No todo iban a ser idílicos paseos por el monte entre el arrullo de los arroyos y el arrítmico son de los cencerros vacunos. No todo iba a ser tañer – siquiera metafóricamente – la flauta pastoril como Títiro bajo la encina mientras apacienta su ganado. También la puñetera realidad se impone y exige su tributo en forma de ruidosos decibelios, contaminación lumínica e incivismo antihigiénico en forma de decenas de meadas en nuestra sufrida calle. Total, que hablo de Rascafría en fiestas y de la carta que he escrito al alcalde o a quien haya tenido ganas de leerla sin que le asome una burla a los labios ante las quejas (que se suelen repetir cada año) de este jubilata.
Risum teneatis, decían los latinos.
Tú, improbable lector, no te rías de este quejoso, que solo pretende un
pequeño desahogo.
“Sr. Alcalde,
Como
en años anteriores, y supongo que con el mismo resultado, me dirijo a los
responsables de ese ayuntamiento de Rascafría, no para protestar, que es tiempo
perdido, sino para hacerles algunas reflexiones a propósito de las fiestas
patronales.
Bien
está que el municipio ofrezca a los vecinos unos días de celebración y corra
con los gastos de la misma. Gastos que, si bien se mira, son fruto de los
impuestos de todos los ciudadanos. Así que bien está la redistribución de
recursos en forma de diversión popular, que es una forma equitativa e
igualitaria de reparto de la riqueza común allegada a través de la fiscalidad,
sea ésta estatal, autonómica o municipal.
Bien
está que el común de los ciudadanos se explaye entre abundancia de músicas,
alcohol y luminarias puesto que de sus bolsillos salen y son una forma de
expresión de la cultura popular. Las saturnales suelen ser un buen escape de
las obligaciones diarias y liberan de las tensiones acumuladas a lo largo del
año de trabajo y esfuerzo.
Un
servidor lo acepta, todo ello, y espera con paciencia y diacepanes nocturnos a
que pasen los días de jolgorio y recuperemos la tranquilidad habitual.
Respecto
al propósito de esta carta, del que ya he hablado más arriba, no es otro que
hacerles alguna reflexión por parte de este jubilado, que tampoco querría
molestar más que el tiempo suficiente para que la lean y olviden su contenido.
¿Han
pensado en las músicas atronadoras, pasadas de decibelios, con que nos castigan
hasta las cuatro de la madrugada y más allá a quienes no tenemos ni ganas ni
edad para “disfrutarlas”?
No
parece que la contaminación acústica nocturna sea una forma justa de redistribución
de los recursos municipales, pues sólo una parte de los vecinos – en su mayoría
jóvenes – lo disfrutan, mientras que el resto de los ciudadanos lo sufrimos con
resignación. Aparte lo cual, me temo, contravienen la legislación que ampara el
derecho de todo ciudadano a las horas de descanso y silencio – sea esta
legislación estatal, autonómica o municipal, que lo ignoro.
¿Se
han parado a pensar en la evacuación multitudinaria de orines en la vía
pública? ¿No se les ocurrió instalar retretes químicos para que la enorme
ingesta de cerveza y otros bebibles se canalizase al fin de su ciclo por
evacuatorios a propósito?
Recomiendo
a los cargos responsables de la limpieza y policía de las vías públicas se den
una vuelta por la C/ Ibáñez Marín, desde su comienzo hasta el puente de la
Manola. Y no para que caigan en la cuenta del pésimo estado de su pavimento,
cuya reparación queda pospuesta, elecciones municipales tras elecciones
municipales, según demuestra la experiencia ad nauseam.
De
lo que se trata puntualmente durante las fiestas, es de los litros de orines
que se vierten entre los coches allí aparcados, contra los muros o a sus pies
por parte de ciudadanos y ciudadanas (que en esto hay paridad porque la
necesidad es igual para todos), obligados sin distinción de género a evacuar
sus vejigas de forma tan poco digna.
Es
algo que deberían tomar en consideración y ponerle remedio. Si no para estas
fiestas, que para cuando les llegue esta nota ya se habrán pasado, para años
sucesivos. Que las cosas del bien público tienen remedio, aunque sea con
retraso.
Por
último, sólo me queda pedirles disculpas por hacerles perder su precioso
tiempo, encaminado siempre, según entiendo, al logro del bien común. Todo lo
antedicho tómenlo como el desahogo de un jubilado con bajos niveles de
adaptación a los tiempos que corren, y les ruego sean comprensivos y actúen en
consecuencia.
Con
toda mi consideración, J. J. A. A.”
Amen
ResponderEliminarMuy bueno y sirve para copiar y pegar para todos los Ayuntamientos de España
ResponderEliminarMe siento totalmente solidario con tu carta, aquí en Figueras, Asturias, lo que nos ha igualado son los decibelios tan peligrosos para la salud general. Te mando un gran abrazo
ResponderEliminarNo soy anónimo, soy Chus
ResponderEliminarHallelujah
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