo de sus muslos en la cazuela dorándose al fuego con su buen aceite de oliva y sus ajitos cortados en láminas... Nunca he vuelto a experimentar un placer erótico tan intenso. Creo que aquel día me comí un pan entero mojando el chilindrón...!Huuumm!
Y ahora que me acuerdo, no acabo de entender por qué me sacaron en los periódicos, si el guiso era perfecto. Yo creo que la culpa fue de su madre, que era una envidiosa y una nulidad en la cocina.
Pero volviendo a lo que te decía, pues sí, siempre he sido un hombre necesitado de cariño y, cuando alguien me quiere, es que me lo como a mordisquitos... Como no conocí a mis padres, me crió una tía mía; una viejecita muy cariñosa. Tanto, tanto me quería, que me nombró su heredero. Cuando me enteré, yo, de puro contento, le di un abrazo tan fuerte que se le rompieron algunos huesecillos... Oye, tú, la viejecilla se quedó que parecía un pajarito con un ala rota. Lo que pasa es que la pobrecita tenía la carne un tanto correosa y tuve que hacerla en pepitoria... Pero la quería más que a mi madre, a la que no conocí, así que me la comí toda, toda.
Menudo disgusto el que me llevé aquella vez, tú, que cogí una indigestión tremenda y la policía empezó: que a ver donde estaba la vieja; que si yo era un pervertido y un antropófago de esos de Africa... Sí, hombre, sí, tienes que acordarte, que hasta me sacaron en los telediarios... Pero eso de la fama es duro de llevar, que desde entonces la gente me mira mal. Fíjate que, con lo que a mí me gustan los niños, en mi escalera las madres se ponen histéricas nada más verme y los esconden. Y los vecinos ni me hablan. Con lo necesitado de cariño que yo estoy, y lo solo que me veo...
Ya, ni novias formales he vuelto a tener. Solo algún ligue de tarde en tarde y, si es extranjera, mejor. Me acuerdo de una italiana que se alojaba en el Palas, riquísima, con la que apenas intimé un par de día: pero yo me lancé y le pedí la mano. No veas qué dedos mas finos... Con un chorrito de jerez me salió un caldo sabrosísimo. Se fue a su país sin despedirse de mi...¡mujer ingrata!
Por cierto, macho, contigo se puede hablar ¿Sabes que me estás cayendo bien? Si quieres, te invito a comer... Sí, hombre, sí, no se hable, hoy como contigo. Pero..., ¡Eh! ¡¡Túúú...!! ¿Dónde vas, hombre? Pero, no seas loco, que el semáforo está en rojo y pasan coches... !! Ay, ay, que se la pega...!!!
¡Joder! Otra vez solo... Si es que soy un incomprendido...

2 comentarios:

  1. Avelino Marañón26 de mayo de 2010, 8:51

    Pues creo que en Estados Unidos te habrían frito, sí, te gustaría; lo malo es que no en una sartén rebosante de tu amado aceite de oliva, sino en una desvencijada silla... Y es que esos yanquis no entienden de comida.

    ResponderEliminar
  2. Viator: Yo si que te comprendo y además has hecho reirme y chuparme los dedos con tus recetas culinarias.

    ResponderEliminar