jueves, 5 de junio de 2025

Microrrelatos apasionados. -

 


Improbable pero siempre apreciado lector. Estaba yo estas últimas semanas buscando asunto para tratar en esta bitácora, pero el manadero de mi imaginación sólo destilaba algunas gotas en forma de textos inconexos.

Y aunque esta página internáutica es una multi-milmillonésima y prácticamente ignorada ocurrencia de tantas como se cuelgan en la Red a diario, siempre he tenido el prurito de que estuviese bien redactada. Eso, en primer lugar, por respecto a los pocos lectores que tienen la paciencia de leerme, y en segundo, porque un lector habitual – como es mi caso – no puede por menos que expresarse medianamente bien. Es obligación ética y estética.

Pues eso. Que no encontraba materia escriptoria y estuve huroneando por mis viejos textos, a ver si podía plagiarme a mí mismo y así salir del paso. Pero como uno tiene su pundonor, pensé que si, en lugar de copiar y pegar, y callármelo a ver si colaba, lo confesaba francamente, al menos no daría gato por liebre.

Lo digo por esa doble obligación ética y estética aludida más arriba: por no abusar de la buena voluntad y paciencia de quien esto lea, y porque uno no tendrá un sitial en el parnaso de las letras, pero no quiere caer en esa antiestética afición del refrito a cambio de notoriedad mal adquirida.

Total. A lo que íbamos. Dejo aquí una serie de microrrelatos que compuse como tarea escolar en un taller de escritura creativa hace un montón de años, allá en el siglo pasado. Como dice el título de la entradilla, se trata de brevísimas historias que tienen como objeto el amor apasionado y sus contrarios, que vienen a ser lo mismo. 

Desamor. -

No sabías que te quería y, sin embargo, esperaste. No sabía que me querías, y por eso te olvidé.

Odio. -

Ella le hizo daño con su indiferencia y él aprendió a quererla. El tiempo le enseñó a no olvidarla, su desdén a desearla y su orgullo a sufrirla.

- Quiéreme – le dijo – para poder odiarte.

Paz conyugal. -

Por fin, sosegado su infierno doméstico tras treinta años de casados, se ignoraban mutuamente en silencio.

Todo o nada. -

Ella me quería sólo a medias y yo la quería toda entera. Llegué a un acuerdo con su otro amante y ahora ambos somos felices. Desde entonces, ella nos odia.

Amor imperfecto. -

- ¿Gozaste, amor? – me dijo cariñosa. 

La conocí en el Prado. Cerca de las Tres Gracias, me sonrió seductora y, ante la Maja Desnuda, me zambullí en su escote. Fascinado, fui donde ella quiso.

 - ... Son diez mil y la cama – añadió, profesional.

 Fugaz. -

- Te amaría, pero tengo prisa –, y, antes de huir con la recaudación, el ladrón besó en la boca a la cajera.

Incompatibles. -

Yo te hubiese querido porque eras la mujer de mis sueños. Lo consulté en casa, pero mi esposa me dijo que no compartiría su amante conmigo.

¡Qué egoístas sois las mujeres!

Amor voraz. -

Estaba tan bueno el tío – confesó ella, al fin – que empecé a comérmelo a besos y ya no pude parar. El resto del cuerpo está en el congelador, señor comisario.

 

5 comentarios:

  1. Tremendo tu amor voraz. Muy de tu mejor estilo.

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  2. Me he convertido en un improbable lector.

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  3. Un saludo. Soy Antonio del taller de francés donde siempre se te añora.
    Algo me cuenta de vez en cuando Daniel de Bordeaux.
    Y siempre me alegra saber de ti.
    Mi correo por si quieres decirme algo es anunez2666@gmail.com
    Si tienes algún otro olvídalo que ya no lo utilizo.
    Saludos y que todo vaya muy bien

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  4. Gracias Juanjo, por esos amores imperfectos.
    Pedro

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