viernes, 19 de julio de 2013

Jubilata en vacaciones, II.- Monodias y recuerdos camineros.-


Decía en la entrada anterior que nuestros días veraniegos se pasan en caminatas y poco más, lo que no es cierto del todo. También aquí en el valle hay ofertas culturales – pocas, pero las hay – que aprovechamos cuando se presentan. Restaurantes, bares, piscina municipal, senderismo, paseos a caballo, pesca de la trucha, paisajes, es la clásica oferta de ocio que ofrece Rascafría en verano; pero pasan desapercibidas a ojos del veraneante de manual algunas actividades que muestran un intento por subir unos peldaños la calidad de estas ofertas. Y no me refiero a mejorar la gastronomía o la calidad de las cervezas, sino a alimentar la curiosidad cultural de quienes pasamos las semanas de verano aquí.

El improbable lector, si es que vive en Madrid, ya sabrá de la proximidad de la antigua cartuja de El Paular (a 2 kilómetros escasos de Rascafría), desde los años cincuenta monasterio benedictino en las zonas de clausura,  y con un hotel de lujo ocupando parte de las antiguas dependencias monásticas. En su claustro se instalaron hace ya años las pinturas, dispersas durante décadas, de Vicente Carducho con el ciclo fundacional de la Orden Cartuja. Algún día, si viene al caso, volveremos a hablar de ellas, pero hoy no. Lo que este jubilata quiere contar al improbable, pero fiel lector (una afirmación un tanto contradictoria), es que asistimos el pasado 6 de este mes a un concierto de música antigua.

La iglesia del monasterio, con una acústica excelente, fue el lugar donde el grupo de voces masculinas Salve Mater “Pro Musica Antiqua” cantó un repertorio de cánticos medievales en santuarios hispanos de peregrinación. Se trataba de monodias y primitivas polifonías asociadas a lugares de peregrinación o a antiguos monasterios: Santa María de Ripoll, Santo Domingo de Silos, Ntrª Señora del Manzano de Castrogeriz, el santuario de Villalcázar de Sirga… y, cómo no, Santiago de Compostela.

Para quien ha experimentado esa afición jacobípeta que a uno le empuja a calzarse las botas y recorrer los viejos caminos de peregrinación, escuchar el Salve, festa dies o el Dum Pater familias contenidos en el Códice Calixtino es como rememorar esa llamada que sintieron los antiguos peregrinos y que hoy – más laicos o directamente descreídos – sentimos los actuales caminantes que un día, sin saber bien lo que esperábamos de esta experiencia, nos lanzamos a  recorrer tierras que tienen otro sabor cuando se hace a golpe de calcetín, cargados con mochila, solazo sobre la cabeza y ampollas en los pies.

A este jubilata, que tiene sus ribetes de esteta y espiritualidad difusa, le emocionó especialmente oír el Sancta Maria Stela do dia…, esa cantiga que compuso Alfonso X el Sabio dedicada a la Virgen de Villalcázar de Sirga. De Villalcázar, un servidor tiene recuerdos aún muy vivos. El primero, quizás por los años ochenta del siglo pasado, fue alcanzar a ver los tejados y las torres del santuario antes de descubrir la población. 

Entonces el caminante transitaba por una carreterilla que ofrecía paisajes castellanos infinitos, resecos y polvorientos. Como el pueblo estaba en una hondonada, uno no llegaba a verlo, tras horas de caminata, hasta que empezaba a divisar las torres de la colegiata y los tejados del caserío; luego, el pueblo, con su color terroso de teja árabe, de adobe y tapial,  iba tomando forma, presidido siempre por la mole del templo. El segundo recuerdo fue la bronca que tuvimos la santa y yo con el cura del lugar cuando, algunos años después, llegamos matados al refugio y él nos trató de mochileros y de gente descreída y abusona porque aprovechábamos la hospitalidad de la Iglesia y ni siquiera íbamos a visitar a la Virgen de Sirga.

Cosas del clero, que no entiende más que de dogmas, ritos y liturgias e ignora la emoción del peregrino descreído, pero sensible a tanta belleza como despiertan las viejas monodias medievales. Porque – y ya acabo por hoy – quien esto escribe ha recorrido esos caminos como peregrino escéptico, cantando, a grito pelado por los páramos de la vía francígena, a Santa María la Real de Villalcázar,  según le cantaba el Rey Sabio:

Sancta María, Stella do día
mostra-nos vía
 pera Deus e nos guía.
Ca ver  faze-los errados
que perder foran per pecados
entender de que mui  culpados
 son; mais por ti son perdoādos
da ousadia  
que lles facia
fazer folia
mais que non deveria …


¡Qué sabrán los curas de misa y olla!

1 comentario:

  1. Genaro Moreno Gandías22 de julio de 2013, 23:45

    Creo que el cura del lugar al que usted se refiere, D. José Luis Azuecas Moreno es ahora adjunto a la Vicaría Genearal de la Cofradía del Buen Pastor de Capillablanca, allá por las afueras de Buenos Aires. D. José Luis estuvo por Rascafría hace tres años y posiblemente vuelva este agosto, así que con un poco de suerte se llevan otra bronca. Un saludo.

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