domingo, 18 de enero de 2009

Sólo son cuento.- Semblanzas, 1


Juntapalabras.-
Desde que era niño dijeron de él que era disléxico, pero la verdad es que era muy tímido. Al hablar no le salían las palabras y se atropellaba. Por eso, cada vez que iba a decir algo, tomaba aliento, como los buceadores a pulmón libre, y soltaba toda la frase seguida, sin descansar hasta el punto final. Luego boqueaba, como un pez cuando lo sacan del agua, respiraba y sonreía como pidiendo disculpas. Por esa razón los vecinos le llamaban “manolojuntapalabras”; así, todo seguido y sin mayúsculas. Y a él no le parecía mal.
- Qué, juntapalabras ¿A dónde vas, hombre? –, le decía el ciego que se ponía en la boca del metro.
Él se pensaba bien lo que iba a decir, tomaba aliento y respondía deprisa:
- VoyaverunapelículaquesetitulaLosHéroesdelEquinoccioalcineAvenida –. Y aunque lo decía de un tirón, él sí pronunciaba las mayúsculas, que para eso había sacado en el instituto buenas notas en gramática y ortografía.
Un día decidió que iba a coleccionar palabras. Como las decía tan de sopetón, pues claro, se le terminaban enseguida y necesitaba muchas más. Por este motivo fue a los lugares donde la gente hablaba sin parar. Un día fue al fútbol, pero la gente gritaba tanto que las palabras que se trajo rebotaban mucho y se salían de la caja donde las guardó, así que tuvo que tirarlas por la ventana. Ese día en la vecindad, con tanto griterío como sonaba por la calle, pensaron que jugaba la selección nacional.
Otro día, estando en campaña electoral, fue a oír a un político. Como hablaba tan bien, se llevó una bolsa enorme de palabras para su colección. El político, que se quedó sin palabras, como además tampoco tenía ideas, se quedó sin mensaje y la gente no le volvió a votar. Lo malo fue que, como las palabras estaban huecas, a manolojuntapalabras se le empezaron a secar y a arrugarse. Total, que tuvo que echarlas a un contenedor para reciclar.
Tuvo suerte el día que conoció a aquella foníatra. Le enseñó a hablar separando las sílabas como con guiones y da gusto oírle cómo se expresa.
- Qué, juntapalabras -, le dice el ciego del metro - ¿De paseo?
- Pu-es-no-que-he-que-da-do-con-u-nos-a-mi-gos-en-el-Re-ti-ro – Dice él muy clarito.
Y el ciego, de vez en cuando, le regala un cupón. Pero nunca le ha tocado.

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